A principios de la década de los 50, cuando habían pasado poco más de veinte años del final de la era silente, muchas de las estrellas de aquellos tiempos seguían muy presentes, si no físicamente, sí al menos en el recuerdo del público que abarrotó las salas de cine en que se forjaron sus mitos.
El conocimiento o la cercanía temporal del espectador respecto a historias que versasen sobre esos años, ya no se podría dar más "de primera mano" en cuanto la siguiente generación, digamos la tercera o quizá cuarta desde el nacimiento del cine, llenara las plateas.
Esa próxima hornada sería la primera para la que iba a ser "útil" o hasta imprescindible la Historia y, secundariamente, la crítica de cine.
De cualquier auditorio, quienes podrían advertir tergiversaciones o inexactitudes en el tratamiento de cualquier aspecto del cine mudo sin acudir a hemeroteca alguna, recurriendo sólo a sus propios recuerdos, eran relativamente una minoría. Y eran personas maduras.
Esa próxima hornada sería la primera para la que iba a ser "útil" o hasta imprescindible la Historia y, secundariamente, la crítica de cine.
De cualquier auditorio, quienes podrían advertir tergiversaciones o inexactitudes en el tratamiento de cualquier aspecto del cine mudo sin acudir a hemeroteca alguna, recurriendo sólo a sus propios recuerdos, eran relativamente una minoría. Y eran personas maduras.
En plena efervescencia y renovación de varios géneros, evolucionando todos con celeridad tras el paréntesis de la guerra, no es casual entonces que las más incisivas películas filmadas utilizando como materia prima - más o menos fresca, a veces sólo su hermoso cadáver - el viejo cine mudo (obviamente las reconocidas "Singin' in the rain", "Sunset Blvd." o "The bad and the beautiful") estén concentradas en apenas un par de años para tratar de acaparar el mayor abanico posible de público, nostálgico o ávido de novedades, pero se decanten por satisfacer sobre todo a la mayoría, a quienes nunca mantuvieron un contacto directo y menos aún cotidiano con él.
Participando, como las mencionadas, en distintas proporciones de esos géneros y centrada también en los estertores del mudo, cuando la grandeza de tantos directores, técnicos e intérpretes se vio interrumpida o malograda por la llegada del sonoro, "Hollywood story" es otra de las grandes películas fascinadas con esa memoria y sin duda la más desconocida de todas.
Participando, como las mencionadas, en distintas proporciones de esos géneros y centrada también en los estertores del mudo, cuando la grandeza de tantos directores, técnicos e intérpretes se vio interrumpida o malograda por la llegada del sonoro, "Hollywood story" es otra de las grandes películas fascinadas con esa memoria y sin duda la más desconocida de todas.
Su director, William Castle, no sería popular hasta bien entrados los años 50, ya con esa nueva "promoción" de chicos y chicas a la que me refería, haciendo cola a la entrada de los teatros. A ellos básicamente se entregó Castle a partir de entonces y le fue muy bien.
Desde su debut a mitad de los 40 y hasta que llegó su gran éxito y faro para el futuro, "The tingler" en 1959 (coincidente con otro de los mayores que cosechó, "House on Haunted Hill"), Castle venía filmando cuatro o cinco películas al año, a veces más, en todo tipo de terrenos: aventuras, westerns, bélicas, thrillers...
"Hollywood story" es en buena medida una más de ellas, indistinguible sobre el papel de otros rápidos policiacos como los de la serie "The whistler", con los que había cobrado cierta notoriedad un lustro atrás.
Se eleva "Hollywood story" sobre todos los demás vistos y recordados porque está tan bien construido, medido y contado que resulta, antes que agradable y modesto, verdaderamente apasionante.
Un muy buen reparto, con Richard Conte y la bonita Julia Adams más algunos de los grandes secundarios del cine americano (Henry Hull, Jim Backus, Richard Egan, Fred Clark... raro el que no tenía múltiples habilidades y talentos), un guión muy hábil de Frederick Kohner y unos decorados obra de un verdadero conocedor de los "dos cines", Russell Gausmann (unas imágenes de "The phantom of the Opera", su debut, aparecen un instante), dotan al film de la necesaria verosimilitud.
Tal exactitud circunstancial o el encaje sin estridencia alguna en la estela de ese recordado (pero apenas escenificado) año 1929 es lo más parecido a un "control de calidad", que aseguraba unos estándares que poco después el cine perdió, a veces en beneficio de mayores audacias, que no serían eternas.
