Raramente asociada al esplendor visual de la década en que aconteció, pródiga en ejemplos (recordemos algunas alianzas: la de los hermanos Renoir, la de Masao Tamai con Naruse, la de Winton C. Hoch con Ford, la de los dos Russell, Metty y Gausman, con Sirk, la de Gunnar Fischer y P. A. Lundgren con Bergman...) no ocupa un lugar muy destacado la incorporación de la imaginería del fotógrafo de origen húngaro John Alton al cine de Allan Dwan en el breve lapso de tiempo en que fue producido por el "freelancer" Benedict Bogeaus.
Para comienzos de la siguiente década, los tres ya habían abandonado el cine, tras legar siete películas concentradas en apenas tres años y que cronológicamente terminan con "Slightly scarlet", durante muchos años una de las pocas obras accesibles y más o menos reconocidas de Dwan y el más conseguido exponente probablemente de un discreto gran triunfo de equipo.
Para tener una visión más completa de esta última etapa de su obra, urgiría reconsiderar - y para ello habria que verla tal y como es, en widescreeen -, su película final, "Most dangerous man alive", estrenada con tres años de retraso en 1961 y absolutamente magnífica, para borrar ese recuerdo un poco "bajista" dejado por sus obras finales y por otro lado nunca sabremos cómo hubiese sido el ya de por sí extraordinario "The river's edge" - el último film que Bogeaus le produjo a Dwan - con la foto de Alton, de vuelta al aire limpio de las montañas y en cinemascope (el formato de las que filmaron fue ampliándose desde la cuadrada "Silver lode" a las cuatro últimas en superscope, pero sin llegar a 2,35:1).
Para tener una visión más completa de esta última etapa de su obra, urgiría reconsiderar - y para ello habria que verla tal y como es, en widescreeen -, su película final, "Most dangerous man alive", estrenada con tres años de retraso en 1961 y absolutamente magnífica, para borrar ese recuerdo un poco "bajista" dejado por sus obras finales y por otro lado nunca sabremos cómo hubiese sido el ya de por sí extraordinario "The river's edge" - el último film que Bogeaus le produjo a Dwan - con la foto de Alton, de vuelta al aire limpio de las montañas y en cinemascope (el formato de las que filmaron fue ampliándose desde la cuadrada "Silver lode" a las cuatro últimas en superscope, pero sin llegar a 2,35:1).
Fue una combinación inusual.
El ímpetu aventurero encarnado en el bullicioso Bogeaus, que había llegado al cine tras múltiples avatares walshianos, la múltiple y depurada habilidad narrativa de Dwan, fuertemente orientada desde sus comienzos en el silente hacia los ángulos menos transitados o imprecisos de cualquier personaje o historia que cayese en sus manos y la capacidad plástica, probada sobre todo en oscuros thrillers de los años 40 (por los que se le recuerda básicamente) y luminosos musicales recién inaugurados los 50, de Alton.
Pero dista de saber este cóctel sólo a burbujas de cromatismo.
Es la presentación de los personajes (y suelen ser tan inusuales: Lance Fuller en "Cattle Queen of Montana", Ronald Reagan en "Tennessee's partner", Arlene Dahl en "Slightly scarlet"...) dada aún mejor si cabe que antaño, en un simple trazo que sin embargo saca todo el partido a marco, luz y posición corporal.
Es el partido emocional que se saca a los vestuarios (de mujeres como Rhonda Fleming en "Tenneessee's partner", Barbara Stanwyck en "Escape to Burma", Lizabeth Scott en "Silver lode", pero incluso globalmente, como los abundantes y premonitorios cambios de la muy intrincada "Passion") muy parecidos a los que le gustaba poner en práctica a Nicholas Ray.
Es la capacidad de los objetos para comunicar aspectos de los personajes que no se verbalizaron y hasta se eludieron (incluso los edificios y los trazados de las calles pueden hablar sin matices expresionistas: la ejemplar geografía ajedrecística de "Silver lode"), aunque parezcan rutinarios o sin importancia.
