No hay que ser demasiado sagaz para advertir que "Bonne chance!" es el resultado de una luna de miel.
Casado en febrero, ya por tercera vez, con Jacqueline Delubac, Sacha Guitry filma en abril no su debut, pero sí su obra fundacional, la primera de una voraz decena de obras maestras producidas en apenas cuatro años y hasta su divorcio de Jacqueline poco antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial; todas menos una, con ella de protagonista.
Sus declaraciones (declamaciones más bien: pocas concesiones ni segundas lecturas eran posibles ante sus ingeniosos parlamentos), siempre tan vitriólicas como elusivas, en nada discernían romance de realidad, pero pocas veces en la historia del cine ha virado de tal manera la carrera de un autor ya maduro (tenía cincuenta años) con una vida entregada al teatro, a escribir, lejana e incipientemente a la dirección de películas, ya fuese la veinteañera Delubac divina fuente de inspiración o sólo un afortunado acicate.
Sus declaraciones (declamaciones más bien: pocas concesiones ni segundas lecturas eran posibles ante sus ingeniosos parlamentos), siempre tan vitriólicas como elusivas, en nada discernían romance de realidad, pero pocas veces en la historia del cine ha virado de tal manera la carrera de un autor ya maduro (tenía cincuenta años) con una vida entregada al teatro, a escribir, lejana e incipientemente a la dirección de películas, ya fuese la veinteañera Delubac divina fuente de inspiración o sólo un afortunado acicate.
Muy poco antes, en "Pasteur", su primer largometraje, estrenado simultáneamente con "Bonne chance!" ese año de 1935 (y oscureciéndolo con su éxito de dominical serio), Guitry había ejecutado una suerte de desprendimiento de una serie de lastres de escenario apropiado para su cine subsiguiente. Básicamente incidió en ellos para asegurarse de no volver nunca más a necesitarlos.
Baste comparar esa híbrida y aún fría "Pasteur" con la exuberante "Le roman d'un tricheur" un año después, otra "biografía" ya opuesta en todos los sentidos, no sólo en la elección del personaje sino en su concepción del espacio, de la dirección de actores, en sus audacias y despreocupaciones narrativas, en sus cambios de tono, en su sentido del humor.
"Bonne chance!" parece pues la obra de un cineasta completamente nuevo.
Viaje, decía, sí, pero como se vería más claramente un poco más adelante, viaje sobre todo mental, de la imaginación, que también puede materializarse - y nada fundamental cambia - si se sueña y se comparte la seducción experimentada sólo con el uso de la palabra.
Un vendaval de vitalidad y encanto, la peripecia bon vivant del clochard chapliniano Claude incorporado por Guitry y la bella Marie, gastando alegremente un dinero llovido del cielo por tres continentes en una celebración de la vida, estructura el film en rápidos episodios, un auténtico "ábrete sésamo" de sus recursos como cineasta.
Sorprendente anticipación de algunos elementos de "Limelight" y hasta de "A Countess from Hong Kong" más que deudora de alguna de las joyas mudas de Chaplin (interesante paralelismo con Pagnol: ambos debían supuestamente "demasiado" al genio inglés pero los dos filmaron grandes films sonoros antes que el maestro), "Bonne chance!" mezcla azar y lógica, delicadeza y pobreza, jovial aliento aventurero y una defensa del humanismo más radical: valemos por lo que pensamos, aunque no tengamos donde caernos muertos.
En ese terreno si se piensa un momento, tan difícil, que a veces parece el de Gregory LaCava y otras el de Ernst Lubitsch, se mueve hallando también un rigor moral irrenunciable "Bonne chance!", con simplicidad, divertidamente, regateando toda trascendencia.
Por momentos su mirada parece, como la del primero, casi "extranjera" (dura, desencantada, seca) que sólo se siente cómoda si se dirige a los peculiares, a los marginados, a los excéntricos.
En la escena siguiente, se entrega, como el segundo, a una vindicación de tantos placeres que nos han hecho creer que son banalidades y que son la base de la libertad: hacer lo que nos dé la gana, comportarnos como niños, despreciar reglas.
Semejante combinación poco difiere de la formulada veinticinco años después por Jean-Luc Godard en "À bout de souffle".
El éxito de ese balance en las distancias cortas (las únicas que le interesan) tiene mucho que ver con el contrapunto crédulo de Delubac, que encaja sin pestañear el flirteo y las sorpresas continuas de Sacha como las parejas de Fred Astaire hacían con sus pasos de baile. En sus grandes ojos se refleja y casi flota Sacha, reverdeciendo viejos trucos e inventando citas cultas que parecen oídas en tugurios.
