sábado, 19 de septiembre de 2009

¿DÓNDE ESTÁ EL ALMA DE FRANNY VEEN?

No sé si el mejor (Pialat, Rozier, Peckinpah, Pasolini, Paul Newman, Jerry Lewis… difícil elección), pero desde luego uno de los más originales e impactantes debuts de los 60 es “De man die zijn haar kort liet knippen”, el primer largo de André Delvaux en 1965.
El cine en estos primeros años 60 fue realmente un orgasmatron; ya no veremos algo así nunca probablemente, ni por repercusión ni por relevo generacional (ya no hay generaciones sino temporadas o en todo caso, todas son “generaciones perdidas”). Ir al cine y poder ver junto a las últimas obras de Ozu, Gance o Ford, plenas de vigor y sabiduría, cómo crecían - y alcanzaban su cima - Preminger, Bergman o Siegel y asistir al nacimiento de talentos como André Delvaux (aunque estuviese condenado por los tiempos que venían a tener una carrera irregular y aún hoy difícil de ver en su totalidad), es cosa del pasado.
Así resulta que lo que debería ser para cualquiera interesado en el oficio de director de cine un modelo de primera película, por intenciones, ánimo renovador, y una combinación de audacia y madurez (Delvaux tenía ya 42 años), es hoy un film perdido en el tiempo, de eco lejano, recordado por pocos.
Perfecta síntesis de lo que siempre debiera a ser el cine cuando no sólo el director, sino todos los que participan en el film, desde actores al último técnico parecen también principiantes, “De man die zijn haar kort liet knippen” tiene quizá algunos bellos “errores”: ¿un uso quizá equívoco de la música en un par de ocasiones, falsamente “de suspense”, cuando el efecto final es extraño más que intrigante? ¿un personaje femenino sobre el que gira la trama más vulgar que misterioso?
Pero ¿en qué se queda eso comparado con el travelling que recorre las calles desiertas (este es un film donde no parece que viva nadie en ningún sitio) acaba encontrando a Govert entrando en su casa, ilustrando en un solo plano no sólo la primera elipsis temporal, sino su nueva y cansina rutina, su nuevo hogar que se intuye peor y más hecho en serie que el primero, y la aceptación de todo lo que pasa en su vida como tristemente inevitable?
De man die…” se disfruta casi tanto viéndola como rememorándola, un privilegio de lo fascinante, y casi en la misma medida lo importante que lo que parece trivial: es extraordinaria la escena del corte de pelo, coreografiada, un momento de calma para su bulliciosa cabeza, que aún no parece atormentada.
Pero prefiero este Delvaux “en bruto”, tanteando posibilidades expresivas a riesgo de no ser certero, desconcertante antes que sofisticado, que se recrea en el control del tempo narrativo y tratando de conseguir que el espectador sienta curiosidad hasta el límite de la proyección de sus propias experiencias en lo que ve en pantalla, sin trampas “de identificación” ni coartadas que traten de forzar su compasión.
Desde el arranque, con su rostro en primer plano, cortado a la altura de las sienes, el vacío existencial del personaje es inversamente proporcional a la densidad cinematográfica del film (¿Simenon + Resnais?), tenso, suspendido en el tiempo.
De man die…” probablemente no existiría sin el Lang de “The woman in the window”, el Renoir de “Le testament du Dr. Cordelier” y desde luego sin Robert Bresson
Como en el famoso film de Lang, con el que “De man die…” mantiene un interesante paralelismo, la represión de los impulsos encuentra una vía de liberación. Allí resultaba ser un sueño, aquí es el subconsciente el que arrebata a la razón la capacidad para la fantasía, en un giro argumental verdaderamente cruel. Govert no encuentra el valor para decir lo que piensa ni intenta lo que intuimos por su expresión que está deseando hacer; asiste impasible a todos los rituales que tienen lugar ante sus ojos: la entrega de diplomas en el colegio, la función de despedida de los alumnos, su voluntario exilio, la autopsia, el casual encuentro con una triunfante Fran en el hotel… inacción, timidez, parálisis. Pero no hay Mr. Hydes ni Opales, su comportamiento es ascético, asexuado y temeroso hasta las mismas puertas de la locura.
Me gusta mucho “Un soir, un train”, encuentro muy interesantes “Rendez-vous à Bray”, "L´ouvre au noir" o incluso “Benvenutta” y sigo buscando "Een vrouw tussen hond en wolf", "Belle" y otras, pero nada me parece de momento comparable a esta fabulosa opera prima.