No por ser la última de ellas como apuntaba, más bien por la inmersión en un género nuevo para Dwan tan codificado como el cine negro - tampoco en el antiguo cine de gangsters ambientó obra alguna -, "Slightly scarlet" es un rutilante ejemplo de nueva mirada a un terreno ya casi agotado por abuso de estereotipos, que de repente parece lleno de posibilidades.
Sin relación con un viejo film de Louis Gasnier del mismo título filmado en plena era precode, lo cierto es que "Slightly scarlet" podría, por su atrevido desarrollo, ser no obstante una actualización de aquellos films previos a que cayera el yugo puritano de la MPDAA, catalogados, tal vez exageradamente, como los más libres hechos en Hollywood.
Basada en una gran novela de John M. Cain (y quizá tomando algo prestado de una historia algo anterior de John Lee Mahin, "Johnny Eager", llevada al cine por Mervyn Leroy), el ritmo elíptico pero explícito, la llamativa iluminación focalizada a partes de la anatomía o el decorado - a la vieja usanza, con el efecto de los spotlights utilizados en el blanco y negro - o el aprovechamiento de cualquier diálogo para transmitir una lectura turbia del relato, hacen que el film, en apariencia un thriller canónico, parezca alternativamente (cuando no, todo al mismo tiempo) un melodrama pasional que trae a la memoria por momentos a un gran y atípico Stahl ("Leave her to heaven"), un despiadado análisis sociológico y político donde no queda títere con cabeza o un drama psicológico y soterradamente romántico que comunica a Tourneur con Minnelli.
Un film tan tardío que no tuvo descendencia "clásica", quedando ya sólo como referencia para alguno de los próximos cineastas de la nouvelle vague.
No podría decirse sin embargo que la puesta en escena siempre lógica y nada adornada de Dwan, sufriera una estilización inesperada, producto de los tiempos.
Como le ocurriría consecutivamente a Boetticher (con Randolph Scott y Harry Joe Brown), hay precedentes inmediatamente anteriores a la coalición con Bogeaus y Alton - obras maestras, mates y sin reputación como "Angel in exile" o "Surrender", multicolores e insólitas como "Montana Belle" o "Woman they almost lynched") y está esa "heredera" tan gloriosa citada anteriormente, "The river's edge", que anuncian o recogen las bellezas de estos films que excavan una y otra vez hasta hacer aparecer un fulgor sostenido tal vez desaparecido de su cine desde sus más grandes películas mudas, "The Iron Mask" y "Robin Hood", ya entonces realmente crepusculares y no tan entusiastas como las filmadas casi treinta años después.
Baste esa comparación (y no es la única ni la más enjundiosa cinematográficamente) entre estas películas que se cierran con "Slightly scarlet" y aquellas tan recordadas del final del mudo, para comprender fácilmente por qué los nuevos westerns, films de aventuras y este thriller, no han gozado del prestigio otorgado a aquellos grandes y admirados títulos.
Uno de los cineastas que mejor reflejó el poder del dinero, maduró sin dirigirse a una cima, sino a márgenes, a desvíos y eso es lo que permanece porque es lo legítimo: los huecos, los puntos de fuga.
Algunas explicaciones y algunas escenas convenientemente cerradas en lugar de este indetectable juego de miradas y de expectativas constantemente rectificadas, harían caminar al film a un paso seguro, pero le harían perder toda su razón de ser.
Porque no hay película más rotundamente moderna que "Slightly scarlet".
¿Qué cineasta presente que no se llame Jean-Claude Brisseau sería capaz de contar con semejante economía de medios, riesgo y elegancia cómo un gangster pone a un político en un puesto importante, le roba la chica y le coloca a un jefe de policía manejable, sin hacerlos cruzar una sola palabra ni que compartan plano?
El ímpetu aventurero encarnado en el bullicioso Bogeaus, que había llegado al cine tras múltiples avatares walshianos, la múltiple y depurada habilidad narrativa de Dwan, fuertemente orientada desde sus comienzos en el silente hacia los ángulos menos transitados o imprecisos de cualquier personaje o historia que cayese en sus manos y la capacidad plástica, probada sobre todo en oscuros thrillers de los años 40 (por los que se le recuerda básicamente) y luminosos musicales recién inaugurados los 50, de Alton.
