martes, 8 de septiembre de 2015

POBRES Y HERMOSOS

Durante años he "buscado" la escena con que culmina "I sogni nel cassetto" en otras películas de Renato Castellani. Semejante momento de cine, que fue rechazado como colofón del film por quienes lo debían distribuir - era inconcebible dentro del neorrealismo "rosa", el de segunda categoría, un sabor de boca final tan insólito, no fuesen a recomendar los espectadores a otros no comprar la entrada y Castellani filmó uno alternativo, ahora exhibido -, aparece normalmente pocas veces en la trayectoria de una mayoría de cineastas, como raro es el hecho trágico y sin embargo natural que esplendorosamente lo inspira y que me abstendré de rememorar pensando en quien aún no lo haya visto.
Proliferan sin embargo cumbres de parecida altura en las otras mejores obras de Castellani que conozco, sobre todo en "Due soldi di speranza" de 1951 y en la recientemente recuperada en su versión íntegra "Il brigante", filmada diez años después, ambas mucho más serias y amplias, pero no más inolvidables, que esta comedia que no parece tener "enjundia" alguna hasta bien entrado su metraje, cuando la común historia que narra, un poco como la de "Il sorpasso" de Dino Risi, empieza a dejar espacio para la tragedia.
Poco parece importar esto a nadie porque sigue inasequible la en tiempos popular "'È primavera" y de "Il brigante" es muy posible que haya más copias circulando de la BSO de Nino Rota que del film, por aquello de que en gran medida prefigura a la que el músico compuso para "The Godfather" de Coppola.
Si aparecieran instantes como los más privilegiados contenidos en esas obras por doquier, incluso hasta en films suyos desequilibrados o malogrados, Castellani estaría probablemente a la altura de Frank Borzage, Satyajit Ray o cualquiera de los cineastas que más emocionantemente y con mayor continuidad captaron los pequeños gestos cotidianos.
No acaba uno sin embargo de acostumbrarse a constatar que, como le sucede a otros muchos compatriotas, en cuanto tomaron altura (crítica y "mercantil") los fenómenos más identificables con el cine de su país, hay muchos proyectos donde se autodestruye lo logrado y miradas como la de Castellani se diluyen.
"I sogni nel cassetto" pudo haber sido uno de ellos porque incumple varios axiomas neorrealistas (que los directores que llegaron más lejos con tales postulados ya habían roto o estaban a punto de dinamitar), sobre todo los que más servían para dar por ganada la partida a la desesperanza, pero tampoco es paródica, ni "rosa" como se esperaba de ella.
Sólo hay películas veraces y las que no lo son y a Castellani, que ya había "sufrido" otra etiqueta como la del caligrafismo de los años 40, cuando había iniciado su trayectoria con obras tan dispares como "La donna della montagna" o "Zazà", y que era arquitecto, sospecho que poco debían importarle las agrupaciones estéticas inventadas por perezosos y sí mucho organizar y apuntalar el andamiaje de su material de trabajo, las personas y sus sentimientos.
Todo cuanto ocurre a Lucia y Mario (una superlativa Lea Massari y el fugaz Enrico Pagani), que ya era, en otro contexto, lo que sucedió a Carmela y Antonio, la pareja de la justamente mítica "Due soldi...", podría haberle sucedido a nuestros padres o abuelos en aquellos años de salidas de las posguerras en que tanto se parecían los soñadores de cualquier parte de Europa.
Sus anhelos puede pensarse que no son gran cosa - y no lo es el matrimonio como alude el título, no al menos como rito de creyentes; en España optaron para variar por cambiarlo y se llamó "Si tú estuvieras", con tan rara imaginación, que diría tergiversación de todo su sentido a partir de su final - o que constituyen la mayor de las aventuras vitales: ser felices con lo que puedan ir encontrando.
Castellani filma a estos ingenuos rebeldes, tan opuestos a algunos americanos contemporáneos, con alegría y sin la menor solemnidad, pese a que están tomando las decisiones más importantes de sus vidas irreflexivamente y en contra de lo que dicen los demás, ojo avizor ante cualquier momento en que pueda quedar registrado un instante de verdad, que no dará "la razón" a nadie.
La pericia que requiere tal empresa - y no se me ocurre otra manera de llamarla sino realista, porque ¿de qué otra cosa se trata si es algo que puede suceder con frecuencia, no se manipula y se mira con humildad? - no parece grande ni el resultado "brillante", apariencias que han acompañado siempre a Renoir, McCarey, Dwan o Naruse.
Lejos quedan de sus limpias imágenes algunas tendencias que traerán los años venideros, ni un personaje cínico o de vuelta de nada, tampoco esa visión crítica y agria del presente y el futuro en función del pasado, tal vez porque Castellani mira al suyo propio (algo similar sucedió a su hermano) y no necesita excusas.