Todas las películas gigantescas semienterradas en el cajón del olvido tienen una o más razones para haber terminado cayendo allí.
Puede haber sucedido que nadie conociera hasta hace relativamente poco tiempo a sus directores, mas allá del ámbito de su país o las referencias existentes fuesen parciales y quizá no del todo veraces (las mejores de Evgenii Bauer, Shimizu Hiroshi, Mario O´Hara…), tal vez fueron prohibidas, mutiladas o silenciadas por las razones más diversas (“Bitter victory”, “The Chapman Report”, “Freaks” hasta su restauración, “Major Dundee” de la que se lanzó hace poco una “extended versión” no se sabe muy bien hasta qué punto fiel al montaje original si es que tal montaje existió…), un buen número de ellas fueron en su día un fracaso comercial o crítico, o ambas cosas, y no han recuperado totalmente su prestigio o no se han vuelto a poner de nuevo al alcance de todo el mundo (algunas de Demille, “The Countess from Hong Kong”, “La Tour de Nesle”,…) y otras simplemente han sido tomadas por menores o poco importantes (el grueso del pelotón, con casos que van de lo increíble a lo indignante, pasando por toda clase de malentendidos y miopías).
Puede haber sucedido que nadie conociera hasta hace relativamente poco tiempo a sus directores, mas allá del ámbito de su país o las referencias existentes fuesen parciales y quizá no del todo veraces (las mejores de Evgenii Bauer, Shimizu Hiroshi, Mario O´Hara…), tal vez fueron prohibidas, mutiladas o silenciadas por las razones más diversas (“Bitter victory”, “The Chapman Report”, “Freaks” hasta su restauración, “Major Dundee” de la que se lanzó hace poco una “extended versión” no se sabe muy bien hasta qué punto fiel al montaje original si es que tal montaje existió…), un buen número de ellas fueron en su día un fracaso comercial o crítico, o ambas cosas, y no han recuperado totalmente su prestigio o no se han vuelto a poner de nuevo al alcance de todo el mundo (algunas de Demille, “The Countess from Hong Kong”, “La Tour de Nesle”,…) y otras simplemente han sido tomadas por menores o poco importantes (el grueso del pelotón, con casos que van de lo increíble a lo indignante, pasando por toda clase de malentendidos y miopías).
“Isn´t life wonderful” de David W. Griffith no puede encuadrarse en ninguno de los grupos anteriores y es por ello un autentico misterio y un caso de amnesia colectiva sorprendente.
Si hay un grupo de películas silentes realmente grandes y perdurables, de renovada y constante vigencia – por desgracia en este caso, debido al tema que trata -, sin la más pequeña arista por la erosión del tiempo y las modas, a éste pertenece sin duda “Isn´t life wonderful”. Contemplarla es como descubrir un nuevo continente. ¿Cómo es posible que haya recibido tan poca atención?
Es una de las películas más ambiciosas de uno de los directores más importantes del cine mudo, realizada después de haber alcanzado notoriedad su autor con una serie de obras de todos conocidas y en el momento de máximo vigor y madurez de su carrera; es un melodrama tan del gusto de la época y un retrato social y económico de su tiempo - alejada por tanto del tono de su otra película de 1924, la un tanto rígida y premiosa “America” - situado y rodado en gran parte en la Alemania de la posguerra, con lo que tiene poco de idealización novelesca de un conflicto, es dolorosa y emocionantemente real; conecta con el neorrealismo italiano de los 40, con lo que debió ser recuperada en plena y coyuntural reivindicación del papel del cine como manifestación artística de primer orden mas allá del entretenimiento; es y se postula como una gran película.
Pero parece que “Isn´t life wonderful” (“La aurora de la dicha” en su hermoso aunque quizá inapropiado titulo español) simplemente es que ha caído en el limbo.
Ni se ha distribuido que yo sepa mas allá de una edición de Kino Video en VHS hace casi diez años, ni se ha mencionado nunca en las encuestas de mejores películas que hacen Sight and Sound y similares, ni es recordada especialmente en libros o recopilaciones de artículos sobre cine mudo.
