La última película filmada por Otakar Vávra antes del "cierre" de la cinematografía de la Checoslovaquia estalinista en febrero del 48, es una de las muestras más desasosegantes de la ciencia ficción europea.
"Krakatit" desde luego no hubiese pasado la férrea censura instaurada pocos meses después y cuesta incluso creer que llegara a estrenarse en 1947; su marcado tono irreal y onírico apenas disimula que, si bien adopta el punto de vista de un personaje que genera pocas identificaciones - un científico, delirante y amnésico -, alcanza con claridad a los miedos y presentimientos sobre el futuro inmediato compartidos por millones de desinformadas personas de toda condición.
En la frontera entre el cine negro más expresionista, el cine político y el drama pesadillesco, cruce de caminos en el que nacerá un par de años después una de las películas más influyentes de la década, "The third man" de Carol Reed, se mueve el film de Vávra con llamativo desinterés por el neorrealismo que inundaba ya medio continente y que pronto sería también el "estilo obligatorio" adoptado por las autoridades de su país. Unos mandatarios, por cierto, que en el afán de oponerse al cine americano, debían recordar de antes de la guerra un cine enemigo muy diverso al verdadero de esos años en que aparecen los primeros grandes, inquietos y complejos Preminger, Ray, Polonsky, Ulmer, Tourneur, Fleischer, Zinnemann, Dassin o Lupino.
Los que aún recuerden al Otakar Vávra de los años 60 y 70, cuando era asiduo de festivales con películas "filosóficas" alérgicas al entretenimiento, debieran echar la vista atrás en su obra, a los días de la pabstiana "Panenství" de 1937 o de otra fantasía como "Krakatit" de 1940, "Dívka v modrém", no para desenterrar films redondos, pero sí para encontrar una buena cantidad de ideas visuales y auditivas, no del todo controladas. En efecto, contar o tratar de recordar "Krakatit" no es solo difícil porque la mayor parte del tiempo no sabemos, como le sucede al ingeniero Prokop, qué es plausible y qué una deformidad, cuándo hemos regresado al pasado y cuándo volvimos al presente. También porque Vávra prueba recursos por los que luego se haría famoso el mencionado film de Reed, que parecen audaces cuando funcionan y forzados cuando fracasan, pero que siempre van por encima de la laberíntica línea narrativa.
Basta mirar a los personajes femeninos, tres desdoblamientos freudianos opuestos entre sí, de una, quizá, misma idea mental del reprimido Prokop; una combinación, si se unieran en una sola persona, tan explosiva como las fórmulas químicas que le rondan a él la cabeza.
Ciencia ficción decía al comienzo, pero por desgracia lo inventado y lo enigmático queda del lado de la mente del angustiado protagonista, ya que la carrera atómica llevaba tiempo corriéndose bajo varios secretos auspicios, gubernamentales o no. No se sabe muy bien cómo, pero aún no nos ha exterminado, a pesar de caer en las manos menos apropiadas.
En la frontera entre el cine negro más expresionista, el cine político y el drama pesadillesco, cruce de caminos en el que nacerá un par de años después una de las películas más influyentes de la década, "The third man" de Carol Reed, se mueve el film de Vávra con llamativo desinterés por el neorrealismo que inundaba ya medio continente y que pronto sería también el "estilo obligatorio" adoptado por las autoridades de su país. Unos mandatarios, por cierto, que en el afán de oponerse al cine americano, debían recordar de antes de la guerra un cine enemigo muy diverso al verdadero de esos años en que aparecen los primeros grandes, inquietos y complejos Preminger, Ray, Polonsky, Ulmer, Tourneur, Fleischer, Zinnemann, Dassin o Lupino.
Los que aún recuerden al Otakar Vávra de los años 60 y 70, cuando era asiduo de festivales con películas "filosóficas" alérgicas al entretenimiento, debieran echar la vista atrás en su obra, a los días de la pabstiana "Panenství" de 1937 o de otra fantasía como "Krakatit" de 1940, "Dívka v modrém", no para desenterrar films redondos, pero sí para encontrar una buena cantidad de ideas visuales y auditivas, no del todo controladas. En efecto, contar o tratar de recordar "Krakatit" no es solo difícil porque la mayor parte del tiempo no sabemos, como le sucede al ingeniero Prokop, qué es plausible y qué una deformidad, cuándo hemos regresado al pasado y cuándo volvimos al presente. También porque Vávra prueba recursos por los que luego se haría famoso el mencionado film de Reed, que parecen audaces cuando funcionan y forzados cuando fracasan, pero que siempre van por encima de la laberíntica línea narrativa.
Basta mirar a los personajes femeninos, tres desdoblamientos freudianos opuestos entre sí, de una, quizá, misma idea mental del reprimido Prokop; una combinación, si se unieran en una sola persona, tan explosiva como las fórmulas químicas que le rondan a él la cabeza.
Ciencia ficción decía al comienzo, pero por desgracia lo inventado y lo enigmático queda del lado de la mente del angustiado protagonista, ya que la carrera atómica llevaba tiempo corriéndose bajo varios secretos auspicios, gubernamentales o no. No se sabe muy bien cómo, pero aún no nos ha exterminado, a pesar de caer en las manos menos apropiadas.
Ver las águilas de piedra, las cruces gamadas, los monóculos, las pieles y toda la parafernalia nazi que sirve de fondo a cualquier instancia "superior" al modesto entorno de Prokop, lleva directamente al corazón del asunto, a qué hubiese sucedido si los alemanes hubiesen podido o sabido utilizar esta energía devastadora durante la guerra y a "Krakatit" a conectarse con una de las más insólitas películas ...americanas, "The beginning or the end" de Norman Taurog, rodada en Los Alamos.