Pero dista de saber este cóctel sólo a burbujas de cromatismo.
Es la presentación de los personajes (y suelen ser tan inusuales: Lance Fuller en "Cattle Queen of Montana", Ronald Reagan en "Tennessee's partner", Arlene Dahl en "Slightly scarlet"...) dada aún mejor si cabe que antaño, en un simple trazo que sin embargo saca todo el partido a marco, luz y posición corporal.
Es el partido emocional que se saca a los vestuarios (de mujeres como Rhonda Fleming en "Tenneessee's partner", Barbara Stanwyck en "Escape to Burma", Lizabeth Scott en "Silver lode", pero incluso globalmente, como los abundantes y premonitorios cambios de la muy intrincada "Passion") muy parecidos a los que le gustaba poner en práctica a Nicholas Ray.
Es la capacidad de los objetos para comunicar aspectos de los personajes que no se verbalizaron y hasta se eludieron (incluso los edificios y los trazados de las calles pueden hablar sin matices expresionistas: la ejemplar geografía ajedrecística de "Silver lode"), aunque parezcan rutinarios o sin importancia.
No por ser la última de ellas como apuntaba, más bien por la inmersión en un género nuevo para Dwan tan codificado como el cine negro - tampoco en el antiguo cine de gangsters ambientó obra alguna -, "Slightly scarlet" es un rutilante ejemplo de nueva mirada a un terreno ya casi agotado por abuso de estereotipos, que de repente parece lleno de posibilidades.
Sin relación con un viejo film de Louis Gasnier del mismo título filmado en plena era precode, lo cierto es que "Slightly scarlet" podría, por su atrevido desarrollo, ser no obstante una actualización de aquellos films previos a que cayera el yugo puritano de la MPDAA, catalogados, tal vez exageradamente, como los más libres hechos en Hollywood.
Basada en una gran novela de John M. Cain (y quizá tomando algo prestado de una historia algo anterior de John Lee Mahin, "Johnny Eager", llevada al cine por Mervyn Leroy), el ritmo elíptico pero explícito, la llamativa iluminación focalizada a partes de la anatomía o el decorado - a la vieja usanza, con el efecto de los spotlights utilizados en el blanco y negro - o el aprovechamiento de cualquier diálogo para transmitir una lectura turbia del relato, hacen que el film, en apariencia un thriller canónico, parezca alternativamente (cuando no, todo al mismo tiempo) un melodrama pasional que trae a la memoria por momentos a un gran y atípico Stahl ("Leave her to heaven"), un despiadado análisis sociológico y político donde no queda títere con cabeza o un drama psicológico y soterradamente romántico que comunica a Tourneur con Minnelli.
Un film tan tardío que no tuvo descendencia "clásica", quedando ya sólo como referencia para alguno de los próximos cineastas de la nouvelle vague.
No podría decirse sin embargo que la puesta en escena siempre lógica y nada adornada de Dwan, sufriera una estilización inesperada, producto de los tiempos.
Como le ocurriría consecutivamente a Boetticher (con Randolph Scott y Harry Joe Brown), hay precedentes inmediatamente anteriores a la coalición con Bogeaus y Alton - obras maestras, mates y sin reputación como "Angel in exile" o "Surrender", multicolores e insólitas como "Montana Belle" o "Woman they almost lynched") y está esa "heredera" tan gloriosa citada anteriormente, "The river's edge", que anuncian o recogen las bellezas de estos films que excavan una y otra vez hasta hacer aparecer un fulgor sostenido tal vez desaparecido de su cine desde sus más grandes películas mudas, "The Iron Mask" y "Robin Hood", ya entonces realmente crepusculares y no tan entusiastas como las filmadas casi treinta años después.
Baste esa comparación (y no es la única ni la más enjundiosa cinematográficamente) entre estas películas que se cierran con "Slightly scarlet" y aquellas tan recordadas del final del mudo, para comprender fácilmente por qué los nuevos westerns, films de aventuras y este thriller, no han gozado del prestigio otorgado a aquellos grandes y admirados títulos.
