sábado, 23 de diciembre de 2023

EL ENEMIGO DE LAS RUBIAS

Sobre la primera película que filmó Júlio Bressane nada más llegar a Londres en 1970, "Memórias de um estrangulador de loiras", revoloteó durante años un aura de malditismo, ese fantasma que acompaña a los exiliados allá donde vayan. Las pocas crónicas escritas por quienes pudieron verla y las muchas expectativas de cuantos no la consiguieron encontrar, configuraron una idea acerca de su naturaleza en gran medida imaginada, como si se tratase de una obra única, una perversa pesadilla experimental y, sobre todo, una película libre: al fin se apartaban del camino del cineasta los mojigatos que no habían entendido su cine en Brasil.

Cuando Bressane, con ese aplomo tan característico de los que no necesitan explicar por qué piensan distinto, se dedicó a desmentir en entrevistas que le hubiesen expulsado del país, que se fue porque quiso, y cuando empezó a ser más fácil localizar una copia, se desvaneció buena parte del encantamiento. De repente ahí estaba el film, libérrimo efectivamente, pero tan en bruto, tan impredecible y tan clandestino como toda aventura milagrosamente terminada sin apenas medios.

En ese momento terminaron las ensoñaciones acerca de "Memórias de um estrangulador de loiras" y también se acallaron para siempre, no sé bien por qué, las conexiones que en tiempos - qué tiempos - se establecieron con otro film que ni siquiera llegó a existir, el que estaba llamado por los alrededores de estas fechas a ser otra "liberación", nada menos que la de Alfred Hitchcock, "Kaleidoscope". La película más espeluznante que nunca vimos algo en común pudo tener con esta, de haber llegado a ver la luz, a juzgar por las fotos de rodaje y especialmente - al carecer de diálogos el film de Bressane - por los tests sin sonido que sobrevivieron del proyecto.

Las audacias de "Kaleidoscope" - esa  última obra silente de Hitchcock, si se me permite la boutade - que alcanzaron a cristalizar en "Frenzy" ahora sabemos que dejaron satisfecho al maestro, al menos oficialmente, porque en privado seguramente le hubiese gustado haber podido desplegar toda la artillería y "responder" como la ocasión lo merecía al film que lo tenía obsesionado, "Blow up", filmado en su ciudad para más señas.

La inestabilidad inherente al cine de Bressane erradica de cuajo la posibilidad de diálogo con las precisas imágenes hitchcockianas. En "Memórias..." se hace patente que lo que perturba a Bressane no son ni los encuadres ni las composiciones ni ninguna de las fuentes de donde brota la escritura de las películas de Hitchcock, sino los impactos - visuales, sonoros, de iluminación... - de su cine, empezando por los títulos de crédito de varias de sus cintas más célebres (sobre todo "Marnie" y "Vertigo"), siguiendo por momentos icónicos (el agua yéndose por el desagüe de la ducha de "Psycho", el asesinato reflejado en un cristal de "Strangers on a train", las cuerdas atronando con el punto de vista elevadísimo en la escena de la ONU de "North by Northwest") y reverberando en todo momento el mismo deseo de hacer sentir inermes, desnudos, a los espectadores que acudían a ese acto público que fue el cine..
 
Bressane filma planos, casi nunca secuencias - por eso es célebre "O anjo nasceu", que quizá contenga el noventa por ciento de las que ha rodado - y menos aún historias, pero eso no significa que le baste con su intuición. Algunos de esos planos tienen un laborioso proceso de creación y "Memórias..." no es la excepción pese a su aspecto urgente y de reinterpretación en la sala de montaje de cuanto queda captado al filmar. Ese material responde por otra parte y con un grado de pureza insólito para un film prácticamente amateur, a dos cuestiones que pueden parecer menores y no lo son. 
 
La primera, que la díáspora de impresiones que es el recuerdo, tiende a descartar lo que nos causó disgusto y distorsionar, para mejorarlos, los episodios satisfactorios. Cuando se trata de rememorar, las vivencias acuden a la mente así, en desorden, alteradas, revividas. Los films autobiográficos que reconstruyen en primera persona minuciosamente todo, serían la antítesis de este... y tan poco rigurosos como él. En segundo lugar, si se disponen, uno tras otro, las más elementales "fragmentos" cinematográficos, los planos, deben ser actos primarios y no elaboraciones psicológicas de ninguna clase lo que aparezca en pantalla. El protagonista (el simpar Guará Rodrigues) aparece tumbado en una cama, yendo al baño, cocinando, asaltando a una rubia tras otra, acunado cuando era un bebé por una de ellas, preciosa, que no le inflige ningún trauma que justifique su conducta futura y ya de viejo, solo, escribiendo frases desempolvadas del desván de su mente para esa autobiografía que es la propia película.
 
Y caminando sin rumbo por las calles, que ni le son propicias ni hostiles, simplemente escenarios mudos de sus impulsos. El Covent Garden parece en esta película un barrio de Rio, tomado por un asilvestrado (dos, Bressane y su alter fuckin' ego) y esto se aprecia mejor al ver "A longa viagem do ônibus amarelo" (2023) su más reciente film, recopilatorio de una vida detrás de las cámaras, en el que aparece "Memórias de um estrangulador de loiras" tras "Cuidado, Madame" (1970) y no se advierte discontinuidad alguna.