Pero ¿realmente elucubra sobre el pasado "Krakatit"?
Una buena pista podría ser que se dejó el alegato pacifista, para no admitir parecido alguno de los nuevos gobernantes comunistas con el reguero de personajes siniestros y falsificados que interpelan a Prokop. Tan poco se parecían que permitieron a Vávra defender la democracia y el individualismo. En sueños.
10 comentarios:
Pocos se acuerdan de Otakar Vávra Jesús.Personalmente prefiero la etapa de los 30,40. No creo que sean films redondos pero muy preferibles a muchos de los 60,70,80. La etapa histórica de los 50 tampoco me apasiona mucho. Krakatit es un film muy estimable,atípico, como apuntas tira en contra de la corriente neorrealista resultando muy valiente en forma y contenido. A mí también me gusta bastante Kladivo na carodejnice.
No conozco "Kladivo...", la buscaré.
Las condiciones en que muchos de estos cineastas del este hicieron su trabajo son tan intolerables, que vale la pena buscar dónde y cuándo pudieron decir algo a su manera o sobre lo que pensaban. Cuando no haya podido ser en films enteros, sólo queda mirar bien los rastros dispersos.
No es una tarea muy agradecida, pero no le quedan muchas opciones al que quiera conocer bien esta época, ya que mucho de lo escrito suele ser aplanador y maniqueo, blanco o negro.
Cuesta pensar en ciencia-ficción cuando se trata de Vávra, al que al menos yo asocio con las películas históricas, entre las que se encuentra la que posiblemente sea su obra más atractiva, "El martillo de las brujas", citada por Marcos y rodada (creo) en la estela de "Marketa Lazarova", "Madre Juana" y otras producciones del Este ambientadas en la época medieval. Pero cuesta menos si se tiene en cuenta que "Krakatit" parte de una novela de Karel Capek, uno de los precursores del género (a él debemos la palabra robot). Como "La Krakatita" (de la que hay edición española) fue escrita en 1923 hay que suponerle un carácter visionario; yo no la he leído, pero me temo que sea tan marciana, deslavazada y surrealista como "La guerra de las salamandras", también con el telón de fondo del nacionalsocialismo. Particularmente, el filme de Vavra me interesa más por algunos momentos aislados (el bello nocturno con la hija del doctor, la metamorfosis de la princesa encarnada por Florence Marly)que en conjunto (se ve venir la moraleja sobre los peligros de la ambición humana). Bien vista la relación con la película contemporánea de Taurog, más "realista" que la checa pero no menos extraña.
Tampoco he leído la novela, pero no me extrañaría nada que se pareciese a lo que dices. El material - lo comentaba en tu blog - es eso, un punto de partida sobre el que se hace algo que puede ser muy diverso. La coletilla supremacista de lo escrito sobre lo filmado es otro tópico absurdo desdicho mil veces.
Tiene Capek muy buena prensa (creo incluso que Dreyer llegó a citarlo a propósito de la "cuarta dimensión"), pero todavía no he encontrado un texto suyo que me seduzca. Sobre ese polvoriento prejuicio al que aludes, ya resulta fatigoso combatirlo porque está demasiado arraigado y porque no se basa en nada: es una de tantas necedades propaladas por los enemigos del cine.
Bueno, también se abusa de que una imagen vale más que mil palabras, que puede ser cierto en según qué manos. Nada ha tenido más fuerza, ha cambiado más cosas y ha despertado más conciencias que la palabra, también después del siglo XX.
Se trata, en ambos casos, de generalizaciones abusivas, esgrimidas a menudo por pereza. No para otra cosa sirve el lugar común: para salir del paso, para no tener que argumentar. Como lo del "cristal con que se mira" y otros por el estilo.
Dos notas me gustaría añadir a cuanto habéis comentado sobre esta insólita obra. La primera, la sorpresa que me produce encontrarme con que una película checa hecha recién acabada la guerra tenga un acabado (múltiples localizaciones y sus respectivos decorados, cuidadas maquetas, iluminación muy medida) inusual en la Europa del momento. La segunda, la película me recuerda mucho a aspectos de las obras de Hitchcock, Lang y Hergé de los treinta y principios de los cuarenta (espías, sociedades secretas, genios del mal que quieren dominar el mundo, secuestros, terrorismo... todo ello movido por fuerzas que, en los primeros tiempos se insinúa y al final se declara abiertamente, son nazis). Ciertamente, todo esto deriva de los folletines, las novelas y películas de aventuras y de los seriales de las dos décadas anteriores; quizás una de las aportaciones (hay muchas más, claro) de estos creadores sea el desdeñar el que el origen del mal radique en un bandido o en fuerzas inconcretas, apuntando inequívocamente a las fuerzas políticas que estaban destruyendo la democracia y que maquinaban una confrontación bélica.
De esos años de posguerra hay por lo menos otras dos películas que me gustan al nivel de este "Krakatit": "Daleká cesta" de Alfréd Radok, que ya trata el tema de los guetos judíos como un film pesadillesco, casi de terror, con ciertas audacias formales (no siempre igual de afortunadas, todo hay que decirlo); y sobretodo "Divá Bára" de Vladimir Cech, un obra con aire de cuento fantástico, heredera quizás del romanticismo pastoril de preguerra.
Respecto a Vavra, también me parece que "Martillo para las brujas" está un tanto sobrevalorada. Me gusta más la otra suya que he visto, "Romance pro kridlovku", realizada unos pocos años antes, una película romántica con un marcado poso melancólico.
Genjuro
Gracias por las pistas.
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