miércoles, 9 de febrero de 2011

LA ESPIRAL DESCENDENTE

La última noticia que llegó al gran público de la carrera de John Frankenheimer fue el policiaco "Ronin" en 1998, quizá sobrevalorado por venir de quien venía y recordada luego por contener la última interpretación decente de Robert de Niro hasta la fecha.
La mayor parte del trabajo que hizo en ese decenio final de su vida y hasta su muerte en julio de 2002 fue para televisión y en ese medio se despidió del oficio con "Path to war", estrenada en marzo.
Siempre interesado por la política, desde la lejana "The Manchurian candidate" cuarenta años antes, Frankenheimer, no sé cómo de consciente sería - el público desde luego, no - que iba a tener que esperar al último aliento que le quedaba, para rodar por fin su auténtica obra maestra.
"Path to war", dos horas y media largas en su versión íntegra, es un rebrote inesperado y suculento del clasicismo omnicomprensivo y analítico fordiano, de los grandes Preminger de principios de los 60 y que tuvieron su eco, más irregular o desequilibrado en varios Coppola y Cimino que durante los años 70 tantas vocaciones autorales despertaron y tan poca herencia han tenido en una cinematografía acostumbrada a tener siempre entre sus filas a ese tipo de directores que eran capaces de elevarse sobre el presente o el pasado y mirar a la Historia.
Frankenheimer, nunca había sido de ese tipo de directores tomados como referente, aunque sí era respetado y cualquier cinéfilo era capaz de recordar alguna película suya que le había dejado un grato recuerdo, ya fuera la emotiva "The gypsy moths", la laberíntica "Seconds", las muy populares en su día "The train" o "Birdman of Alcatrazz", su primer trabajo para la ahora famosa HBO "The rainmaker", "I walk the line", "Seven days in may", "The burning season / Amazónia a ferro e fogo"...
"Path to war", que algo parece tener (más que de ajuste de cuentas o en todo caso sería con su conciencia), de prueba final para su autor, se aleja de las conspiraciones y los relatos colaterales a los grandes acontecimientos que tanto le habían interesado, para dar por fin una visión profunda y exhaustiva de un hecho, el mandato del Presidente Lyndon B. Johnson - al que tocaron dos difíciles tareas: la entrada de USA en la guerra de Vietnam y sustituir al "solícito" y llorado John F. Kennedy -, que marcó el devenir de un país y el mundo en el siglo XX.
Visto el fracaso (ya fuese lógico, desalentador o simplemente estrepitoso) de la generación que quiso tomar el testigo en los 80 y 90 (Oliver Stone, Spielberg, Bertolucci, AttemboroughCosta Gavras, Malick...) para tocar esos grandes asuntos y siquiera acercarse al legado de los anteriormente citados grandes cineastas, John Frankenheimer elude sermones y discursos, vira hacia la intimidad y se ocupa de filmar personas y sus circunstancias, cómo el rol que desempeñan condiciona y altera su modo de pensar (hasta para tener que asumir medidas de sus contrincantes como propias y tragarse el orgullo), cómo compaginan su propio destino con el del país que ha depositado en sus manos el suyo y en definitiva trata una cuestión sumamanete sencilla: qué huella quiere dejarse en esta vida, cómo le gustaría a cada cual ser recordado.
Es por ello "Path to war", que se inicia con un feliz baile, un gran film de apariencia pequeña, de estancias reducidas, apenas dos o tres actores por escena, abundante y perfectamente adecuado diálogo - en un lenguaje directo y comprensible por cualquiera -, tan certera para quien conozca los acontecimientos allí narrados como para quien no sepa una palabara de ellos, donde la utilización de una grúa o un súbito plano general adquieren su verdadera dimensión por simple contraste y que puede y debe verse con la agradecida paciencia y atención que discretamente solicita.
En la construcción firme, sin descansos (no había tiempo que perder) de su metraje se llega a momentos verdaderamente especiales y que probablemente, si no lo son ya, acaben siendo "de otra época" visto el deterioro interminable y el desprestigio de la política en todas partes, que ya no parece que será nunca más un eficaz motor para resolver o al menos atender problemas.
De hecho, cuando recientemente Frederick Wiseman trató de documentar el funcionamiento del sistema democrático del estado de Idaho para su extraordinaria "State legislature", algo fundamental parecía haberse perdido definitivamente. Parece cada vez más difuso apreciar el carácter admirativo, casi "demostrativo" del trabajo de hombres y mujeres de reconocida valía o anónimamente interesados en que pueda llevarse a término un ordenamiento de deberes, prioridades, necesidades y derechos, al estar inmersos, perdidos, sobreviviendo en definitiva, a interminables procesos burocráticos que han sido el efecto final de la saturación administrativa en tantos países.
La mayoría de los mejores momentos de "Path to war" y en contra de lo que suele ser habitual, se acompañan de un distanciamiento de la cámara - cercana, escrutadora, como solía gustarle a Frankenheimer - respecto a los actores (fantásticos Alec Baldwin, Donald Sutherland y especialmente Michael Gambon como Johnson) y sus movimientos, invitando al espectador a comprender, a abstraerse de pulsiones y frases sueltas más o menos efectistas y concebir en continuidad el guión. Emoción en plano general, ese viejo sueño abandonado.
Se siente vivamente, aunque indirecta o entre líneas, la presión de las grandes corporaciones, la soledad o el vértigo del poder, el escaso brillo alcanzado en las conquistas de política interna frente a los logros internacionales, cómo se partía en dos el país y se posicionaban los ricos padres de los "Fortunate son" como los llamó John Fogerty - a quienes debía sonar como una concesión populista o directamente una utopía  ese paquete de medidas conocida como "Great Society" que trató de recuperar el espíritu del New Deal del Presidente Roosevelt - o qué fácilmente y qué amoralmente si no se tienen escrúpulos, consagrando todo a un patriotismo neutro, se decide el destino de miles de personas y sus familias.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

