Durante un breve periodo de tiempo, las películas de Alan Rudolph tuvieron una gran audiencia y una considerable fortuna crítica.
Imagino que los integrantes de ese segundo grupo, negarían ahora haberle concedido esa gracia con más vehemencia que los del primero, pero en todo caso ni los revivals que tiene cualquier década, han traído de vuelta su cine. La suya, cuando más brilló su estrella, fue desde luego la más voluble de todas, la de los años 80.
Es posible que cuando el nombre de Rudolph significó algo, se confundiese el distinguido discurrir de sus películas con la pretensión de resultar moderno, ese esnobismo que lo anegaba todo.
Alguien tan preocupado como él por los afectos o las relaciones personales y por ello tan fuera de su tiempo (y de cualquier otro anterior o posterior: el sino de los "sentimentales"), no podía hacer gran cosa por alargar en el tiempo el "equívoco" de su fama, basada en aspectos superficiales o una moda con la que debía estar sincronizado y en consecuencia su nombre ha sido borrado de la lista de los grandes directores americanos, por muy estrechos que sean los límites temporales que se tomen.
Un poco antes de resultar familiar para cualquier cinéfilo y un poco después de haber dejado atrás sus comienzos en el "horror b", Rudolph rueda en 1978 el film noir "Remember my name", olvidado salto adelante incluso por encima de la sombra de Robert Altman que le cobijaba. Faltaban aún unos años para que llegaran "Choose me", "Trouble in mind", "Made in heaven" o "The moderns", las películas con las que estuvo en boca de todos y que ahora acompañan en algún confortable limbo a los vinilos de It Bites, Neville Brothers, Robbie Robertson, Bad English, Dear Mr. President, The Blue Nile, el gran Terence Trent D'Arby, mis queridos Boston y todos los que ilusamente pensaron que en los 80 llegaba la perfección, la cuadratura del círculo del pasado.
Por la música habría que empezar a hablar de "Remember my name" porque con los elegantes blues escogidos por el mítico productor John Hammond - ya retirado, pero con una lista tan imponente de descubrimientos a sus espaldas, que todavía todos callaban cuando hablaba - apareciendo en cualquier momento de la banda sonora, con la cuidada planificación de cada encuadre o panorámica, con ese cromatismo fuerte pero de apariencia sedosa - debido al nunca bien ponderado Tak Fujimoto - o con su muy característica continuidad hipnótica en la narrativa, todos ellos elementos a poco que se piense absolutamente propios del género - pero perennemente asociados a otra era, otros ambientes y formas de vestir, otro lenguaje, otra variante de inmoralidad - "Remember my name" quizá embellezca pero desde luego no falsea la turbiedad desarraigada y violenta que la atraviesa.
De hecho, cualquiera puede sorprenderse ahora si la conoce por primera vez o la revisita y se encuentra tantas equivalencias "impropias": con los melodramas de Sirk desde hacía años actualizados por Fassbinder, con tantas ideas de puesta en escena asignadas al cine futuro de David Lynch y tan pocas inspiradas en las del trabajo de Wim Wenders o Robert Altman como se repetía siempre. Dentro de este terreno resbaladizo del cine negro, el parentesco más claro lo tiene con films realmente anómalos y muy poco con los más canónicos del género.
Ese dato es revelador acerca de las nulas intenciones actualizadoras que siempre tuvo. De haberse tratado de un aprovechado que se dedicaba a disfrazar convenientemente a glorias pasadas para hacerlas parecer nuevas, ¿cómo podría haberse fijado en películas destempladas y malogradas comercialmente de Ulmer, Feist o Haas?
Quizá erró Rudolph la decisión de no ser vanguardistamente "pictórico" - aunque pocos cineastas más influidos por los cuadros de Edward Hopper o George Bellows puede haber -, se desapegó del documental, no se conformó con poder expresarse libremente con los nuevos medios a su disposición y se empeñó en utilizarlos para sublimar y pulir el gran cine que le rondaba la cabeza.
En cualquier caso, se trata de una gran película sobre las apariencias, la mentira y la privacidad, un absorbente pulp psicológico construido sobre la presencia singular de Geraldine Chaplin, por entonces medio españolizada, un film de terror, un melodrama indigente y, no sé bien por qué, una película almacenada en mi memoria al lado de varias (y no solo "Berlin Blues", como se puede suponer) de Ricardo Franco.
Imagino que los integrantes de ese segundo grupo, negarían ahora haberle concedido esa gracia con más vehemencia que los del primero, pero en todo caso ni los revivals que tiene cualquier década, han traído de vuelta su cine. La suya, cuando más brilló su estrella, fue desde luego la más voluble de todas, la de los años 80.
Es posible que cuando el nombre de Rudolph significó algo, se confundiese el distinguido discurrir de sus películas con la pretensión de resultar moderno, ese esnobismo que lo anegaba todo.