Uno de los cineastas que mejor reflejó el poder del dinero, maduró sin dirigirse a una cima, sino a márgenes, a desvíos y eso es lo que permanece porque es lo legítimo: los huecos, los puntos de fuga.
Algunas explicaciones y algunas escenas convenientemente cerradas en lugar de este indetectable juego de miradas y de expectativas constantemente rectificadas, harían caminar al film a un paso seguro, pero le harían perder toda su razón de ser.
Porque no hay película más rotundamente moderna que "Slightly scarlet".
¿Qué cineasta presente que no se llame Jean-Claude Brisseau sería capaz de contar con semejante economía de medios, riesgo y elegancia cómo un gangster pone a un político en un puesto importante, le roba la chica y le coloca a un jefe de policía manejable, sin hacerlos cruzar una sola palabra ni que compartan plano?
9 comentarios:
No hay que cansarse nunca de reivindicar a Dwan. Mi favorita sigue siendo Tennessee's Partner, la mejor película de Hawks que nunca rodó el maestro.
Bueno, a lo que voy. Ya que mencionas a John Alton -personaje curioso que llegó a dirigir en Argentina (de las que sólo he visto una y no está nada mal, Puerta cerrada) y cuyo mejor trabajo como fotógrafo es, para mí, en blanco y negro, The Big Combo-, Alton, decía, trabajó varias veces con Bernard Vorhaus y quería preguntar por este ignorado cineasta. He visto Three Faces West, que me parece fabulosa, y he oído cosas intrigantes de otras como The Affairs of Jimmy Valentine o The Amazing Mr. X.
Ángel
No conozco los films argentinos de Alton y tal vez valga la pena investigar.
Aparte de estos trabajos con Dwan y del que citas con JH Lewis, de su carrera me quedo con su trabajo en "Reign of terror", "Tea and sympathy" y "Mystery street"
De Vorhaus he visto sólo 4: esa excelente "Three faces west", el rarísimo musical negro "Way down south" del 39 (que resulta divertido "cruzar" con "Gone with the wind"), un melo(drama) con John Wayne, "Lady from Louisiana", que me pareció bien y una de cine negro de la que apenas recuerdo nada, "Bury me dead" de finales de los 40 y que encontré siguiendo la pista de Cathy O'Donnell.
Gran película. A mi me recordó mientras la veía la manera tan misteriosa de narrar y de tratar a los personajes de Tourneur, y visualmente me venía a la cabeza Minelli.
Con Allan Dwan, que sé que es muy apreciado en este blog, he tenido suerte dispar, aunque me queda muchísimo por ver. De las que he visto más recientemente, me parecieron excelentes ésta y Silver lode, y no me gustaron mucho The restless breed y una muda, Tide of empire. Las otras que he visto suyas fueron hace demasiado tiempo para emitir una opinión fiable.
Saludos
Me parecen valiosas tanto "The restless breed" como "Tide of empire", pero no las incluiría entre sus grandes obras.
Sobre "Tide..." Dwan dijo y hasta hay fotos de rodaje, que Buster Keaton hace un cameo como vagabundo, pero yo no lo ví.
Hay una tarea importante con Dwan y es revisar los años 30, donde hay mucho desperdigado y en copias lamentables, con sonido especialmente atroz, casi tan malo como el cine sudamericano de esos años.
Cada vez que veo la película solamente al llegar al final caigo en que el héroe no es sino un gangster más, como bien explicitas Jesús en el último párrafo de tu entrada. Un gangster educado y de modales tranquilos, pero tan corrupto y ávido de dinero como el resto.
Debe ser la película de serie B en la que menos se nota la escasez del presupuesto y del tiempo de rodaje. Pero es que, encima, la sensación que da es de riqueza deslumbrante. Creo que esto lo consigue al menos por tres medios: con su colorido variado y luminoso, sobre todo en exteriores (que se realza al contrastar con la oscuridad de algunos interiores), haciendo enormes dos de los decorados (la sala de entrada del departamento de las chicas y la de la casa del jefe de los gangsters) y eligiendo como protagonistas a dos mujeres tan impresionantemente guapas como Rhonda Fleming y Arlene Dahl (pienso en su lugar en otras actrices tan buenas como ellas pero de una belleza discreta y siento que se encoge la película resultante).