Supongo que eran los tiempos (grosso modo de esplendor artesanal, término que para alguno debe sonar a contrasentido) en que había gente que sabía si las cosas se hacían bien o mal.
Donde se esmera y más brilla "Hollywood story" no es tanto en esa perfección formal, tan extendida, sino en la disposición emocional de sus piezas dentro del misterio sin resolver que narra.
Utiliza, como las otras obras antes mencionadas, una voz en off, más efectiva (y menos efectista) que la de "Sunset Blvd." porque el tono (y el mismo narrador, un personaje tangencial) ni añade misterio o un matiz evocador ni conduce el juego de apariencias y de miradas entre los protagonistas, que funcionan independientemente.
Quizá suceda eso porque "Hollywood story" no mitifica el cine mudo y menos aún quiere convertirse en su forense. Era el pasado y nada más.
En cualquiera de estas películas, con cuotas parecidas a las antes descritas respecto al público, intervinieron recién llegados pero también quienes tuvieron importancia y se habían labrado una reputación en el esplendor de los años 20. Muchos de estos últimos nunca aceptaron (ni acertaron a comprender que el cambio sólo obedecía a razones comerciales) por qué no pudieron coexistir ambos mundos y uno sepultó al otro sin remedio.
Aquí hay varios colaboradores del joven Castle que lo conocieron muy de cerca: varios actores, el mencionado Gausmann, el director artístico Bernard Herzbrun, etc.
La mirada realista, dignificada, que tiene el film para con aquellos años, que no sea un subproducto ni una baratija que recogiese las migajas de un "Sunset Blvd.", se nota en el trabajo de todos, incluso en el de los veteranos figurantes con o sin frase que aparecen en el rodaje que contiene el film, de vuelta al mundillo tras años fuera de él.
Dirigirse a un público más reducido, ser un complemento fabricado "en serie" propicia en esta ocasión, sorprendentemente si no fuera porque en esos años abundaban las sorpresas, un tratamiento nada derivativo y sin hipérboles de lo que sus "mayores" en buena medida hicieron (y no quiero decir que la única que encuentro superior a ella, "Singin' in the rain", no esté precisamente conseguida en los aspectos paródicos o irónicos).
De su fluidez y concisión resulta una rara gema del cine negro, un poco excéntrica - sin un resuello pero sin perder tampoco el humor -, curiosamente un traje a a medida para uno de los actores que por desgracia sólo hace un cameo, Joel McCrea.
Se eleva "Hollywood story" sobre todos los demás vistos y recordados porque está tan bien construido, medido y contado que resulta, antes que agradable y modesto, verdaderamente apasionante.
Un muy buen reparto, con Richard Conte y la bonita Julia Adams más algunos de los grandes secundarios del cine americano (Henry Hull, Jim Backus, Richard Egan, Fred Clark... raro el que no tenía múltiples habilidades y talentos), un guión muy hábil de Frederick Kohner y unos decorados obra de un verdadero conocedor de los "dos cines", Russell Gausmann (unas imágenes de "The phantom of the Opera", su debut, aparecen un instante), dotan al film de la necesaria verosimilitud.
Tal exactitud circunstancial o el encaje sin estridencia alguna en la estela de ese recordado (pero apenas escenificado) año 1929 es lo más parecido a un "control de calidad", que aseguraba unos estándares que poco después el cine perdió, a veces en beneficio de mayores audacias, que no serían eternas.
Supongo que eran los tiempos (grosso modo de esplendor artesanal, término que para alguno debe sonar a contrasentido) en que había gente que sabía si las cosas se hacían bien o mal.
Donde se esmera y más brilla "Hollywood story" no es tanto en esa perfección formal, tan extendida, sino en la disposición emocional de sus piezas dentro del misterio sin resolver que narra.
Utiliza, como las otras obras antes mencionadas, una voz en off, más efectiva (y menos efectista) que la de "Sunset Blvd." porque el tono (y el mismo narrador, un personaje tangencial) ni añade misterio o un matiz evocador ni conduce el juego de apariencias y de miradas entre los protagonistas, que funcionan independientemente.
Quizá suceda eso porque "Hollywood story" no mitifica el cine mudo y menos aún quiere convertirse en su forense. Era el pasado y nada más.
