martes, 15 de julio de 2014

LAS LENTES DE DOÑA GUIOMAR

El rótulo con que se inicia "Yoman", el diario filmado y montado por el israelí David Perlov, evoca las cruces - una raya por el nombre y otra por el apellido - que son utilizadas por los iletrados para firmar y que tantas veces hemos visto en películas de todas las épocas. 
El hecho de utilizar la escritura en su forma más primaria, sin tener la capacidad para leer el documento al pie del cual se estampa dicha señal, implica siempre una desventaja, una inferioridad; quizá hasta esconda un flagrante engaño, pero esa es otra cuestión.
Acercándonos aún más al cine, cuando se trata de una fotografía, tal marca valida que la imagen se corresponde con la persona.
Habrá casos muy diversos, pero a menudo el no saber leer o escribir es una consecuencia, una cuestión no corregida posteriormente, pues no suelen ser niños, ni siquiera adolescentes - su firma tiene escaso valor legal - quienes dejan su tosca rúbrica sobre el papel.
David Perlov, con 43 años ya en 1973, que es cuando arranca su diario, coincidiendo con un señero día del Yom Kipur en Tel Aviv, trata de olvidar su background como documentalista desde que se estableciera en París a finales de los años 50 y se dedicará a hacer cruces durante los siguientes diez años, filmando con alegría y renovada curiosidad con su pequeña cámara de 16 mm, primero su casa y a sí mismo, luego lo que pasa en la televisión, en la calle y más allá, con fruición.
¿El viejo sueño del cine que recomienza?
Cualquiera que suela escribir sobre películas por el placer de hacerlo, lejos de las ortodoxias profesionales, no deja un poco de estampar una y otra vez cruces amateur cada vez que se atreve a compartir sus pensamientos hasta que algo suceda. También de eso trata "Yoman". De ese garabato rudimentario delineado con mimo hasta que se convierte en cine.
Volver a pensar el cine admitiendo con la mencionada introducción que, aunque uno se aventure a filmar y trate de aprender con ello, poca "enmienda" se tiene, imagino que es la única manera de adquirir y ejercer en la edad adulta, sin la venia de la inexperiencia, el derecho a empezar por el plano uno y luego seguir por el dos, a mirar con modestia pero sin servidumbres.
 
Seis episodios tiene "Yoman", un dinámico, conmovedor a veces, utilitario otras tantas (hay que seguir adelante) testimonio de casi seis horas de duración, de un inevitable y ciertamente festivo exhibicionismo, reivindicativo de una clase de libertad que es más necesaria conforme se envejece, la de volver a hacer las cosas, pero esta vez a la manera de uno.
A veces, como dice el poema, sólo es necesario abrir la puerta y llegará lo que se estaba esperando.
Perlov, brasileño de nacimiento, judío donde quiera que fuese, sin las cuitas del primer Jim McBride (la edad, las estrategias para relacionarse) o de Stephen Dwoskin (la condición) tiende menos a mirarse (incluso cuando tiene un problema de salud en el segundo capítulo o visita para no volver más el Belo Horizonte de su infancia en el primero) y más a mirar a cuanto le rodea, completadas ya muchas etapas de la vida, con una rebeldía pensada y sonriente.
Quizá por ello, el valor de su cine no está en la proximidad o la originalidad, menos aún en proveer una nueva rendija desde la que contemplar las circunstancias de ese país tan condicionado por la política y la religión (que están ahí, pero apenas se ocupa de ellas) sino en cómo es capaz de ordenar sus mil ideas y los pequeños sucedidos que acontecen en el montaje para hacerlos fluir en alguna dirección.
Se trata de construir imágenes, en blanco y negro o en color, con o sin sonido, para no olvidar sus encuentros con personajes relevantes como Klaus Kinski, Joris Ivens o André Schwarz-Bart o para inmortalizar un monólogo de sus hijas, Naomi y Yäel (a la que vemos participando como montadora en un rompecabezas de más altas miras que el de su padre: "Shoah" de Claude Lanzmann, por entonces en su última fase de gestación, atestado de pizarras como las de las comisarías para atrapar a un asesino), buscando siempre de dónde obtener algo, sea un instante de un film de Franju o un plano furtivo sobre el que pensar en voz alta.
Ese cinematógrafo de las dimensiones de un hombre que predijo Bresson puede ser "Yoman", pero entonces hay que prepararse porque se trata de un trabajo minucioso, lo mejor que se pueda conseguir.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Habiendo visto por el momento sus dos primeras partes (gracias al cine Zumzeig de Barcelona que está reponiendo sus diarios). Curiosamente me ha sorprendido para bien, no me esperaba esa cercanía y espontaneidad que he visto sino algo más centrado en la política y la sociedad de este conflictivo país.

Me gustaría saber Jesús, si destacarías otros diarios personales de cineastas. Así de pronto se me ocurren Mekas y Eric Pauwels.

Por cierto el "Journal de septembre" de este último me ha llevado a pensar en que a pesar de ser un director de cine que podríamos llamar "exclusivo y de público reducido" yo lo encuentro emparentable con los murales de Instagram (obviamente mejor filmado y editado que la mayoría de videos de esta red), además de que el propio realizador parezca (por los reflejos) estar filmando algunas tomas con el mòbil.

Jesús Cortés dijo...

Se me ocurren los diarios de Anne-Charlotte Robertson, nada fáciles - en todos los sentidos - de ver por cierto.
No sé ni cómo funciona instagram, pero supongo que tienes razón. Tal vez en unos años queden ahí cosas que puedan funcionar en el mismo sentido que lo que hicieron Mekas y compañía. El digital se llevó por delante a los 35 mm y no hay que descartar que estas redes ya hayan acabado con el DV por su parte.

Anónimo dijo...

Pensando en los diarios, y dejando de lado los de rodajes (Bergman, Welles...) también hizo algún diario Alain Cavalier (la muy amateur "Le filmeur" del 2005 por ejemplo) Agnes Varda o los nombres poco conocidos de León Seminiani o Ross Mcelwee. ¿Conoces o te interesan alguno de estos diarios?

Jesús Cortés dijo...

No conozco el de Mcelwee. Sí el de Siminiani y a él en persona, buen tipo. Y suele ser interesante cualquier cosa de Varda, claro