"La Tierra del Fuego se apaga" de 1955 no debe ser una de las grandes películas de Emilio Fernández.
Se podría mencionar para situarla, aún en fechas tan tardías, al cine mudo al que permaneció tan apegado toda su vida Fernández, tanto como lo estuvo un Abel Gance. Recordar ese nombre o los de Alexsandr Dovzhenko o David W. Griffith serviría a continuación para pensar por ejemplo en cuánto perdió el cine al renunciar a componer, cuando en apariencia solo se registraban, los naturales consentimientos de la vida, pero inmediatamente parecería que lo que se invoca es la nostalgia.
Quizá algo más oportuno sería tirar las redes hacia delante y decir que "La Tierra del Fuego se apaga" anuncia "The savage innocents" de Nicholas Ray, pero no sería buena pista (quizá sí lo sea citar a Ruy Guerra, Sam Peckinpah o Ingmar Bergman) porque más allá de algunas coincidencias, en el fondo se estaría uno refiriendo a, básicamente, un común rasgo entre grandes cineastas, a la capacidad que tuvieron, no solo los primeros, para, cada vez, aprehender un rostro o un paisaje como maravillado por un descubrimiento.
Cómo va a ser esta una de las mejores películas de Emilio Fernández si el drama se le queda tan patentemente chico a este taciturno Maciste que podría salir en busca de la Atlántida o bajar al infierno a ajustarle las cuentas a Satanás y en cambio solo debe cuidarse de unos cuantos despreciables lugareños y salvar a una pobre prostituta, tan incapaz como él de adaptarse e ilusionarse, linchada cada día desde hace tres años por marineros y pastores. Incluso un gran tema como la codicia por el oro, que solía ser fundamental, queda al fondo y sirve apenas para mover un resorte. Pocas veces se presentó y nunca antes de 1955 al codiciado metal como a un secundario y a la penosa profesión de ella tan crudamente, con esa brutal escena en el prostíbulo.
A lo único que puede uno asirse y a lo que dedica Fernández todo su sentimiento, es a las conversaciones entre Alba y Malambo, a sus arrebatos, a sus silencios, a cómo miran a los demás si se muestran acompasados, ya que ellos no saben. Ahí están las pocas cartas del film para trascender, porque solo Figueroa, como debe ser, advierte la belleza salvaje de estos remotos parajes, que para ellos son solo un condenado desierto arreciado por el viento y porque Fernández además prescinde de un narrador que aparece al comienzo del film y que abre la película en falso, con un didactismo que súbitamente desaparece, redoblando el misterio. Al estilo desprolijo del escritor Coloane (chileno y buen conocedor de estas tierras) no le pone el Indio ni un acento, sustituyendo en tantas ocasiones la mínima comunicación entre personajes por estampas hieráticas, de larga exposición, quizá las más inquietantes que nunca rodó y que dejan al film al borde mismo del giro hacia el cine fantástico.
Le son ajenos los placeres de la vida a Alba y Malambo y la misma sensación de que el otro le comprende un poco, les desconcierta. No se les puede filmar urgiéndolos a que le pongan palabras a cuanto les pudiera haber sanado.
8 comentarios:
Particularmente ajustado a esta extraña película, una de las más secas del "Indio", al que en tiempos se sobrevaloró para que luego, casi sin conocer su cine, se haya pasado a menospreciarlo.
La más sobria de las que hizo, ahora que creo haberlas visto todas. Hubiera cambiado sustancialmente solo con el hecho de poner a Mistral como protagonista.
Hola, Jesús. Ya que has visto toda su filmografía, ¿cuáles recomendarías del Indio Fernández?
Yo no recomiendo nada, solo puedo mencionar las que prefiero, que son aparte de esta, "Enamorada", "Rio escondido", "Zona roja", "Salón México", "Maclovia", "Víctimas del pecado", "Islas Marías", "Cuando levanta la niebla" y "La rosa blanca".
De primeras, me chocó el final. Luego, pensándolo, comprendí que es el final lógico.
Él debe cumplir con la justicia, no tiene casa y debe reiniciar todo de nuevo, ella sabe que a largo plazo tendría mejor vida en otro sitio... pero igualmente podría haberse dado el final más esperado e idealista.
Sí, pero allí ella estaba marcada socialmente y en ese lugar ha sufrido demasiado. No podría hacerse a vivir allí.
Y él no puede marcharse o no de momento. Es un final lógico como dices.
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