La gran película alumbrada por la cultura del hip hop.
Si improbable resultaba, numéricamente al menos, que fuese un tardío film francés de 1998 - aunque la verdad es que la competencia americana nunca fue gran cosa, ni siquiera en los 80, los años en que explotó este movimiento a todos los niveles -, más insólito aún es el hecho de que lo protagonice una chica blanca de trece años y sus amigos también adolescentes, acostumbrados como estamos desde hace mucho a la preponderancia del gangsta rap y sus mafias straight outta Compton. Por si no fuese suficiente singularidad, viene la película firmada por un director muy poco relacionado con el cine "del extrarradio" (tópicos imprecisos y de difícil demostración como social, realista o "de denuncia" no solían aparecer cerca de su nombre), Jacques Doillon, arriesgando conforme levanta este proyecto, el relativo prestigio alcanzado con "Ponette" en 1996.
"Petits frères" gustó poco.
Y a pocos seguidores - la mayoría recién ganados, después del pequeño éxito internacional mencionado - de un cineasta ya por entonces de carrera larga, enfilando la segunda mitad de la cincuentena, de maneras cinematográficas contenidas, pocas palabras y una intensidad elíptica y discreta.
Y a pocos seguidores - la mayoría recién ganados, después del pequeño éxito internacional mencionado - de un cineasta ya por entonces de carrera larga, enfilando la segunda mitad de la cincuentena, de maneras cinematográficas contenidas, pocas palabras y una intensidad elíptica y discreta.
A poco que se piense, en realidad "Petits frères" es una variación sobre las historias de desamparo de Doillon pese a su apariencia insensible y sin ética, una mirada incluso menos "impropia" que en varias obras suyas anteriores, pero, he ahí la diferencia, es un film torrencial, sin preciosismos, un ejemplo de resistencia frente a una jauría de problemas presentes y el futuro más descorazonador. Un film admirablemente paralelo a esa música edificada a partir de otras que lo invade, una música nacida para divertirse pero que muy pronto se convirtió en la mejor forma de expresión de marginados de todas partes, canciones de entre y contra la inestabilidad.
Estaría bien poder medir cuánto tiene que ver el malentendido - ¿su descuido?, ¿su intranscendencia?, ¿su vulgaridad? - que arrincona al film, con la simplificación poco atenta de quien no percibe otra cosa que palabrería monocorde y refrito de ritmos en esta, la última gran música negra.
No me consta un pasado como pandillero de Doillon, pero sin duda durante el rodaje del film obtuvo de estos chicos lo que sólo puede generar una clase de complicidad situada a la distancia justa para mirar con ellos.
Así, no evita filmar robos, peleas, traiciones o (sólo sus consecuencias) abusos sexuales porque son elementos que condicionan la puesta en escena, pero debe ser "Petits frères" la única película de la historia del cine callejero donde nadie bebe ni fuma ni se droga, pienso que debido a que Doillon no necesita "ambientar" externamente las escenas ni tampoco hacer exhibición alguna de las peligrosas derivas de la vida desordenada. Filmar lo necesario, necesitar filmar.
Por las mismas razones, los policías que acechan a la pandilla son poco más que sufridos persecutores de gamberros de barrio, resolviendo casos tan apasionantes como la denuncia de un repartidor de pizzas, hombres que resultan, al menor descuido, apalizados por una turba de niños y que aunque pongan mil ojos en cada esquina, saben que no van a resolver nunca la falta de educación, las situaciones familiares y las expectativas masacradas de esta generación y las que vengan a empeorar el panorama.
Lógicamente, cuando uno de los chicos, hace la broma de presentarse en una comisaría para preguntar cómo se hace uno policía y vuelve chistosamente mareado por los tecnicismos que allí escucha, como ha sido equitativo mirando a un lado y a otro de la ley, le es sencillo a Doillon hacer notorio que ellos mismos se dan cuenta de la exigua distancia - unos papeles - que hay entre su zascandileo diario y el de los tipos que están ahí para controlarlos.
