Restaurada y reestrenada en 2012, pero aún pendiente de edición doméstica o de una difusión más allá del circuito de festivales de aquella parte del mundo, "Lewat djam malam" (1953), permanece a estas alturas semioculta, como un recóndito clásico del cine indonesio, uno de los más desconocidos de entre los muy activos orientales en esos años.
Es tan generalizado el esplendor de este arte en la década de los 50, que sin necesidad de saber una palabra de su autor, Usmar Ismail, la sorpresa de que un film históricamente importante y en su día muy popular sea una obra extraordinaria, es relativa. Tampoco es inusual que tuviese razón Pierre Rissient, un paladín de esta cinematografía.
Es tan generalizado el esplendor de este arte en la década de los 50, que sin necesidad de saber una palabra de su autor, Usmar Ismail, la sorpresa de que un film históricamente importante y en su día muy popular sea una obra extraordinaria, es relativa. Tampoco es inusual que tuviese razón Pierre Rissient, un paladín de esta cinematografía.
Quizá para muchos ojos occidentales, entonces o (peor aún) ahora, Ismail no sea un cineasta deslumbrante, una auténtica "alternativa" - un par de meridianos más al este y un par de años anterior - a la recordada eclosión de "Pather panchali" como gran foco de interés tras la revelación nipona de un lustro antes.
Atendiendo a lo que puede contemplarse en este film y lo intuido en alguno anterior visto sin subtítulos, las señas de identidad de su cine son más bien inevitables y ningún ingrediente exclusivo lo preside.
Son conceptos e ideas intemporales y por entonces universales como el equilibrio, el sentido del espacio, la fluidez y la musicalidad, el rigor o la habilidad para no quedar aplastado entre mil justificaciones socio-políticas que la coyuntura de turno invitaba a aprovechar, los elementos que distinguen su quehacer.
Tan pobre excusa es el exotismo para rebuscar debajo de las piedras amontonadas en alguna parte, como una necedad hacer de menos a quien no responde al canon estético establecido al azar de lo que se pudo conocerse primero del cine de un país o un continente, como nos ha enseñado la tardía revelación de Shimizu Hiroshi, Chen Bai y otros maestros profundamente originales y sin embargo tan discretos, tan sencillos.
Lo que importa es que "Lewat djam malam" no es película para amarillentos libros de consulta, sino una vibrante y trágica historia de rebeldía focalizada en este apesadumbrado Iskandar, de vuelta de una "revolución" que era, como tantas otras, también una farsa para favorecer a unos cuantos, un inadaptado al panorama decepcionante que se ha dibujado conforme ha triunfado la revuelta; un mundo utilitario y viejo hecho a la medida de una oligarquía sectaria que quiere lo de siempre: que nada se mueva y todo se olvide; un mundo sin sitio para alguien no muy diverso de tantos personajes inolvidables alumbrados por contemporáneos de Umar Ismail como Nicholas Ray, Stanley Donen, Jacques Tourneur, Joseph Mankiewicz, Naruse Mikio o Anthony Mann.
Ahí radica precisamente el mayor asombro que causa el film.
Hasta el jazz que a menudo suena en su banda sonora vive en el presente, nada alude a otra época y ni siquiera hay que mirar obligatoriamente, como sería muy normal, a los años 40, a tantos films de posguerra de William Wyler, William Dieterle, Orson Welles, Lewis Milestone o Fred Zinnemann - por no hablar de neorrealismos -, obras no precisamente baldías ni pasadas de moda, con una larga sombra que aquí no se divisa: los meandros con canciones son hawksianos, la noche rápida y espesa es de Preminger, los flashbacks encajarían en un Fuller.
Ismail no hace palimpsestos y combina todo sentida e imaginativamente, como quizá también hicieron compatriotas suyos como Wim Umboh o Nya Abbas Akup, sobre los que convendría investigar a fondo.
Atendiendo a lo que puede contemplarse en este film y lo intuido en alguno anterior visto sin subtítulos, las señas de identidad de su cine son más bien inevitables y ningún ingrediente exclusivo lo preside.
Son conceptos e ideas intemporales y por entonces universales como el equilibrio, el sentido del espacio, la fluidez y la musicalidad, el rigor o la habilidad para no quedar aplastado entre mil justificaciones socio-políticas que la coyuntura de turno invitaba a aprovechar, los elementos que distinguen su quehacer.
