miércoles, 18 de septiembre de 2019

LLUVIA NOCTURNA SOBRE EL MONTE BA

Miguel Marías

Es curioso que IMDb no haya aprovechado una línea que tiene para “créditos excéntricos” en la (escasa) información que proporciona de esta película china de 1980, porque, aparte del habitual (y casi siempre existente) director, el entonces debutante Wu Yigong, figura en los subtítulos en inglés del film un “general director”, que aún me pregunto qué puede significar: ¿un supervisor, el iniciador del proyecto, un viejo cineasta sustituido por enfermedad, por sospechas de desviacionismo, o por su origen probablemente burgués? Porque se trata de un conocido cineasta de los años 30, Wu Yonggang (n.1907), que por entonces tenía 73 años y todavía realizaría alguna película más antes de fallecer dos años después, y había pasado a la historia del cine chino por ser el autor de la excelente “Shen nu”(La diosa, 1934), primera de las treinta que hizo.
No es infrecuente que en la República Popular China, como en la antigua URSS (o en los Estados Unidos de Hollywood), figuren o no, hayan intervenido en bastantes películas dos o más directores, pero en todas partes resulta tarea trabajosa y casi inútil tratar de averiguar por qué, en qué orden, por deseo u orden de quién… y en qué medida la película terminada contiene las aportaciones (a veces críticas o antitéticas) de unos y otros.
Para 1980, al menos oficialmente, se había dado por clausurada la llamada Revolución Cultural Proletaria que imperó en China entre 1966 y 1976, aunque el grado de reconocimiento de sus estragos (millones de muertos ignorados en Europa, en especial por los entonces autodenominados “maoístas” o “pro-chinos”) osciló de un año a otro y no sólo cuando yo visité Pekín (ahora Beijing) en 1987, ni en 1989, cuando Tiananmen, sino todavía hoy (este año se han retirado del Festival de Berlín dos películas chinas que al parecer trataban de o aludían a este periodo que duró al menos diez años, afectó a muchos millones de personas y prácticamente redujo a cero la producción de películas, con la excepción de un par de ballets ideológicos).
De modo que sospecho que hacía falta, además del apoyo implícito, teórico, general y abstracto del gobierno del repuesto Deng Xiaoping, bastante valor para hacer una película tan clara y explícitamente crítica de la Revolución Cultural como “Bashan Yeyu” o “Ba Shan Ye Yu” (1980), de estos dos Wu no sé si emparentados (es un apellido muy frecuente en China, incluso entre directores de cine: conozco al menos cinco). Por cierto, el título suele traducirse, inexplicablemente, como “Lluvia de anochecer” aunque, por lo visto, literalmente significa, aún más misteriosamente, “Lluvia nocturna sobre el Monte Ba”.
Otro misterio es que en el cine oriental en general, y especialmente en el chino, abunden, todavía hoy, pero especialmente en los años 30 y, más sorprendentemente, en la década de los 80, los más auténticos herederos de Frank Borzage, Leo McCarey, John M. Stahl, Gregory LaCava, John Ford, Henry King, Frank Capra, Douglas Sirk o Vincente Minnelli. No es tan raro que quien hizo “Shen nu” admirase a Borzage en 1933; lo es mucho más que lo haga en 1980 Wu Yigong, nacido en 1938 y en ese momento autor tan solo de un cortometraje, aunque en 1983 realizase la muy reputada “Cheng nan jiu shi”(My Memories of Old Beijing), que no he conseguido ver.
De esa presunta filiación parte el enorme poder emotivo que, muy sobriamente, tiene para mí esta película, como las de Borzage en los años 30, a la vez muy clásica y muy libre, muy sencilla y muy compleja, muy fluida y muy elíptica, muy serena y muy sintética. Las múltiples historias de los ocho personajes reunidos en la Cabina 13 de 3ª clase del enorme barco fluvial que va de Sichuan a Wuhan por el río Chiangjian, más otros cinco también a bordo, y dos que quedaron en tierra en el puerto de partida y otros dos que sólo aparecen en breves y oportunos flashbacks constituyen un material narrativo extremadamente denso, que “Ba Shan Ye Yu” resume en unos 80 minutos, lo cual es uno de esos prodigios narrativos que el cine parece haber perdido casi por completo.
Actores para nosotros totalmente desconocidos, anónimos y desprovistos de cualquier connotación, que sin embargo al cabo de cinco minutos nos resultan conocidos y por tanto creíbles, y que, en consecuencia, nos importan como personajes …todavía más que los algo paralelos de una de las películas más recientes de Jia Zhang-ke, “Jiang hu er nv”(La ceniza es el blanco más puro, 2018) y mucho más que los de la película china más celebrada (quizá gracias al suicidio de su autor) de los últimos años, “Da xiang xi di er zuo”(An Elephant sitting still, 2018) de Hu Bo. Probablemente, porque es más sencilla y modesta, aunque los dos Wu - Yigong y Yonggang - se permitan la irónica venganza de hacer “héroes positivos” de todos los personajes inicialmente presentados como (o tomados por) “negativos”, y de sabotear otro de los mandamientos sacrosantos del “realismo socialista”, multiplicando a escala coral las “tomas de conciencia” de los personajes más dogmáticos, en uno de los happy endings más solidarios y compartibles desde “You Can’t Take It With You”(Vive como quieras, 1938) de Capra.
Es curioso también que esta película china de 1980, fruto de la presunta colaboración de un viejo cineasta y un joven debutante, se inscriba en una asaz gloriosa tradición del cine fluvial que va desde Mark Donskoí y algunos otros soviéticos hasta “Steamboat ‘Round the Bend” (1935) de John Ford o “Bend of the River”(1951) de Anthony Mann, al tiempo que entronca con una más amplia tendencia a crear un microcosmos de personajes contrastados y hasta contrapuestos reunidos por el azar en un lugar (digamos “Grand Hotel” y sus epígonos) o que se desplazan en el espacio y en el tiempo (basados casi siempre en el cuento “Boule de suif” de Maupassant y cuyo más célebre ejemplo sería “Stagecoach”(La diligencia, 1939) de Ford. En este caso cabría imaginar una influencia subterránea de King Vidor, especialista en hacernos ver a los espectadores lo que él decide mostrarnos, que tiende a ser cómo un personaje contempla lo que hacen o se dicen otros dos personajes: véase, sobre todo, “Ruby Gentry”(Pasión bajo la niebla, 1952), pero es un proceder frecuente en su filmografía y que los Wu aplican con gran sentido y hábiles panorámicas en “Ba Shan Ye Yu”. Es, en el fondo, la versión cinematográfica de lo que puede ser la función de la poesía, según lo que el poeta “reaccionario” Qiushi (Li Zhiyu) trata de explicarle a la policía secreta Li Yan(Qiang Ming), “dar a ver y hacer pensar por uno mismo”.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Bienvenidas sean las reivindicaciones de este cine que, desgraciadamente, a nadie parece interesar. La mencionada "Memorias del viejo Pekín", como se tituló en su pase televisivo (cuando en TVE emitían estas cosas), es muy agradable, aunque más formulaica: Película con niño (en este caso con niña) y teñida de nostalgia (contada en forma de flashback/recuerdo).