John Payne, un actor más versátil de lo que parece, es perfecto para estos papeles que las estrellas de la época rechazarían por tener tantos dobleces. Puede tener un gesto cariñoso o hasta honesto, pero en la siguiente situación se mostrará despreciable y arribista, quedando lo anterior como una "debilidad", que nunca es subrayada como tal.
Bastante de acuerdo con las apreciaciones de Rodrigo, pero más que la belleza de las actrices_por otro lado evidente sobre todo en el caso de Rhonda Fleming_ hablaría de la adecuación de ambas a los papeles (algo que le faltaba a Barbara Stanwyck en Perdición, adaptación del mismo escritor inferior a la de Dwan en todos los sentidos pese a la mítica que arrastra), lo mismo pasa con Payne, ignoro si era un actor excepcional pero desde luego me cuesta trabajo pensar en otro actor que no sea él en los westerns, películas negras y de aventuras que interpretó, tenía una ambigüedad que se ajustaba perfectamente. Dahl transmite vulgaridad y morbidez, Fleming represión, carnalidad (tenía uno de los mejores cuerpos de los años 50) y cierta altanería. Uno de los mayores placeres que ha deparado el dvd (y la difusión en internet de películas casi desaparecidas) es el descubrimiento de Dwan,quizá demasiado limitada a los años 50. Esperemos que, como dice Jesús Cortés, sigan apareciendo obras de los 30 (y añadiría de los 20 y los 40).
Molist
Hola, Molist,
Seguramente, respecto a la belleza de las actrices, no he sabido explicarme, sobre todo al relacionarlas con la sensación de riqueza que da la película. Por supuesto, son estupendas intérpretes y están perfectamente elegidas para sus respectivos papeles (como sucede con el resto del elenco), pero, además, no es que sean guapas (como imagino que se señalaría en el guión al describirlas en su primera aparición) es que son guapísimas, de una sensualidad y belleza pasmosas (cierto, la de Rhonda Fleming aún mayor, cuesta mirar los subtítulos cuando está en pantalla). Esa belleza, esa carnalidad tan infrecuentes (como la de Marilyn, la de Jane Russell, la de Kim Novak) son un atractivo único que contribuye a la magnificencia de la película.
Así, sin tener en verdad muchos medios, se consigue dar sensación de riqueza: parece que va aparejada a colores tan luminosos, a habitaciones tan grandes, a mujeres tan guapas.
Como hace mucho que tengo a Dwan por uno de los más grandes, y aunque este año espero ver alguna más en Bolonia, sí diría que entre las 55 que llevo vistas (entre 1916 y el final) no hay ninguna mala (y eso que las hay míseras y absurdas, incluso disparatadas), y que tal vez mis favoritas no sean las más famosas o más celebradas: The Iron Mask(29), The River's Edge(57), Angel in Exile(48), The Inside Story(48), Slightly Scarlet (56), Silver Lode(54), Tennessee's Partner(55), Passion(54), Cattle Queen of Montana(54), While Paris Sleeps(32), Chances(31), Robin Hood(22), Surrender(50), Up In Mabel's Room(44), Escape To Burma(55), Montana Belle(48//51/2), Woman They Almost Lynched(52), Driftwood (47), Most Dangerous Man Alive(58//60), Suez(38), Pearl of the South Pacific(55) y Manhandled(24) me parecen insólita y originalísimamente magistrales. Un verdadero cineasta "underground" desde los años 30. Y quedan por ver (si existen aún) montañas.
Vorhaus está lejos de esas alturas, e hizo muchas menos, pero es un tipo sumamente interesante. De las nueve que he logrado ver sólo "Three Faces West" me parece una obra maestra, pero "Bury Me Dead" y "The Amazing Dr.X"/"The Spiritualist" me parecen muy buenas.
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