En alg煤n lugar entre los cines de Jean-Luc Godard y de la pareja formada por Dani猫le Huillet y Jean-Marie Straub, fluye - estuve tentado de escribir naci贸, pero lo cierto es que amalgama pasadas pero tambi茅n futuras pel铆culas - "Zwischen zwei kriegen", del alem谩n Harun Farocki, maestro de la construcci贸n de "im谩genes que piensan" antes que compositor o te贸rico. Arrastra fama de cineasta fr铆o y dif铆cil Farocki, de ser tan combativo que deviene rijoso, cuando en realidad se trata de un did谩ctico. Al menos reconforta saber cu谩nto pudo ayudar al futuro director Christian Petzold, porque resulta terrible pensar en el aparentemente solitario y 煤nico posible destino de todos los precitados y cuantos precursores eligieron. En los Petzold, muchas de sus ideas, devinieron elementos de thriller y fantas铆a, que es buen terreno para crecer.

"Zwischen zwei kriegen" de 1978, una de las m谩s perfectas de cuantas conozco suyas, ser铆a sin embargo complicado elegirla como la mejor de sus obras, que tienden a cobrar sentido al complementarse unas a las otras, a veces estrictamente. "Zwischen zwei kriegen" viaja acompa帽ada de "Erz盲hlen", tres a帽os anterior - pero que vio la luz en el proceso de creaci贸n de "Zwischen..." -, dirigida a medias con la cineasta finlandesa Ingemo Engstr枚m, en color y quiz谩 tambi茅n una tard铆a r茅plica de las pel铆culas m谩s dial茅cticas del Grupo Dziga Vertov.
Se trata, en todo caso, de su film econ贸mico.
Literalidad doble, porque pese a poder ser considerado, as铆 lo se帽ala su t铆tulo, como una reflexi贸n b茅lica, a cuanto ocurre entre dos guerras, en concreto durante la Rep煤blica de Weimar (1917-1933), se trata de buscar a las deidades pecuniarias que suelen provocar, dilatar y dilucidar cualquier conflicto: el dinero, las materias primas, la posici贸n estrat茅gica de un territorio. Y econ贸mico - qu茅 curiosa acepci贸n de la ciencia ejecutora por excelencia - porque esta pel铆cula se film贸 sin apenas medios, ning煤n apoyo institucional, durante un largo periodo de tiempo y de espaldas al factor comercial del cine.
Muy al comienzo, avisando a navegantes, hay ya un "peligroso" pensamiento, demoledor si lo expresa un alem谩n, aunque sea uno medio indio como Farocki, por boca de uno de sus personajes. A un lado quedan la bala disparada y que abate un enemigo y la bala disparada sin causar v铆ctimas pero que mantiene activa la maquinaria industrial que se enriquece fabric谩ndolas. Al otro, los jinetes del apocalipsis del poder: la inacci贸n, la negaci贸n, la deserci贸n.
En el hip贸crita escenario de la gloria, barro y sangre, dar voz o escucharle los pensamientos a quienes empu帽an las armas es demasiado duro para cualquiera... que no justifique el fin. Aqu铆 mueren todos los parlamentos antibelicistas, los torpes y los sensibles, los expl铆citos y los que fueron tomados como bromas negras.
Extra帽a sensaci贸n la de sentir tan lejos el documental como la ficci贸n.
Y extra帽a anticipaci贸n a la fiebre futura de mirar cualquier aspecto de la realidad con esa lente de la econom铆a siempre presta a explicar por qu茅 ha ocurrido cualquier circunstancia. La visi贸n excesivamente reducionista del film - deja de lado la historia, que a veces es producto del azar, del coraje para cambiar las tornas - es por desgracia premonitoria.
La vieja - entonces no tanto - idea de Godard sobre el cine y cuan cerca estaba de ser una industria manufacturera y lejos de poder convertirse en un instrumento que pudiese servir a la clase obrera, la toma Farocki para, directamente, medirla.
Filmar es reflejar las vicisitudes de la filmaci贸n, c贸mo cost贸 impresionar cada metro de pel铆cula, si fue provechoso o termin贸 en un callej贸n sin salida lo que se propuso cada plano.
Y como los n煤meros no cuadran, como el bienestar proclamado era verdad para unos pocos y una gran mentira para la mayor铆a, la pel铆cula no puede de ninguna manera consistir ni concluir en un vano recuento.
No es casualidad por tanto que para finalizar, evoque al m谩s impresionante plano de una pel铆cula de 1932, "Kuhle wampe, oder: wem geh枚rt die welt?" de Slatan Dudow (y Bertold Brecht), una de las m谩s vivas muestras del muy poco halag眉e帽o panorama que hab铆a quedado hacia el final de esta era y que fue el perfecto escenario para el advenimiento del Tercer Reich.
All铆, en el suelo, borrada por la lluvia, estuvo la silueta de alguien que no fue obligado a morir por la prosperidad.