Ángel

Rodrigo Dueñas dijo...

La película también me recuerda a esa filosofía chapliniana que defiende que a pesar de la dureza de la vida, hay que encararla y, con una sonrisa, seguir avanzando.
Respeto y comprensión hacia todos los personajes; decorados, forillos pintados y paisajes naturales idílicos; trucajes visibles y música que se desborda y que saltan en contraposición a la contención con que se narra la obra; reencuentros y reconocimientos, redenciones, deseos de comprender a los otros y de ayudarles y animarles… El melodrama (y su público) hace tiempo que desapareció en Occidente y supongo que tendrá los días contados en Oriente.
Desde luego, qué excéntrico es acabar un drama (el que cuenta y, muchísimo más terrible, el que evoca -la revolución cultural-) con una sonrisa en la que se mezclan recuerdos, tristeza y esperanza.

José Andrés dijo...

Lo que siempre me ha intrigado en el caso de los maestros chinos longevos es cómo se las arreglaron para sobrevir en los años de plomo, incluso si como en el caso de Wu Yonggang habían simpatizado inicialmente con la causa revolucionaria (a saber en qué grado y durante cuánto tiempo). Fíémonos de las películas. Hay elementos comunes en "Ba Shan ye yu" y "Mis recuerdos del viejo Pekín", por lo que tratándose de dos cineastas de diferentes generaciones es lícito suponer que compartían algo más que el nombre. Con todo, resulta complicado dirimir si efectivamente las codirigieron o si el maestro supervisó el trabajo del discípulo a instancias de este. Ya no tenemos a ninguno para que nos lo explique (el más joven acaba de morir) y del primero nos has llegado muy poco. Pero lo "poco" de ambos bastaría para lanzarnos en su busca.