sábado, 18 de agosto de 2012

TORNILLOS EN EL ESTÓMAGO

Una de las películas más exultantes y tristes de los 60.
El viejo profesor que interrumpe - para acompañar - las imágenes y expone pertinente y socarronamente teorías sobre la vida privada de sus compatriotas, en un momento dado sugiere, aludiendo a un cuadro (que no se ve), el sentido de la obra maestra de Dusan Makavejev.
El equilibrio quebrado y la tragedia sobrevenida porque simplemente no se puede vivir en esas condiciones.
En esa pintura, obra de Đorđe Andrejević-Kun, exhibida poco antes de comenzar la Segunda Guerra Mundial y por tanto treinta años antes de la realización del film, vemos a una pareja practicando el acto sexual en una habitación donde alguien come y unos niños - quizá sus hijos - juegan, sin prestarles atención.
Destaca, dice, no la naturalidad de tal acción sino la particularidad de cuántas cosas tan distintas hacemos en los mismos espacios reducidos, cómo las distintas realidades se superponen.
Trasladada tal apreciación, que no dejaba de ser una anticipación de lo que venía para el futuro en lo doméstico, a una pequeña historia de amor entre una telefonista y un inspector de sanidad vigilante y exterminador de los millones de ratas que pululan en el subsuelo y por los rincones más sucios de Belgrado, "Ljubavni slucaj ili tragedija sluzbenice P.T.T.", inmersa en la Yugoslavia comunista ("aperturista" ya por entonces) de Tito, es una de las grandes pero más olvidadas películas producidas en la Europa del Este.
Otros trataron de copiar su paleta de colores o se inspiraron en su muy personal forma de orquestar el montaje; los hay que pretendieron "revertir" o extraer de los actores y actrices que habitualmente utilizó, el estilo o al menos restituir la frescura y el rigor insolente; alguno emuló sus sobreimpresiones, sus discursos o sus susurros, sus versos y sus alusiones filosóficas, pero muy pocos mejor que Makavejev entendieron realmente - quizá brevemente, pero sin postularse como epígono, como hizo por esos años Bertolucci - a Godard.
No todo Godard por supuesto. Para eso hubiese sido necesario tener su cultura, no sólo cinematográfica - y quizá ni el propio Jean-Luc conociese bien todos sus porqués; también jugarían, como para cualquiera, un lugar importante la suerte, la solución brillante encontrada sin convencimiento - pero sí lo suficiente para saber nutrirse de ese germen comun al cine negro y el neorrealismo del que se aprovechó, el que surge del desconcierto de no encontrar asideros porque han sido soliviantados traumáticamente, algo en lo que un simple individuo poco ha significado.    
Cuando se trataba de mirar a quienes se habían inventado una vida para perder de vista la realidad, lo cierto es que la ruptura de la rutina, con inesperadas y desesperadas consecuencias, había dado unos resultados fulgurantes y que algunos preferimos a los arrojados cuando se han presentado desplegados y desacelerados. Y largamente vitoreados por cierto cuando fueron expuestos por ejemplo por Chantal Akerman en su "Jeanne Dielman...".
En el rostro de esta Izabela de "Ljubavni slucaj ili tragedija sluzbenice P.T.T.", como antes en los de (sobre todo) Anna Karina en "Une femme est une femme", "Pierrot le fou" y demás, está súbitamente esculpido el horror y el asqueamiento de tener que pasar por este mundo en trabajos de mierda, vivir en pisos cochambrosos, ver pasar la juventud sin atisbar un buen lugar donde dirigirse... y mientras tanto aferrarse al romance, a la risa, a la música, huir y sentir que se decide, equivocándose cuantas veces sean, tapando de cualquier manera la cara de las circunstancias.
Así, Izabela sube eufórica escaleras arriba cuando ese siniestro novio que tiene pone en un tocadiscos marchas militares de la RDA o le pide ronrroneante que le lave la espalda tras las cortinas de plástico de la ducha que le han instalado de cualquier manera en un rincón.
Exagera incluso su natural desinhibición cuando se deja seducir por un empleaducho de su oficina, infatigable ligón cejijunto de horario completo, a quien todas rehúyen.
Es en ese punto donde confluyen las dos texturas que en el film corren parejas, la del estudio antropológico, distanciado y en retrospectiva y la afectuosa y expansiva hasta derribar las paredes de las estancias, descrita en la convivencia - que parece prospectiva siendo anterior: privilegios de la lírica -, también escenificada en otros lugares, de los amantes.
Breve, rápido, fugaz casi, el film no se detiene consecuentemente en tal fricción y simplemente baja el nivel de la cámara, oscurece la iluminación y recuerda el drama, en una poza inmunda, un accidente probablemente, producto de la ceguera que trae el odio.
Gran avance respecto a la excelente "Covek nije tica" de 1965 y sin duda guardando un orden que empieza a perderse en la posterior "Nevinost bez zastite", "Ljubavni slucaj ili tragedija sluzbenice P.T.T." es lo más provechoso de su carrera y la antesala del Makavejev anárquico que llega - y hasta hace relativamente poco tiempo continuaba, algún inopinado acierto incluído - con la prohibida "W.R. Misterije organizma" en 1971, territorio ya dominado por lo que aquí cuidadosamente se evita: la confusión de toda clase de mensajes. 
Será más conocido entonces, envuelto en un aura escatológica, "anti-todo" como decía Bukowski... y hasta Cynthia Plaster Caster tendrá un lugar en sus fotogramas.  

jueves, 16 de agosto de 2012

S&S 2012

La revista Sight and Sound del British Film Institute, como viene haciendo cada diez años desde 1952, ha publicado las votaciones entre críticos, académicos, programadores, historiadores, etc. para elegir las mejores películas de todos los tiempos.