Quizá sería aventurado hablar de "Bonne chance!" como la verdadera primera gran comedia del cine francés, el más antiguo y variado desde el principio, pero sí sería justo otorgarle la ovación que recibieron Clair y otros antes por films infinitamente menos contagiosos y originales.
Baste comparar esa híbrida y aún fría "Pasteur" con la exuberante "Le roman d'un tricheur" un año después, otra "biografía" ya opuesta en todos los sentidos, no sólo en la elección del personaje sino en su concepción del espacio, de la dirección de actores, en sus audacias y despreocupaciones narrativas, en sus cambios de tono, en su sentido del humor.
"Bonne chance!" parece pues la obra de un cineasta completamente nuevo.
Viaje, decía, sí, pero como se vería más claramente un poco más adelante, viaje sobre todo mental, de la imaginación, que también puede materializarse - y nada fundamental cambia - si se sueña y se comparte la seducción experimentada sólo con el uso de la palabra.
Un vendaval de vitalidad y encanto, la peripecia bon vivant del clochard chapliniano Claude incorporado por Guitry y la bella Marie, gastando alegremente un dinero llovido del cielo por tres continentes en una celebración de la vida, estructura el film en rápidos episodios, un auténtico "ábrete sésamo" de sus recursos como cineasta.
Sorprendente anticipación de algunos elementos de "Limelight" y hasta de "A Countess from Hong Kong" más que deudora de alguna de las joyas mudas de Chaplin (interesante paralelismo con Pagnol: ambos debían supuestamente "demasiado" al genio inglés pero los dos filmaron grandes films sonoros antes que el maestro), "Bonne chance!" mezcla azar y lógica, delicadeza y pobreza, jovial aliento aventurero y una defensa del humanismo más radical: valemos por lo que pensamos, aunque no tengamos donde caernos muertos.
En ese terreno si se piensa un momento, tan difícil, que a veces parece el de Gregory LaCava y otras el de Ernst Lubitsch, se mueve hallando también un rigor moral irrenunciable "Bonne chance!", con simplicidad, divertidamente, regateando toda trascendencia.
Por momentos su mirada parece, como la del primero, casi "extranjera" (dura, desencantada, seca) que sólo se siente cómoda si se dirige a los peculiares, a los marginados, a los excéntricos.
En la escena siguiente, se entrega, como el segundo, a una vindicación de tantos placeres que nos han hecho creer que son banalidades y que son la base de la libertad: hacer lo que nos dé la gana, comportarnos como niños, despreciar reglas.
Semejante combinación poco difiere de la formulada veinticinco años después por Jean-Luc Godard en "À bout de souffle".
El éxito de ese balance en las distancias cortas (las únicas que le interesan) tiene mucho que ver con el contrapunto crédulo de Delubac, que encaja sin pestañear el flirteo y las sorpresas continuas de Sacha como las parejas de Fred Astaire hacían con sus pasos de baile. En sus grandes ojos se refleja y casi flota Sacha, reverdeciendo viejos trucos e inventando citas cultas que parecen oídas en tugurios.
Quizá sería aventurado hablar de "Bonne chance!" como la verdadera primera gran comedia del cine francés, el más antiguo y variado desde el principio, pero sí sería justo otorgarle la ovación que recibieron Clair y otros antes por films infinitamente menos contagiosos y originales.
10 comentarios:
Veo que nadie se anima a participar y supongo que, en buena parte, debe ser por la dificultad de ver obras de Guitry. Sólo se han editado “Si Versaille m’était conté…” y “Napoléon”, películas que me han gustado bastante pero que los que conocen y valoran su obra no las colocan entre las muchas grandes que hizo. Fuera de la excelente “Remontons les Champs-Élysées” (y de “Memorias de un tramposo”, que leí hace poco) nada más conocía de él hasta justo ahora, cuando un alma caritativa me ha pasado “Le Diable boiteux”.
Jesús, todos los hallazgos que señalas en tu entrada sobre “Bonne chance!” (concepción del espacio, dirección de actores, audacias narrativas, cambios de tono, sentido del humor…, también “la seducción experimentada sólo con el uso de la palabra”) creo que se aplican perfectamente a “Le Diable boiteux”. Supongo que la primera es la obra de un hombre maduro enamorado de nuevo y por ello feliz y, aunque atemperadas, lleno de ilusiones. Trece años después ya no hay romanticismo en su postura vital sino cinismo (que trata, pero no lo consigue, de ocultar la emoción) y lucidez. Su mirada es la desencantada de un viejo; y comprensiva.