8 comentarios:

Roberto Amaba dijo...

Hola, qué tal Jesús,

Recuerdo que cuando me "enfrenté" por primera vez a esta película -y luego a otras de Delvaux- lo que sentí por encima de cualquier otra cosa era desasosiego, aquello no era nada placentero, era inquietante a más no poder. En el buen sentido, en el de, como bien dices, la fascinación. También entiendo que otra gente desvíe esa falta de certeza hacia el lado negativo y aborrezca la película.

Dicho esto, yo soy más de "Una noche, un tren". Y supongo que de algunas, bastantes, de las que me faltan de ver del belga.

Un abrazo.

Jesús Cortés dijo...

Me ha gustado mucho tu lista de Beyond the canon, hay unas cuantas cosas que no conozco y que ya busco.

Anónimo dijo...

Jesús, no entiendo qué hace "Nuits rouges" ahí, ¿ha sido un lapsus con Franju, con el que guarda alguna extraña afinidad? Después de "De Man", la que prefiero de todas es la más imposible de volver a ver, "Babel Opera" (1985). Aunque casi no hay modo de ver de nuevo ninguna, salvo la primera y "Rendez-vous à Bray".
Miguel Marías

Jesús Cortés dijo...

Sí, "Nuits rouges" ha sido un lapsus, sorry bout that.
Bueno, se pueden encontrar todas las que menciono en la red, la mayoría con subtítulos en italiano, allí parece que en la RAI debía haber un tipo al que le gustaba (y no me refiero a la bendita Fuoriorario). "Babel opera" no la conozco. Hablando de Franju, a ver si reeditan de una vez "Therese Desqueyroux", esa sí que es imposible encontrarla con subtítulos. Debo decir que la he visto, pero no me sirve de nada, mi francés es muy malo.

Anónimo dijo...

Tampoco es el único Franju desaparecido, y encima son tan poco conocidos que ni se echan en falta: Pleins feux sur l'assassin y Thomas l'Imposteur.
Miguel Marías

Jesús Cortés dijo...

Sí, lo de "Thomas, l´imposteur" es casi grotesco. La única copia en circulación y además en no muy buen estado lleva subtítulos ¡en japonés! y es una lástima porque parece muy interesante.
Hoy mismo voy a ver "La tète contre les murs" por fin.

Juan Carlos dijo...

Reconozco desconocer por completo la filmografía de Delvaux. Cierto es que no resulta muy accesible en nuestros días, ya que en el futuro espero cubrir esta laguna. Sin embargo, sí que me interesa la refernecia que haces a la riqueza del cine de principios de los sesenta. Bajom mi punto de vista, la cima creativa del cine tiene sus polos de expresión más elevados en el binomio 1927 / 1928, y también en el formado entre 1960 / 1961. habría que hacer un sencillo repaso de la cantidad de obras maestras que se producen en este último periodo. Algo impensable incluso algunos años después, y no digamos en nuestros días.

Entre los debuts especialmente recordables que citas de ese periodo, me gustaría añadir el de Karel Reisz con SÁBADO NOCHE, DOMINGO MAÑANA (1960) y el de su propio protagonista, Albert Finney, en la admirable, rigurosa y eternamente maldita CHARLIE BUBBLES (1968)

Jesús Cortés dijo...

Juan Carlos:
Yo no creo que se pueda circunscribir la cima creativa del cine a un lapso tan pequeño, creo que desde finales del mudo hasta mitad de los 60 hay un nivel muy alto, con varios años, por pura casualidad, especialmente memorables. Y de estos, creo que la mayoría están cerca de esas dos fechas que mencionas, aunque yo creo mejor aún la segunda mitad de los 50 que ninguna cosa vista antes ni después.
En esos primeros 60 lo que pasa es que se plantea (en todas partes) una gran renovación, se revisa la obra de grandes maestros que no habían gozado de crédito crítico (no sólo Hitchcock) y sobre esa base crecen grandes cosas. Tan bueno como 1960 fue 1958, 1940, 1948, 1939, 1963 o 1933.