Y la verdad es que pocas veces se puede asistir ya a un despliegue de cine tan poderoso como descubriendo o revisando esta obra, que pertenece a ese reducido club de las películas que lo tienen todo: genio, novedad (y paciencia para encontrarla sin buscar la pirueta), belleza, discreta pero firme rebeldía, nervio y delicadeza.
Sólo por el análisis de lo que estaba pasando en el mundo en aquellos momentos y lo que volvería a suceder otra vez a la vuelta de unos pocos años y que posteriormente se ha reproducido en diferentes lugares y a muy diversas escalas, acechando masivamente cada cierto tiempo en algún país, ya debía ser un film de esos llamados “de consulta”, de los que ilustran esas grandes cuestiones que a todos preocupan, como – y tomando por ejemplo unos pocos asuntos que no dejan de estar nunca de actualidad y en tonos que van de lo cómico a lo metafórico, pasando por la hipérbole más certera o la más extraordinaria disección – lo son (o deberían serlo) “Modern times” o “Lundi matin" y la alienación del trabajador, “Die 1000 augen des Dr. Mabuse” y el poder invisible y manipulador de las grandes corporaciones, “Exodus” y el “problema palestino”, “Martha” o “Él” y los malos tratos, "La pyramide humaine" y lo que se ha venido a llamar "multiculturalidad", etc.
Si hay un grupo de películas silentes realmente grandes y perdurables, de renovada y constante vigencia – por desgracia en este caso, debido al tema que trata -, sin la más pequeña arista por la erosión del tiempo y las modas, a éste pertenece sin duda “Isn´t life wonderful”. Contemplarla es como descubrir un nuevo continente. ¿Cómo es posible que haya recibido tan poca atención?
Es una de las películas más ambiciosas de uno de los directores más importantes del cine mudo, realizada después de haber alcanzado notoriedad su autor con una serie de obras de todos conocidas y en el momento de máximo vigor y madurez de su carrera; es un melodrama tan del gusto de la época y un retrato social y económico de su tiempo - alejada por tanto del tono de su otra película de 1924, la un tanto rígida y premiosa “America” - situado y rodado en gran parte en la Alemania de la posguerra, con lo que tiene poco de idealización novelesca de un conflicto, es dolorosa y emocionantemente real; conecta con el neorrealismo italiano de los 40, con lo que debió ser recuperada en plena y coyuntural reivindicación del papel del cine como manifestación artística de primer orden mas allá del entretenimiento; es y se postula como una gran película.
Pero parece que “Isn´t life wonderful” (“La aurora de la dicha” en su hermoso aunque quizá inapropiado titulo español) simplemente es que ha caído en el limbo.
Ni se ha distribuido que yo sepa mas allá de una edición de Kino Video en VHS hace casi diez años, ni se ha mencionado nunca en las encuestas de mejores películas que hacen Sight and Sound y similares, ni es recordada especialmente en libros o recopilaciones de artículos sobre cine mudo.
Y la verdad es que pocas veces se puede asistir ya a un despliegue de cine tan poderoso como descubriendo o revisando esta obra, que pertenece a ese reducido club de las películas que lo tienen todo: genio, novedad (y paciencia para encontrarla sin buscar la pirueta), belleza, discreta pero firme rebeldía, nervio y delicadeza.
Sólo por el análisis de lo que estaba pasando en el mundo en aquellos momentos y lo que volvería a suceder otra vez a la vuelta de unos pocos años y que posteriormente se ha reproducido en diferentes lugares y a muy diversas escalas, acechando masivamente cada cierto tiempo en algún país, ya debía ser un film de esos llamados “de consulta”, de los que ilustran esas grandes cuestiones que a todos preocupan, como – y tomando por ejemplo unos pocos asuntos que no dejan de estar nunca de actualidad y en tonos que van de lo cómico a lo metafórico, pasando por la hipérbole más certera o la más extraordinaria disección – lo son (o deberían serlo) “Modern times” o “Lundi matin" y la alienación del trabajador, “Die 1000 augen des Dr. Mabuse” y el poder invisible y manipulador de las grandes corporaciones, “Exodus” y el “problema palestino”, “Martha” o “Él” y los malos tratos, "La pyramide humaine" y lo que se ha venido a llamar "multiculturalidad", etc.
