miércoles, 13 de octubre de 2010

A UN GOLPE DE TIMÓN DE OTRAS VIDAS

Peyrol no es un héroe.
Sus toscas maneras y su mirada desconfiada, como la de un viejo león cansado, no le otorgan ese aura invicta, galante, desapegada - lo importante es permanecer, aunque sea en la memoria de los que nunca le conocieron -  y bandera de una y tal vez cualquier causa.
Le basta con sobrevivir, pisar tierra firme más de una semana seguida, como señala y tener de una vez por todas unos años tranquilos, quizá en algún punto de la costa africana, adonde desea dirigirse. No complicarse la vida con quimeras.
Como dos años antes la inolvidable "A high wind in Jamaica", de la que tal vez pudiese haber sido alternativa o imposible continuación europea para su protagonista en los años que sucedieron a la Revolución francesa, "L´avventuriero / The rover" (aunque es más italiana; en cierto modo entre ambos títulos está el que más le hubiese convenido) mi película favorita - y la única suya en la que a menudo pienso junto a su debut "Corridor of mirrors", aunque de esto último debe tener la culpa el agujero negro en que se convirtió "Vertigo" - del muy irregular Terence Young en 1967, se agarra fuerte a los recuerdos.
Tal vez porque veintitantos años después de aquella  "Blood and sand" (sobre Blasco Ibáñez, tan exitosas sus adaptaciones en el mudo como poco celebradas las del sonoro) de los primeros tiempos del color, allá por 1941, un poso permanece en las miradas cruzadas y en una de ella al final del film cuando lo siente derrotado y se retira del encuadre para no volver, algo de lo que compartieron, al parecer brevemente, fuera de los platós Anthony Quinn y la ya olvidada (¿todavía seguía en activo? se preguntaron muchos probablemente) Rita Hayworth, nieve sobre su cabello, aún bellísima después de mala vida y peor suerte.
Nada prefabricado hay en este melodrama disfrazado de película de aventuras bastarda y sin armonía, tan desequilibrada como emotiva, tan difícil de anticipar como varios Freda a los que tanto recuerda, apéndice - pero sin menosprecio: consigue que la partitura se escuche entre la música y realmente "suene" a Joseph Conrad - de un género que, como el western, aunque con menos llantos y un entierro más discreto, también se moría por esos años.
Precisamente la banda sonora de Morricone sirve bien para definir el film y toma riesgos donde menos se esperan.
Un hermoso arranque sinfónico que ilustra al único alarde, la única maniobra del diestro marino en retirada Peyrol, ese personaje perdido de Nicholas Ray, tan cortada y fulgurante que pareciera de Godard, da paso a unos desconcertantes órganos que saben a Maurice Tourneur, Griffith y Chaplin, que en primera instancia extrañan y con el paso de los minutos quizá apunten en una dirección muy lógica: el punto de vista de la niña-mujer que interpreta Rosanna Schiaffino sólo puede ser acompañado desde esa inocencia fundacional de aquellos primeros tiempos del cine.
Y es que "L´avventuriero" es una de esas películas por las que uno hubiese dado algo porque fuesen más grandes, porque Terence Young tuviese genio, porque ahondara en esa narusiana historia de amor que sólo vive en silencio Caterina y casi ni intuye Peyrol, porque estuviese a rebosar de poesía y fuese recordada para siempre.
Hablaba Truffaut de "grand film malade" al referirse a "A King in New York" y otras obras que el culto anteponía poco a poco a las películas más perfectas, sin advertir, entiendo yo, que son criterios distintos y nunca jerárquicos. Creo que no hay nada "enfermo" ni "nada falta" en una película tan maravillosa como esa y lo mismo puede opinarse de "L´avventuriero" que da mucho y aspira a poco, sirve para una buena discusión sobre estética y regala cuatro o cinco momentos - más que planos a veces, toda una escena - antológicos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Era difícil, Jesús, hacer justicia - sin pasarse tampoco, e inflarla - a esta pequeña e imperfecta película, que he adorado desde su estreno ya remoto, y he visto más veces de las que objetivamente se merece, porque contiene momentos (por desgracia interrumpidos, aislados y hasta chapuceramente resueltos) hermosos y emocionantes como pocos. Sin duda rodada con tan escaso presupuesto y tiempo como usualmente Ulmer o Freda, que Young hiciese esta película cuando estaba en su "cumbre" profesional JamesBondiana me hace pensar que amaba el libro de Conrad y que, por una vez, quería ser fiel a sí mismo, a su personalidad oculta. Y a Morricone debió inspirarle el copión, quizá visto en mudo...
Miguel Marías

Jesús Cortés dijo...

A mí de tanto verla ha acabado por parecerme mejor de lo que seguramente es. Adoro el arranque, que no desmerece a los mejores de DeMille o Walsh en el género.

C. V. Moure dijo...

No la he visto (habrá que ponerse a ello), pero la novela de Conrad es magnífica. Como casi todas las suyas, por otro lado.

Un saludo

Jesús Cortés dijo...

Hay hasta una chapucera edición en DVD aquí española, sin subtítulos y con la típica portada con fotos pixeladas que ya indica que la calidad no fue la prioridad del editor.