Por todo ello me parece "Petits frères" el film de Doillon más cercano a Kiarostami, el más épico y conmovedor, el más concentrado y certero. Ni un plano "de director" para señalar que se rueda rápidamente y con cambios de luz fuertes, haciendo patente el "esfuerzo" de la cámara para captar todo, ni uno desviado de la infantil excusa que pone en marcha el film (un perro robado) para tratar de conducir los comentarios de los espectadores a otro nivel más importante, el mismo tacto y afecto que demostró en "La fille de 15 ans", "La drôlesse", "La femme qui pleure", "La vie de famille", "La puritaine" y sus otras mejores películas, para abordar las relaciones afectivas por heterodoxas que fuesen.
Estaría bien poder medir cuánto tiene que ver el malentendido - ¿su descuido?, ¿su intranscendencia?, ¿su vulgaridad? - que arrincona al film, con la simplificación poco atenta de quien no percibe otra cosa que palabrería monocorde y refrito de ritmos en esta, la última gran música negra.
No me consta un pasado como pandillero de Doillon, pero sin duda durante el rodaje del film obtuvo de estos chicos lo que sólo puede generar una clase de complicidad situada a la distancia justa para mirar con ellos.
Así, no evita filmar robos, peleas, traiciones o (sólo sus consecuencias) abusos sexuales porque son elementos que condicionan la puesta en escena, pero debe ser "Petits frères" la única película de la historia del cine callejero donde nadie bebe ni fuma ni se droga, pienso que debido a que Doillon no necesita "ambientar" externamente las escenas ni tampoco hacer exhibición alguna de las peligrosas derivas de la vida desordenada. Filmar lo necesario, necesitar filmar.
Por las mismas razones, los policías que acechan a la pandilla son poco más que sufridos persecutores de gamberros de barrio, resolviendo casos tan apasionantes como la denuncia de un repartidor de pizzas, hombres que resultan, al menor descuido, apalizados por una turba de niños y que aunque pongan mil ojos en cada esquina, saben que no van a resolver nunca la falta de educación, las situaciones familiares y las expectativas masacradas de esta generación y las que vengan a empeorar el panorama.
Lógicamente, cuando uno de los chicos, hace la broma de presentarse en una comisaría para preguntar cómo se hace uno policía y vuelve chistosamente mareado por los tecnicismos que allí escucha, como ha sido equitativo mirando a un lado y a otro de la ley, le es sencillo a Doillon hacer notorio que ellos mismos se dan cuenta de la exigua distancia - unos papeles - que hay entre su zascandileo diario y el de los tipos que están ahí para controlarlos.
Por todo ello me parece "Petits frères" el film de Doillon más cercano a Kiarostami, el más épico y conmovedor, el más concentrado y certero. Ni un plano "de director" para señalar que se rueda rápidamente y con cambios de luz fuertes, haciendo patente el "esfuerzo" de la cámara para captar todo, ni uno desviado de la infantil excusa que pone en marcha el film (un perro robado) para tratar de conducir los comentarios de los espectadores a otro nivel más importante, el mismo tacto y afecto que demostró en "La fille de 15 ans", "La drôlesse", "La femme qui pleure", "La vie de famille", "La puritaine" y sus otras mejores películas, para abordar las relaciones afectivas por heterodoxas que fuesen.
9 comentarios:
Sería interesante saber si a los fans del hip hop más o menos cinéfilos les gusta esta aproximación francesa, matizada como la cuentas.
Más allá de "8 mile" poca cosa conozco, a no ser que se considere hiphopera "Ghost dog", mi Jarmusch favorito (aunque tras "Paterson" me daría casi miedo revisarla).
Son buenas varias de Spike Lee más allá de la icónica "Do the right thing" y del no menos emblemático clip de "Fight the power", como "She's gotta have it" o "Jungle fever", pero ya se alejan bastante del asunto y son "sex ¬ melodrama". Lee quiso ser la voz de una generación y supongo que lo consiguió sacrificando una mirada menos maniquea (la que demostró cuando miró hacia otras partes).
Nunca me parecieron gran cosa ni "New Jack City" ni otras de de Mario van Peebles, obnubilado con Scorsese. Se apartó pronto del camino John Singleton; aunque no fuera muy buena "Boyz n the hood", podía haber mejorado.
Está bien "Beat Street" de Stan Lathan, pero se va por las ramas con el breakdance, que me interesa poco o nada.
Tampoco reciente hay mucho. De "8 mile", que es un film flojito del a veces correcto Curtis Hanson sólo me quedo con una cosa, el tema "Lose yourself" de Eminem, el único suyo en realidad que me gusta.
