Con el estreno de "L´heure d´eté", la última película de Olivier Assayas, aquí titulada (no por parecido, exacto, el sentido parece otro) "Las horas del verano" me acordé inevitablemente de la aún pendiente "Le petit Lieutenant" (2005), el impresionante último film de Xavier Beauvois, que tengo por el mejor "polar" de los últimos 15 años.
La película de Assayas, preciosista, de cadencioso y exacto ritmo, que se sigue con mucho interés, pero también en cierto sentido, timorata y sin acabar de tomar partido a tumba abierta por algo que desarrolla "en tercera persona" durante todo el metraje, viene a constatar que lo estamos haciendo tan rematadamente mal con este ritmo de trabajo o placer (tanto da, todo se acaba haciendo más rápido: hablar, comer, follar, dormir, desear, respirar... ) acelerado y sin tiempo para nada en que estamos inmersos, que estamos olvidando las cosas importantes de la vida. Perdimos la perspectiva y el pasado ya no nos importa: si fue glorioso, no sabremos valorarlo, si fue vergonzoso, lo olvidaremos sin aprender nada.
La película de Beauvois, actor correcto, es una de las experiencias más estimulantes de los últimos lustros en el género policiaco. Tiene la autenticidad de "Police" de Pialat, la elegancia de un gran Chabrol (de los de hace años) y el hálito del todavía gran Clint Eastwood.
Y viene a decir más o menos lo mismo que la película de Assayas. Ya nada podemos hacer. La delincuencia, las mafias organizadas, las hordas de maleantes (venidos de la Europa del este en este caso) ganaron la partida. A la policía le queda ir tras sus pasos, arreglando lo que puede, enmarañada en burocracia, oyendo mil barbaridades para olvidarlas al día siguiente como dice el personaje de Nathalie Baye, porque ya, como dice un taciturno bebedor en otra portentosa escena en la que Baye vuelve a beber después de creerse limpia durante dos años, ni siquiera París es ya lo que era, sin que nadie sepa cuando empezó a perderse esta batalla que ha resultado la Guerra.
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