Hablemos claro. Dario Argento nunca ha sido un director elegante.
“Ti piace Hitchcock?” (2005) empieza con dos escenas paradigmáticas de su estilo. Un chico que pasea en bicicleta en una arboleda se sorprende al ver una mujer corriendo despavorida. La curiosidad le lleva a seguirla. Se encuentra con otra chica, que la besa en los labios y se encaminan juntas a un caserón maltrecho en un claro del bosque. El niño se encarama a la ventana para espiarlas y allí ve como sacrifican una gallina en lo que parece una especie de ritual. La sangre que provoca el corte llega al cristal donde el asombrado chico contempla la escena, asustándolo y delatando su presencia. Las dos brujas lo persiguen con el cuchillo en la mano. Elipsis a diez años más tarde. El niño es ahora un estudiante de cine. Posters en la pared de “Psicosis”, “Metrópolis”, “El Golem”, “Crimen perfecto”… en un descanso mira por la ventana y una bailarina semidesnuda se exhibe al otro lado del patio del edificio donde vive; busca unos prismáticos…
“Ti piace Hitchcock?” (2005) empieza con dos escenas paradigmáticas de su estilo. Un chico que pasea en bicicleta en una arboleda se sorprende al ver una mujer corriendo despavorida. La curiosidad le lleva a seguirla. Se encuentra con otra chica, que la besa en los labios y se encaminan juntas a un caserón maltrecho en un claro del bosque. El niño se encarama a la ventana para espiarlas y allí ve como sacrifican una gallina en lo que parece una especie de ritual. La sangre que provoca el corte llega al cristal donde el asombrado chico contempla la escena, asustándolo y delatando su presencia. Las dos brujas lo persiguen con el cuchillo en la mano. Elipsis a diez años más tarde. El niño es ahora un estudiante de cine. Posters en la pared de “Psicosis”, “Metrópolis”, “El Golem”, “Crimen perfecto”… en un descanso mira por la ventana y una bailarina semidesnuda se exhibe al otro lado del patio del edificio donde vive; busca unos prismáticos…
Los traumas, las pesadillas, las intromisiones peligrosas, el reverso de lo cotidiano. Argento ha sido siempre así. Lo imagino desvelándose por las noches para apuntar un bello asesinato que ha imaginado o una conexión entre dos escenas, no importa si son de Murnau o de John Landis, de Lang o de Herk Harvey que le apasionan y a pesar de ello debe ser lo más opuesto que hay a un iconoclasta. Su voluntad no es transgredir reglas ni darle la vuelta a paradigmas, simplemente le salen así las películas. Tampoco es un moderno, si fuese así no llevaría cuarenta años insistiendo en los mismos asuntos sin el menor rubor y sin disfrazar de evolución el simple paso del tiempo, se habría “reciclado” y reclamaría que es un autor, un tipo serio.
“Ti piace Hitchcock?”, su film más a
biertamente tributario (y curiosamente uno de los más pulcros), es una celebración del agradecimiento debido al maestro en su forma más explícita, todavía con voluntad de simple fan. Y queda muy claro que Argento entiende a Alfred Hitchcock cinematográficamente hablando; sabe de contraplanos en movimiento, conoce el valor de la luz y el poder de la oscuridad, es capaz de detectar qué punto de vista es más adecuado para comunicar inquietud, tiene la suficiente imaginación para hacer verosímil lo improbable, es capaz de retomar una idea apuntada en un momento dado para convertirla en un elemento perturbador y sobre todo, sabe mantener un ritmo endiablado.
Se dirá que no es sutil, que no asombra ni emociona, que es “de trazo grueso”, acumulativo, un simple prestidigitador. Sin duda esa máxima de “menos es más” no va con Dario Argento. Mil colores, chicas bonitas, violines que degüellan y pianos de ultratumba, velocidad y vértigo. Pero no es menos cierto que en los mejores momentos (no los más coherentes y precisos, no los mejor construidos; los más brillantes) es un ejemplo admirable de que el cine puede ser muchas cosas, también una serie de explosiones hetróclitas y fugaces.
Algunos “set pieces” a todo lo ancho y largo de su carrera son verdaderas gemas. De “Il gatto a nove code” a “Non ho sonno”, de “Profondo rosso” a “Inferno”, de la rarísima y fascinante “La sindrome di Stehndal” a su última “La terza madre”, de la infravalorada “Tenebre” a la sobrevalorada “Suspiria”, en todas hay grandes cosas.
“Ti piace Hitchcock?” alcanza una vez más ese viejo anhelo de Argento, de mezclar suspense (una construcción a priori, que requiere una planificación detallada, de ardua e imaginativa puesta en escena) y terror (una consecuencia más incontrolable y por ello más habitualmente codificada) resultand
o siempre y hasta el último plano un puro entretenimiento, confiando en que todavía quede algún cinéfilo capaz de vibrar con una película sin pretensiones, que tome alegremente elementos de varios Hitchcock no en el sentido en que lo pudieron hacer Lynch en “Blue velvet” o Rohmer en “La femme de l´aviateur”, sin hacer variaciones sino directamente utilizando “Rear window”, “Strangers on a train”… y hasta “Body double” de De Palma como partes integrant
es del film.
“Ti piace Hitchcock?”, su film más a

Se dirá que no es sutil, que no asombra ni emociona, que es “de trazo grueso”, acumulativo, un simple prestidigitador. Sin duda esa máxima de “menos es más” no va con Dario Argento. Mil colores, chicas bonitas, violines que degüellan y pianos de ultratumba, velocidad y vértigo. Pero no es menos cierto que en los mejores momentos (no los más coherentes y precisos, no los mejor construidos; los más brillantes) es un ejemplo admirable de que el cine puede ser muchas cosas, también una serie de explosiones hetróclitas y fugaces.
Algunos “set pieces” a todo lo ancho y largo de su carrera son verdaderas gemas. De “Il gatto a nove code” a “Non ho sonno”, de “Profondo rosso” a “Inferno”, de la rarísima y fascinante “La sindrome di Stehndal” a su última “La terza madre”, de la infravalorada “Tenebre” a la sobrevalorada “Suspiria”, en todas hay grandes cosas.
“Ti piace Hitchcock?” alcanza una vez más ese viejo anhelo de Argento, de mezclar suspense (una construcción a priori, que requiere una planificación detallada, de ardua e imaginativa puesta en escena) y terror (una consecuencia más incontrolable y por ello más habitualmente codificada) resultand


Dario Argento es una rareza hoy día. Quién lo iba a decir en los 70, cuando su cine era acusado de "derivativo".
Desaparecidos sus maestros, no hay relevo, pero la llama sigue ardiendo.