La reciente "Straight outta Compton", de F Gary Gray, sobre la historia de NWA, es, como era previsible, blanda y superficial.
El hip hop nace prácticamente en el local enfrente de donde bailaba Tony Manero y hubiese necesitado de atención mucho antes.
Aquí sí que la cuestión racial es significativa. Medio mundo se enteró de que existía esta música en 1986, con la publicación del "Licensed to ill" de Beastie Boys y con el célebre dueto que hicieron Run DMC con Aerosmith regrabando "Walk this way". Un grupo de tres chicos blancos y una colaboración con una mítica (y por entonces, acabada) banda también blanca de hard rock.
Para entonces ya ni existían Sugarhill Gang o Grandmaster Flash and the Furious Five, ya no pinchaba Afrika Bambaataa, se había desmantelado buena parte del circuito de clubs de Filadelfia... De acuerdo que luego llegaron los mejores MC's (Rakim, Chuck D, KRS-One, Dr Dre, Butterfly, 2Pac Shakur) y las bases se enriquecieron mucho, pero la esencia quedó difuminada y todo se hizo muy político o muy serio, muy desesperado en cualquier caso.
Es fácil encontrar a detractores de Flavor Flav, cuando él es el hip hop.
También se puede relacionar de alguna manera con la cultura "hip hop" la última película de Pedro Costa "Cavalo Dinheiro", que el director concibió como una colaboración, finalmente frustrada, con Gil Scott-Heron –considerado como uno de los precursores del rap. Pero, a diferencia de Doillon, en el mundo que recrea Costa los jóvenes conviven con los adultos y los ancianos.
Un saludo
Bueno, GSH fue mucho más que eso y su carrera venía de lejos cuando se empieza espontáneamente a rapear en la costa este.
No sé qué faceta de Heron quiso utilizar Costa, aunque es probable que le interesara más lo que hizo desde principios hasta mediados de los 70, cuando incorpora al soul matices políticos (compara "The vulture" con cualquier cosa de su tiempo; hasta se adelanta al mítico "What's going on" de Marvin Gaye) y tal vez escuchó su música coincidiendo con la revolución de los claveles y la independencia de Cabo Verde. También es posible que Pedro no conociera nada de ello hasta topar con Ventura.
"No quarto da Vanda" y "Juventude em marcha" sobre todo, podrían suceder en el Chicago deprimido de Heron, en Toulousse o en Hackney.
Sí, tienes razón: en rigor, el mundo sonoro de Pedro Costa es el "funk" político de los años 70 (creo haberle escuchado que es la música de su juventud, que entonces le interesaba mucho más que el cine o la fotografía). El borrador de "Cavalo Dinheiro" apuntaba a Curtis Mayfield con su título "Sweet exorcism". En todo caso, se trata de caminos paralelos a los que luego siguió el rap, con su voluntad de dar voz poética a los marginados como Ventura, que de otra manera no la tendrían, en oposición a todos los tipos de poesía áulica.
Nos hemos alejado mucho de Doillon (un cineasta cuya obra conozco muy mal), pero, como dices, todos los suburbios marginales se parecen, aunque no las desgracias particulares que suceden en ellos.
El uptown blues y el p-funk le hubiesen venido muy bien a "Sweet exorciscm" ciertamente.
El hip hip es sólo una más de las músicas negras sin "correspondencia" fílmica; faltan alarmantemente films que atrapasen aquella locura de George Clinton, Sly Stone y compañía, como antes faltaron sobre la revolución prendida por James Brown o por la que detonó la Reina Little Richard o que se interesasen de verdad por los grandes bluesmen del pasado.
Sólo lo más comercial, el soul y el funk mezclado con la música disco, ambientaron cientos de films divertidos y entrañables de la época del blaxploitation.
Doillon, cambiando de tema, sigue adelante. Sus últimos films merecen la pena.
Hola Jesús. Conoces alguna buena de la India, reciente.
Saludos
No sabría decirte, ando con otras cosas ahora mismo. La última india más o menos contemporánea que encontré muy buena ha sido "Khayal gatha" de Kumar Shahani, pero es de 1989.
No es muy reciente jajaja. De Shahani vi Maya Darpan y estaba bien. Pero mis favoritos de esa época son Mani Kaul Y Kumar Shahani.
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