Alguien tan preocupado como él por los afectos o las relaciones personales y por ello tan fuera de su tiempo (y de cualquier otro anterior o posterior: el sino de los "sentimentales"), no podía hacer gran cosa por alargar en el tiempo el "equívoco" de su fama, basada en aspectos superficiales o una moda con la que debía estar sincronizado y en consecuencia su nombre ha sido borrado de la lista de los grandes directores americanos, por muy estrechos que sean los límites temporales que se tomen.
Un poco antes de resultar familiar para cualquier cinéfilo y un poco después de haber dejado atrás sus comienzos en el "horror b", Rudolph rueda en 1978 el film noir "Remember my name", olvidado salto adelante incluso por encima de la sombra de Robert Altman que le cobijaba. Faltaban aún unos años para que llegaran "Choose me", "Trouble in mind", "Made in heaven" o "The moderns", las películas con las que estuvo en boca de todos y que ahora acompañan en algún confortable limbo a los vinilos de It Bites, Neville Brothers, Robbie Robertson, Bad English, Dear Mr. President, The Blue Nile, el gran Terence Trent D'Arby, mis queridos Boston y todos los que ilusamente pensaron que en los 80 llegaba la perfección, la cuadratura del círculo del pasado.
Por la música habría que empezar a hablar de "Remember my name" porque con los elegantes blues escogidos por el mítico productor John Hammond - ya retirado, pero con una lista tan imponente de descubrimientos a sus espaldas, que todavía todos callaban cuando hablaba - apareciendo en cualquier momento de la banda sonora, con la cuidada planificación de cada encuadre o panorámica, con ese cromatismo fuerte pero de apariencia sedosa - debido al nunca bien ponderado Tak Fujimoto - o con su muy característica continuidad hipnótica en la narrativa, todos ellos elementos a poco que se piense absolutamente propios del género - pero perennemente asociados a otra era, otros ambientes y formas de vestir, otro lenguaje, otra variante de inmoralidad - "Remember my name" quizá embellezca pero desde luego no falsea la turbiedad desarraigada y violenta que la atraviesa.
De hecho, cualquiera puede sorprenderse ahora si la conoce por primera vez o la revisita y se encuentra tantas equivalencias "impropias": con los melodramas de Sirk desde hacía años actualizados por Fassbinder, con tantas ideas de puesta en escena asignadas al cine futuro de David Lynch y tan pocas inspiradas en las del trabajo de Wim Wenders o Robert Altman como se repetía siempre. Dentro de este terreno resbaladizo del cine negro, el parentesco más claro lo tiene con films realmente anómalos y muy poco con los más canónicos del género.
Ese dato es revelador acerca de las nulas intenciones actualizadoras que siempre tuvo. De haberse tratado de un aprovechado que se dedicaba a disfrazar convenientemente a glorias pasadas para hacerlas parecer nuevas, ¿cómo podría haberse fijado en películas destempladas y malogradas comercialmente de Ulmer, Feist o Haas?
Quizá erró Rudolph la decisión de no ser vanguardistamente "pictórico" - aunque pocos cineastas más influidos por los cuadros de Edward Hopper o George Bellows puede haber -, se desapegó del documental, no se conformó con poder expresarse libremente con los nuevos medios a su disposición y se empeñó en utilizarlos para sublimar y pulir el gran cine que le rondaba la cabeza.
En cualquier caso, se trata de una gran película sobre las apariencias, la mentira y la privacidad, un absorbente pulp psicológico construido sobre la presencia singular de Geraldine Chaplin, por entonces medio españolizada, un film de terror, un melodrama indigente y, no sé bien por qué, una película almacenada en mi memoria al lado de varias (y no solo "Berlin Blues", como se puede suponer) de Ricardo Franco.
11 comentarios:
Otro que ha pasado de una excesiva sobrevaloración en los años 80 a un injusto olvido. Tampoco estaba nada mal Welcome to L. A. De las últimas sólo recuerdo la presencia de Neil Young y de la desaprovechada Anne Archer en una cuyo título no recuerdo y que la fórmula ya no funcionaba como antes. Aunque ninguna de sus películas, ni si quiera la mejor, comparable a la canción homónima de Pink Floyd.
Hombre, si comparar películas suele ser injusto, hacerlo con canciones...
No es de las que me gustan de Rudolph "Welcome to LA", la veo demasiado a la zaga de "Nashville". En realidad, creo que poco tiene que ver con Altman si le sale algo bueno y las tiene incluso muy posteriores, como "Afterglow" del 98.
Y estamos de acuerdo, gran canción, conocida sobre todo por haber sido versioneada por Bowie, que también lo hizo muy bien.
Los primeros Floyd, justo hasta el multiplatino "The dark side of the moon" - que nunca me ha parecido para tanto -, eran una de las grandes bandas británicas y "The piper at the gates of dawn" (donde incluyeron "See Emily play" finalmente - un disco a la altura de los hitos de aquellos años a ambos lados del Atlántico: "Revolver", "The Velvet Undergorund", "Odessey and oracle", "Somethin' else", "Forever changes", "If you can believe your eyes and ears", "Are you experienced?", "Disraeli gears", "Friday on my mind", "Fifth dimension", "Between the buttons", "Safe as milk", "Music from Big Pink", "Pet sounds" o "Blonde on blonde".
