miércoles, 29 de julio de 2015

UN JUEGO MÁS PELIGROSO

No querer vivir ni un segundo con obligaciones ni bajo órdenes, coger lo que gusta sin importar si pertenece a alguien o presenta resistencia, pensar sólo para actuar, tener el cine negro en la mirada... pocos personajes tan perfectamente desalmados habrá habido como Bert Galvin, el gangster incorporado por Richard Conte en mi película favorita de entre las que filmó el (mayormente) fotógrafo Ted Tetzlaff.
La pureza de esa conducta inmoral la define, tan definitivamente como a "La baie des anges" lo hacía aquella epicúrea Jeanne Moreau por encima de cualquier género.
Ni privándolos de todo, van a tener otra cosa en la cabeza.
"Under the gun" vive de la precisión de su exposición narrativa y de la inventiva sorprendente de su libreto, esas virtudes ideales del cine "de complemento" de una época en que muchos sabían hacer bien muchas cosas.
Cuando se infirió la autoría de tantos para basar toda una teoría crítica, que no sólo perdura sino que se ha hecho "única", dentro del cine americano algunos tuvieron menos suerte, eso es todo.
No son unos cualquiera quienes acompañan a Tetzlaff. Por destacar a dos y en la línea de esas mencionadas bazas, ahí tenemos sobre todo al a menudo brillante George Zuckerman, años antes de estabilizarse junto a Douglas Sirk, firmando uno de sus más imaginativos guiones y es otro ilustre colaborador del maestro, Russell Gausman, quien se ocupa de diseñar los espacios.
Aún quedaba en 1951 muy cerca su famosa "The window" pero el crecimiento desde entonces es notable, pese a que lo fácil con Tetzlaff haya sido siempre adjudicarle ese pequeño y único triunfo.
De poca fama desde luego han disfrutado películas tan buenas como "Riff-raff" del 47 o "The treasure of Lost Canyon" del 52, por citar las dos siguientes que prefiero.
Ted Tetzlaff
Pese a las pretensiones de sus dirigentes por "prestigiarse", ya se sabe en qué línea se define por estas fechas el cine de la Universal y siguiendo con el corporativismo que diluyó la atención que debiera haber recibido Tetzlaff: presentar a los personajes en un plano, ahorrar literatura y descripciones, abreviar hasta lo indispensable a los secundarios - de ahí su impacto, parece que nunca pronunciaran una palabra superflua ni ejecutaran un gesto de más - o no servirse de ningún elemento para construir el siguiente, sino hacerlo inmediatamente significativo.
Las sorpresas vienen cuando películas como "Under the gun", que nadie se ha preocupado por editar en condiciones y que se conserva en una copia deficiente, son capaces de mirar a un sistema de justicia - o mejor dicho de corrección de las malas conductas - críticamente ("matas a un tipo y te echan veinte años, matas al segundo y vuelves a la vida" le dice Galvin, por fin impecable, para resumir su periplo entre rejas a la cantante que interpreta una agobiada Audrey Totter), cuando empiezan a hacerse cada vez más esenciales los encuadres conforme se define la trama, cuando alguna solución de puesta en escena le hace a uno saltar de la butaca... cuando cualquiera piensa en el "gran cine" si no tuvo la precaución de hacerlo antes.
Pero Tetzlaff pasa como una exhalación por los asuntos "importantes" y los equipara a los menores.
Como enseguida prescinde de la chica, tan sólo se le nota detenerse en mimar al personaje de Sam Jaffe, popular desde el año anterior en que había sido el ladrón de acento germánico de la célebre "The asphalt jungle".
Todo el atractivo de la segunda parte del film gira sobre su diminuta figura, con esa vieja dignidad de los que empezaron a ser inocentes cuando pisaron la cárcel.  
Él conseguirá que el impenetrable Galvin muestre algo parecido a la admiración o al agradecimiento y hasta que aprenda a conjugar un verbo que le es desconocido: esperar.
Momentáneamente.