El continuo despliegue de ingenio, ironía e inteligencia con frecuencia me sobrepasa. Un grande.
Todo cambia de nuevo con respecto a su cine de los 40 con "La poison", de lo más corrosivo y políticamente incorrecto rodado jamás y llega a sus últimos films (tras ese paso "de qualité" en que también las hay buenas), en particular al menospreciado - y extraordinario en mi opinión - "Assassins et voleurs", con el mismo empuje que en muchas de sus grandes películas de los 30.
La losa de la falta de subtítulos (doblarlo es fatal, como a Sordi, Jerry Lewis, Groucho o cualquier gran comediante) ha pesado aquí y en todas partes demasiado.
Sobre Guitry pesan como losas varias maldiciones, estéticas e ideológicas, que desembocan en una asombrosa falta de curiosidad (si no recuerdo mal, su ciclo y un miniciclo de Pagnol fueron de los que atrajeron menos público en la historia de la Filmoteca. Me gustaría que los idólatras de Billy Wilder y los admiradores de Lubitsch y Mankiewicz se decidieran algún día a mirar a fondo la obra magnífica (ya he logrado ver todo) de Sacha Guitry. Seguro que, si su admiración por los otros tres es sincera, iban a disfrutar.
Ah! No es "Pasteur" de lo mejor ni de lo más característico de Guitry,y es una de varias no completamente dirigidas por él (en este caso, con Fernand Rivers), pero yo la encuentro ya muy notable, y reveladora del lado serio (y nada cínico) que (como Lubitsch, Sternberg, Stroheim, Preminger, Mankiewicz, Leisen o Wilder) también tenía. Para mí, las imprescindibles de Guitry serían: La Vie d'un honnête homme (1952), Désiré(1937), Bonne chance!(1935), Le Nouveau Testament(1936), Faisons un rêve...(1936), Mon père avait raison(1936), La Poison(1951), Les Trois font la Paire(1957), Assassins et Voleurs(1956), Le Diable boîteux (Talleyrand)(1948), Ils étaient neuf célibataires(1939), Remontons les Champs-Elysées(1938), La Malibran(1943), *Je l'ai été 3 fois!(1952),*Deburau(1950), Les Perles de la couronne(1937), Le Destin fabuleux de Désirée Clary(1942), Le Roman d'un tricheur (1936), Tu m'as sauvé la vie(1950), Ceux de chez nous(1914-15//39//52)... por lo menos.
Hola Miguel,
El otro día (dándole vueltas a Guitry) justo estaba pensando que, partiendo de él, podría trazarse una línea que pasara por Sirk (sobre todo el de “A Scandal in Paris”) y por Mankiewicz y que acabase en Rohmer (uniéndolos en cuanto a que en ellos destaca la inteligencia, el gusto por la ironía y por la palabra, la aparente frialdad… -y cierto, si a todo esto se añade el humor a las claras, tenemos a Lubitsch, y a Wilder). Pensaba esto porque me parece un poco ilógico que Rohmer en sus últimos años reivindicara a Carné cuando tiene mucho más en común (por lo poco que sé de éste) con Guitry: en Carné (de cuyo “realismo poético” comprendo que se le asigne el segundo término, pero habría que matizar bastante la aplicación del primero, sería en todo caso un realismo en segundo grado) la puesta en escena, la iluminación, están muy marcados, es un director (como Powell, por poner un solo ejemplo) de estudio. Todo esto está en las antípodas del cine de Rohmer, cuya puesta en escena tiende a la invisibilidad, como, con otro estilo, hace Guitry (repito, ateniéndome a lo poco que he visto de él), más pendiente de lo que cuentan (y cómo lo cuentan) los actores/personajes; por cierto, sus actores no interpretan de forma tan solemne o tan consciente como los de Carné, y, aunque Guitry trabajara con actores de teatro o con actores de mucho renombre (y con actores teatrales de renombre), sus interpretaciones son sueltas y relajadas (se nota que hacen su trabajo con agrado y profesionalidad, pero no para conseguir un Gran Premio al Mejor Actor). También en Carné hay una solemnidad, una consciencia de la importancia de lo que está haciendo y, lógicamente, una falta de humor impropios de Rohmer y de Guitry.
Buena parte de los cinéfilos son admiradores de Rohmer, y otra buena parte, aún mayor, admira a Woody Allen. Estoy seguro que, si se deciden a conocerlo, a la mayoría les gustará Guitry.
Como admirador de Rohmer y Woody Allen (y Wilder y Mankiewicz y Lubitsch), intentaré comprar o ver obras de Guitry.