Jesús,no he logrado acceder a la película que comentas,aunque para todos los amantes del Jazz clásico,es una alegría leer tu referencia a John Hammond.
En cambio,si vi “Choose Me “. Película muy original,de gran belleza plástica y con un rol esencial de la banda sonora. Tiene la estructura narrativa y formal de un cuento de hadas...aunque el fondo y los personajes no pertenecen a ese género.Rudolph muestra un mundo propio,cerrado,sin conexión con la realidad habitual. Un mundo sin familias,sin niños,sin parejas estables,sin amistades . Un mundo de solteros y solteras tratando de comunicarse ,usando habitualmente la relación sexual casi como único o,al menos,inicial vinculo.
Me impresiona como un film experimental,muy bien hecho,muy cuidado. Me depara sentimientos contrapuestos : por un lado admiración por el atrevimiento y originalidad. Por otro,no me convencen los personajes ni me parecen convincentes ,al menos en buena parte,sus relaciones.
Ruy
Me sumo a la admiración por los primeros Pink Floyd y muy especialmente por "The Piper at the Gates of Dawn". Pero me temo que "See Emily Play" no era parte del disco original, sino un single publicado independientemente. Otra cosa es que en futuras reediciones se haya incluido como extra, o que quizás en algún otro país fuera del Reino Unido sí se incluyese en el disco (no era tan raro por entonces que cambiase el listado de temas según el país en el que se publicaba un LP). Anecdótico en todo caso, porque bebe del mismo espíritu.
Genjuro
Mi favorita es "Made in heaven", Ruy, la que más me conmueve. Ojalá al cine americano le quedaran "experimentadores" como Rudolph.
Dije, Genjuro, que el tema de Floyd "finalmente" se incluyó en "The piper..." y me refería - no lo dije - a la edición americana, donde además (era la costumbre: ¡hasta "Jumpin´ jack flash" y "Honky tonk women" de los Stones solo fueron sencillos aislados!), se recogió otro de los grandes temas de Barrett perdidos en siete pulgadas, "Arnold Layne". La edición original del album no contenía ninguna de las dos canciones efectivamente.
No comprendí el afán coleccionista de mis mayores (no mis padres precisamente, gente que conocí y de la que aprendí) por los singles hasta que descubrí que buena parte de las grandes canciones de los 60 - y evidentemente venía de antes y en los 40 y 50 lo que no había prácticamente era lp's, solo recopilatorios) había que conseguirlas comprando dos veces el mismo disco, las ediciones inglesa y americana, cuando no una tercera vez en label australiana o una cuarta argentina. Yo tengo discos repetidos hasta seis veces, todos distintos, a veces, lo confieso, solo por la portada.
Hola Jesús, me gustaría preguntarte por la película Passport to Pimlico, de H. Cornelius aprovechando que está, o estaba hasta hace poco, de actualidad el tema. ¿Qué te parecen la película y el director?
Un saludo
Fernando
Muy simpática, sí, aunque nada de gracia, lo mires por donde lo mires, tiene lo de Cataluña, que es supongo a lo que te refieres.
Me parece agradable todo lo que he visto de Cornelius.
Por supuesto, la situación no es graciosa. Vivo en Cataluña. Me enteré de la existencia de esta película hace poco, aún no la he conseguido y quería saber tu opinión. Gracias
Saludos
Fernando
Recomiendo (aunque dé pena comparar los muy diferentes grados de amabilidad y humor) ver "Passport to Pimlico" y, de hecho, las demás de Cornelius, además de otras muchas de la Ealing. No por casualidad, influyeron (y mucho más que el neorrealismo italiano, poco visto y apenas estrenado) en el cine español de los 50, desde Berlanga a Fernán-Gómez y pasando por otros menores. El cine inglés casi nunca ha sido tan malo como se ha pretendido, a veces por parte de los propios británicos de la generación siguiente a los Crichton, Mackendrick, Cornelius, Dearden, etc. Creo incluso que visto ahora, con perspectiva histórica, y tras el Brexit, resulta todavía más interesante. Casi diría que cualquier cosa producida por Michael Balcon vale la pena.
En cuanto a Alan Rudolph, para mí es un misterio qué le pasó. Bajo la engañosa sombra de Altman, no se le debió apreciar lo bastante y al final se rindió ¿o se pasó a la televisión o se retiró? La verdad es que hace mucho que ni se ve nada suyo ni suena que se le espere en ningún festival, como pasó durante años con Jancsó, en circunstancias muy diferentes, aunque también fue víctima de haberse "pasado de moda", o de haber sobrevivido a esa moda.
Hola Jesús, ¿Hay alguna forma de acceder a los subtítulos en español para esta "Remember My Name" de Alan Rudolph?.
Me temo que no y me parece que ni siquiera en inglés. Si ya decía yo que su moda había pasado...
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