Mostrando entradas con la etiqueta Shimazu Yasujir么. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Shimazu Yasujir么. Mostrar todas las entradas

s谩bado, 14 de marzo de 2015

EL GUSTO Y LA INGENUIDAD

"Okayo no kakugo" es realmente breve.
Aparte de durar s贸lo cincuenta y seis minutos, se despereza con un pre谩mbulo que no quiere presentar ni fijar "personalidades" sino introducir un momento, un instante - es un film contempor谩neo, con la segunda guerra entre China y Jap贸n al fondo y la mundial a la vista - y para colmo se resuelve con un interludio inusitadamente extenso y teatral: m谩s de diez minutos de kabuki que parecen recrear, reinterpretar, tal vez mirar desde otro punto de vista, lo sucedido.
Su sentido, su centro, no importa las veces que se contemple, se escurre entre los dedos como el agua, no tiene densidad, no sacia. 
Es tan s贸lo una chica, una actriz, una jovenc铆sima Tanaka Kinuy么 con el coraz贸n - ya no adolescente, el de una mujer, pero el mismo al fin y al cabo - roto. Nada menos. 
El misterio del cine de este gigante semidesconocido llamado Shimazu Yasujir么, redoblado al simplificarse. Nada menos.
Su maestra de baile le consuela. 脡l se casar谩 con otra. No pasa nada, es s贸lo una oportunidad de las que vendr谩n. Palabras que pronuncia quien vimos al comienzo comiendo con paciencia y deleite, demostrando haber aprendido una de las lecciones "necesarias" para ser adulto. Su marido march贸 al frente, gan贸 honores. Volver谩. Ahora es tiempo de cumplir con obligaciones y esperar tambi茅n para ella, admirada por todos.
Shimazu sin embargo filma el enamoramiento de la insignificante Okayo prendado de la misma tragedia por lo ef铆mero de un Oph眉ls o un Renoir.
La toma turbada cuando aparece por primera vez el apuesto fot贸grafo Shunsaku (Uehara Ken) en el que ya se hab铆a fijado antes de ponerse en marcha la pel铆cula, la centra en el plano y la reencuadra mientras lo sigue por la calle, la espera mientras se arregla el pelo mir谩ndose en un escaparate aunque la acci贸n se haya desplazado hacia un lateral, la observa c贸mo mira a Shunsaku leer el peri贸dico y c贸mo se decepciona porque 茅l no levanta la vista de las noticias, la pierde de vista un momento en un montaje paralelo para que veamos a la otra chica, la que simb贸licamente ocupar谩 "su lugar" aunque a煤n no sepamos ni qui茅n es ni el por qu茅 de esa interrupci贸n...
Sus l谩grimas desconsoladas cuando no s贸lo asume la p茅rdida sino tambi茅n cuando reconoce ante su maestra - y quiz谩 ante s铆 misma, terminando de vencer a su propio pudor - que lo quiere, no deja Shimazu que sean intrascendentes.
Esa especie de carga est谩tica, si se admite el paralelismo de pura F铆sica, que Okayo acumula con placer mientras alberga alguna esperanza, estalla en esos pocos segundos que son la contraportada de las fotograf铆as que 茅l le hizo, donde aparec铆a coqueta y feliz.
Adquiere entonces un valor extraordinario el fundido a negro que hizo Shimazu sobre una de ellas, que apenas record谩bamos como simp谩tico porque acompa帽aba a unas palabras de 茅l, dici茅ndole que las instant谩neas no le hacen justicia, las 煤nicas atentas que le dedica.
Como en alg煤n gran McCarey, no hay m谩s que tirar del hilo para caer en la cuenta que a esa escena, suced铆a una de una extra帽a audacia, con Okayo arrodillada junto al fon贸grafo cantando una canci贸n a capella cuando el disco se termin贸, un plano fijo de casi dos minutos (que Shimazu no corta y s贸lo deja que alguien lo "estropee" reclam谩ndola para que haga una de sus tareas, como a toda buena Cenicienta) que me parece el frugal resumen de la pel铆cula: la m煤sica y cuanto la interrumpe.   
A煤n m谩s hermoso y original es el que la devuelve al mimo de la c谩mara tras haber atendido a su torpe casero, ese en que recorre (m谩s abrigada, m谩s lentamente, pareciendo de hecho mayor) arriba y abajo el portal de la tienda donde 茅l acude a revelar sus fotograf铆as, un plano donde no sucede tampoco "nada", s贸lo crece un poco m谩s el desasosiego y la comedia se vuelve un poco m谩s, drama.
Tras el ins贸lito interludio so帽ado por ella con que parece clausurarse el film al que alud铆a al principio - que apuesto a que hubiese fascinado a DeMille - retorna Shimazu a la peque帽a y yaciente Okayo y la ventana donde cae la nieve de 1939.