Es cierto que, visto desde fuera, desde alguien aficionado al cine pero que no ha visto ninguna de este director, no es a priori de los que cuentan con más prestigio ni "coartadas" estéticas, sociológicas o políticas que animen a descubrirlo.
Sí recuerdo haber leído no sé cuándo un muy interesante artículo de Manuel Hidalgo (en El Cultural) sobre Guitry, pero en su faceta general como intelectual, no en concreto como cineasta.
Gracias por la recomendación.
Por cierto, he encontrado el artículo de M. Hidalgo sobre Guitry y me permito pegar unos párrafos que me parecen atractivos:
"Cuando François Truffaut -todavía crítico de cine- reivindica encendidamente a Sacha Guitry, recién fallecido, en 1957, el luego director no duda en situarlo a la altura de Ernst Lubitsch, compararlo sin complejos con su querido Jean Renoir y colocarlo por encima de René Clair. Truffaut afirma que el toque Guitry reside en la malicia.
Sin embargo, algo falla, y el lector lo ha tenido que notar hace rato. ¿Por qué desconocemos tan profundamente la obra de Guitry en España?
Bueno, como que me voy a abstener de citar títulos en francés para no aburrir ni irritar a quienes hayan llegado hasta aquí.
Está claro que Guitry, 50 años después, no está valorado en Europa, ni mucho menos, como un cineasta a la altura de los tres nombres que Truffaut citaba. De las treintaytantas películas de Guitry, aproximadamente sólo cuatro fueron estrenadas en algún momento en nuestro país. Ahora mismo sólo hay una -Si Versalles pudiese hablar (1953)-, accesible en DVD. Sus textos teatrales y sus otros libros no se editan entre nosotros, y para encontrar algo hay que recurrir con suerte a una librería de viejo. Sus comedias no se montan en los teatros, y al respecto -y no sólo en España- existe la idea de que Guitry ha quedado como un chispeante comediógrafo de bulevar al gusto francés y, más concretamente, parisino, con el pecado de origen de haber sido totalmente indiferente a las vanguardias".
Hola Luis,
Desde que Hidalgo escribió su artículo se han editado en España su novela “Memorias de un tramposo” y el DVD de “Napoléon”. A dos jóvenes cinéfilos que, cada uno por su lado, me dijeron que habían visto “Napoléon” y “Si Versailles m’était conté…” y que les había gustado mucho, les respondí que a mí también, pero que los que admiran la obra de Guitry las dejan en un segundo plano (Lourcelles, por ejemplo, las tilda de académicas). Ahora que acabo de ver “Le Diable boiteux” (mi recuerdo de “Remontons les Champs-Élysées” es demasiado lejano) puedo asegurar que es extraordinaria, y muy superior a esas dos.
Así pues en España lo poquísimo editado no incluye nada de las grandes obras de Guitry. A ver si se animan los editores y, puestos a pedir, de paso traen también a otros gigantes franceses (Feuillade, Pagnol, Eustache) de quienes por estos lares no hay publicado absolutamente nada.
Cierto, Luis y Rodrigo, haría falta que alguien muy "creador de tendencias" reivindicara a Guitry para que nadie se decidiera a inspeccionar su amplia obra (incluyo sus libros, sus memorias, etc.); recuerdo que me miraban con cara rara cuando hace un montón de años yo decía que Stefan Zweig era magnífico, y ahora casi todo el mundo estaría de acuerdo. No sé si llegará a suceder con Guitry alguna vez, desde luego no parece que de inmediato. Yo recomendaría a los escépticos (pero francoparlantes a la fuerza, me temo) que vieran "Le Diable boîteux", "Ils étaient neuf célibataires", "Desiré" y "Bonne chance!". Para mí, de todo el cine francés sólo pondría por encima de él a Renoir, Godard y Ophuls.
En cuanto a la dirección de actores, el secreto de su naturalidad a las órdenes del enorme actor que fue Guitry era muy sencillo: rodaba muy deprisa, en muy pocos días, una pieza que casi todos los actores se sabían ya de memoria por haberla representado 100 veces en la escena. Pero como los filmaba de una manera nada teatral, las acusaciones de "teatro filmado" resultan tan injustificadas como en Pagnol. Además, ambos son muy divertidos y muy emocionantes.
He visto algunas de Guitry y me parece un gran descubrimiento también Pagnol aunque he visto menos de él. Por casualidad alguno tiene los subtítulos en español para "La Vie d'un honnête homme" que parece imposible de hallarlos por la web???
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