Porque “Isn´t life wonderful” aparte de ser una película de su tiempo, despliega de una forma que casi se diría inquietante, un retrato milimétrico de cómo iban a ser los campos de refugiados y la vida en los suburbios en la barbarie nazi que comenzó en Checoslovaquia a menos de quince años desde la realización de la película.
Y lo hace sin ser un catálogo maniqueo de crueldades y centrándose en los asideros que devuelvan a sus maltrechos personajes la dignidad, las ganas de vivir, de compartir la alegría y hasta de bailar.
Sólo el hambre y las privaciones hacen de los hombres bestias, como alguien grita en el último rollo del film.
Es por ello la película más chapliniana de Griffith, con momentos (breves, a veces sin el menor subrayado) de comicidad de un tono poco habitual en su cine, con esa mezcla de ironía y patetismo a la que sólo le falta el elemento antisocial para encajar en el cine de Chaplin. Me parece maravillosa esa cuerda que ata las gallinas que lleva Inga al monte o cómo unta mantequilla imaginariamente en un mendrugo de pan para que Paul se recupere de su enfermedad o ese gag del atribulado Theodor con los prisioneros rusos y la enorme navaja que le señala cual es su sitio en la habitación.
“Isn´t life wonderful” es una película aérea, grácil, nada solemne, que salvaguarda en todo momento la intimidad de los personajes y que no agota las situaciones para mendigar una sonrisa o una lágrima de nadie que se acerque a ella. Cuando Paul se recupera, el reencuentro con Inga nos es mostrado hasta el momento en que ella se acerca a su cama, sin primeros planos.
Tiene también “Isn´t life wonderful” varios de los besos y abrazos más pudorosamente hermosos de la historia del cine, que podrían estar en “Make way for tomorrow” de McCarey, del que es imposible no acordarse viendo el film. Tampoco de Borzage, con cuya trilogía "antinazi" (“Three comrades”, “The mortal storm” y “Little man, what now?”) tiene grandes concomitancias. Debería ser una película bandera para cualquier seguidor de estos dos últimos cineastas.
Y lo hace sin ser un catálogo maniqueo de crueldades y centrándose en los asideros que devuelvan a sus maltrechos personajes la dignidad, las ganas de vivir, de compartir la alegría y hasta de bailar.
Sólo el hambre y las privaciones hacen de los hombres bestias, como alguien grita en el último rollo del film.
Es por ello la película más chapliniana de Griffith, con momentos (breves, a veces sin el menor subrayado) de comicidad de un tono poco habitual en su cine, con esa mezcla de ironía y patetismo a la que sólo le falta el elemento antisocial para encajar en el cine de Chaplin. Me parece maravillosa esa cuerda que ata las gallinas que lleva Inga al monte o cómo unta mantequilla imaginariamente en un mendrugo de pan para que Paul se recupere de su enfermedad o ese gag del atribulado Theodor con los prisioneros rusos y la enorme navaja que le señala cual es su sitio en la habitación.
“Isn´t life wonderful” es una película aérea, grácil, nada solemne, que salvaguarda en todo momento la intimidad de los personajes y que no agota las situaciones para mendigar una sonrisa o una lágrima de nadie que se acerque a ella. Cuando Paul se recupera, el reencuentro con Inga nos es mostrado hasta el momento en que ella se acerca a su cama, sin primeros planos.
Tiene también “Isn´t life wonderful” varios de los besos y abrazos más pudorosamente hermosos de la historia del cine, que podrían estar en “Make way for tomorrow” de McCarey, del que es imposible no acordarse viendo el film. Tampoco de Borzage, con cuya trilogía "antinazi" (“Three comrades”, “The mortal storm” y “Little man, what now?”) tiene grandes concomitancias. Debería ser una película bandera para cualquier seguidor de estos dos últimos cineastas.