En cualquiera de estas películas, con cuotas parecidas a las antes descritas respecto al público, intervinieron recién llegados pero también quienes tuvieron importancia y se habían labrado una reputación en el esplendor de los años 20. Muchos de estos últimos nunca aceptaron (ni acertaron a comprender que el cambio sólo obedecía a razones comerciales) por qué no pudieron coexistir ambos mundos y uno sepultó al otro sin remedio.
Aquí hay varios colaboradores del joven Castle que lo conocieron muy de cerca: varios actores, el mencionado Gausmann, el director artístico Bernard Herzbrun, etc.
La mirada realista, dignificada, que tiene el film para con aquellos años, que no sea un subproducto ni una baratija que recogiese las migajas de un "Sunset Blvd.", se nota en el trabajo de todos, incluso en el de los veteranos figurantes con o sin frase que aparecen en el rodaje que contiene el film, de vuelta al mundillo tras años fuera de él.
Dirigirse a un público más reducido, ser un complemento fabricado "en serie" propicia en esta ocasión, sorprendentemente si no fuera porque en esos años abundaban las sorpresas, un tratamiento nada derivativo y sin hipérboles de lo que sus "mayores" en buena medida hicieron (y no quiero decir que la única que encuentro superior a ella, "Singin' in the rain", no esté precisamente conseguida en los aspectos paródicos o irónicos).
De su fluidez y concisión resulta una rara gema del cine negro, un poco excéntrica - sin un resuello pero sin perder tampoco el humor -, curiosamente un traje a a medida para uno de los actores que por desgracia sólo hace un cameo, Joel McCrea.
9 comentarios:
Entre lo poco que conozco de Castle destaca "Homicidal", hecha (con desvergüenza e ingenio) "a la manera" de "Psycho". Dentro de sus lógicas limitaciones y modestos alcances, es sorprendente y, en un segundo grado (también al estilo de Hitchcock), regocijante.
A mí la que más me gusta, de las pocas que he visto, es "When Strangers Marry". Las de culto, tipo "The Tingler", me hacen poca gracia.
También estaba simpática "Matinee" de Joe Dante, inspirada en Castle.
Ángel
Curiosa la deriva adolescente de "Psycho", sí, un film sin un guiño juvenil.
"When strangers marry" también me parece estupenda.
Dante tiene varias bien hechas y divertidas, desde los 70 hasta ahora.
A mí me gusta mucho su primera peli.
"Homicidal" y "House on Haunted Hill" me parecen curiosas, simpáticas, estrafalarias, impredecibles. Tampoco mucho más.
Habrá que ver más, claro.
Son todas malas a rabiar, la verdad.
Luis Mrtz.
Hollywood Story está muy bien escrita. La dirección de Castle es fluida aunque sin mayor inventiva, centrándose en un muy buen control de los actores (magníficos secundarios y una más que bonita Julia Adams), pero hacia la resolución final todo flaquea, y el sabor que queda es de lo más convencional. Desdeñar Sunset Boulevard en nombre de esta agradable y menor película, parece una moda: es cierto que, como el All about Eve de Mankiewicz, la cinta de Wilder se excede en seriedad y en tener un ojo puesto en la posteridad, pero también consigue, en ciertas secuencias, la grandeza que le falta a toda la obra de Castle.
Carlos Puig.
¿Una moda? pues acabo de enterarme.
Yo no "desdeño" a ese gran Wilder por decir que ésta me parece mejor. Debe haber más de mil películas que me parecen mejores que "SB", entre ellas, casi una decena del mismo Wilder.
Castle no es defendible en bloque, las tiene que son poca cosa, pero eso no impide que le saliera algo como esto, bastante discreto y nada aparente, pero magnífico.
A Luis Mrtz
Las películas de Castle de su periodo 1957-1965 son películas agradables _una más que otras_, modestas y que no pretendían otra cosa que entretener. Desde luego no son obras maestras pero tampoco lo pretendieron nunca. En los 80, 90 y a lo largo de este siglo cada año aparecen montones de películas de terror con las mismas intenciones y casi todas son inferiores a la de Castle. En el cine hay genios pero también profesionales que sobreviven intentando hacer productos de fácil consumo y cómodo olvido. Tampoco creo que haya que disparar contra éstos con tanto desprecio.
Idoia
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