Tan pobre excusa es el exotismo para rebuscar debajo de las piedras amontonadas en alguna parte, como una necedad hacer de menos a quien no responde al canon estético establecido al azar de lo que se pudo conocerse primero del cine de un país o un continente, como nos ha enseñado la tardía revelación de Shimizu Hiroshi, Chen Bai y otros maestros profundamente originales y sin embargo tan discretos, tan sencillos.
Lo que importa es que "Lewat djam malam" no es película para amarillentos libros de consulta, sino una vibrante y trágica historia de rebeldía focalizada en este apesadumbrado Iskandar, de vuelta de una "revolución" que era, como tantas otras, también una farsa para favorecer a unos cuantos, un inadaptado al panorama decepcionante que se ha dibujado conforme ha triunfado la revuelta; un mundo utilitario y viejo hecho a la medida de una oligarquía sectaria que quiere lo de siempre: que nada se mueva y todo se olvide; un mundo sin sitio para alguien no muy diverso de tantos personajes inolvidables alumbrados por contemporáneos de Umar Ismail como Nicholas Ray, Stanley Donen, Jacques Tourneur, Joseph Mankiewicz, Naruse Mikio o Anthony Mann.
Ahí radica precisamente el mayor asombro que causa el film.
Hasta el jazz que a menudo suena en su banda sonora vive en el presente, nada alude a otra época y ni siquiera hay que mirar obligatoriamente, como sería muy normal, a los años 40, a tantos films de posguerra de William Wyler, William Dieterle, Orson Welles, Lewis Milestone o Fred Zinnemann - por no hablar de neorrealismos -, obras no precisamente baldías ni pasadas de moda, con una larga sombra que aquí no se divisa: los meandros con canciones son hawksianos, la noche rápida y espesa es de Preminger, los flashbacks encajarían en un Fuller.
Ismail no hace palimpsestos y combina todo sentida e imaginativamente, como quizá también hicieron compatriotas suyos como Wim Umboh o Nya Abbas Akup, sobre los que convendría investigar a fondo.
5 comentarios:
Hace unos diez años leí en el Cahiers francés una no muy larga información sobre un director del sudeste asiático que merecía ser descubierto en Occidente. Lo que más despertó mi interés fue que se le asemejara al Walsh de la época. ¿Pudo tratarse de Ismail?
No lo sé, Rodrigo. Mi impresión es que debe haber un puñado de cineastas valiosos por aquellos lares, anteriores a Nugroho y compañía.
Pinta bien, aunque aquel "Tigre de Tjampa" que circuló hace unos años era bastante rudimentario. Tampoco el clásico por excelencia del cine indonesio, "Tjoet Nja’ Dhien", me pareció ninguna obra maestra (aunque la que yo vi era una copia editada para su estreno en Australia, creo). Sea como sea, seguro que hay mucho material interesante por descubrir.
Una reciente que sí me parece notable es "Dead Time: Kala". Está avalada por Tony Rayns.
Por cierto, hablando de películas defendidas por Rissient, ¿alguien ha visto "Tell No Tales" de Leslie Fenton?
Ángel
Ninguna relación con ese Djajakusuma, Ángel.
La de Fenton parece interesante, miraré. Tiene varias buenas en los 40, pero anteriores no he visto ninguna.
Por cierto que habrá que ocuparse alguna vez de las que dirigió el propio Rissient.
No conozco tampoco ese Fenton; no sería raro que fuera interesante, pues suelen serlo.
De Pierre Rissient, la que he visto ("Cinq et la peau") está muy bien. Pero la otra ("One Night Stand") que no hay manera de ver; según él mismo me ha dicho, sin visos de que se edite; se lo pregunto cada vez que lo veo. Hasta me ha dado la impresión de que él no quiere.
En cuanto a cine indonesio "antiguo", fue Rissient quien en un "Cahiers" ya no amarillo pero como de los 60 aún (etapa Filipacchi), en la sección (fuera de índices cuando los sacaban) "Petit Journal", habló de varios films indonesios de los 40 y 50 que encontraba comparables a los mejores de guerra de Walsh o Fuller... Hasta ver en Bolonia este film de Usmar Ismail que comenta ahora Jesús no tuve ocasión de comprobarlo, y desde entonces ninguna más.
Miguel Marías
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