¿No es curioso que se haya pasado de no ver y despreciar las grandes obras que, a veces, se rodaban para TV, desde "The Shadow Box" de Paul Newman a esta magnífica de Frankenheimer, pasando por las de Rossellini y Cottafavi en Italia, a pretender que el cine de verdad se hace hoy en series muy publicitadas, muy largas por lo general, emitidas y publicadas en DVD (pronto habrá más TV que cine)?
Miguel Marías

Jesús Cortés dijo...

Si, parece que interesa mucho más el final de una tontería como "Lost" o los trajes del jodido Don Draper que estrenar ahora una maravilla como "O estranho caso de Angélica" o en su día "Youth without youth", de ese Coppola que tantos dicen adorar.

Anónimo dijo...

Me apunto a bajar del pedestal a las series, pensaba que era yo el único y creía que el problema era mío. No soporto eso de temporadas y temporadas exactamente iguales, y de finales que se estiran durante decenas de capítulos. Así que suelo quedarme calladito en las conversaciones de la cafetería.

Ricardo

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo, el prestigio que están adquiriendo las series americanas, véase HBO, me parece desmedido. Quizá tal prestigio sólo sea explicable por la comparación que se hace entre las series y el actual cine hollywoodense.Pero claro, cualquier cosa parece buena comparada con el cine que se hace ahora en EEUU.

Jerónimo.

migblah dijo...

El prestigio de las series es desmedido. Pero esto no debe servir para los que desconfiamos de ellas neguemos por completo sus valores.

Yo creo que la "moda televisiva" ha sustituido a la "moda documental" de hace unos años, donde cualquiera que hiciese un documental ya era considerado como director serio, aunque fueran disparates perpetrados por Oliver Stone o Julio Medem. Es, en el fondo, la vía de escape para una crítica que quiere seguir manteniéndose en el trono sin aportar una sola idea, perpetuándose en conceptos como "gran cine", "el cine de siempre", etc... ese que, según ellos, ahora solo se realiza en la TV.

Ciñéndonos al tema, no vi este Frankenheimer, un director al que tengo poco estudiado y de lo poco que he visto, lo recuerdo mal.

Eso sí, otro de su generación que últimamente está más entonado en la TV que en el cine es Sidney Lumet. Su Strip Search quizás no sea una gran película, pero es muy superior a las mejorables y excesivamente valoradas por la crítica Find me guilty y Before the Devil Knows...

Pero, personalmente, tampoco creo que haya que buscar diferencias entre un medio y otro, sino entenderlos todos dentro de la filmografía de cada director y del momento histórico que atraviesa...

Jesús Cortés dijo...

Lumet ha sestado sobrevalorado siempre en mi opinión.
No puedo opinar mucho porque sólo he visto la versión recortada un 50% de "Strip search" y no me parece que se desprendiese de la mayoría de las cosas que me cansan de sus films: discusivo, enredado, espacialmente cáotico y haciendo "suspensión de incredulidad" con cosas perfectamente sencillas y comprensibles en manos de otros.
Tal vez la versión completa sea buena, no sé si tú la has podido ver.

Anónimo dijo...

Bertrand Tavernier, crítico de gusto intachable, también incluye "Path of War" en su listado de favoritas. Yo tengo una relación contradictoria con Frankenheimer: En sus obras más prestigiosas (The Manchurian Candidate, Seconds) me molesta su necesidad de hacerse notar con esos ángulos y ese montaje, las más personales y apreciadas en Europa (The Gypsy Moths, I Walk the Line) me parecen extrañas e imperfectas, las que yo prefiero (Seven Days in May, The Train) son eficaces y absorbentes -aunque la última podría haber sido interesante dirigida por Penn-.
Ángel.

Jesús Cortés dijo...

No sabía lo de Tavernier, del que me gustan muy pocas películas.
A mí sí me gusta mucho "The gypsy moths", la que más junto a "Path to war" probablemente.

Anónimo dijo...

A mí Tavernier me parece mucho mejor crítico que cineasta. Tiene un blog muy bueno http://www.tavernier.blog.sacd.fr/

Y sí, The Gypsy Moths la vi en TV de madrugada hace ya tiempo y tengo que revisarla.
Ángel.

Anónimo dijo...

O estranho caso de Angélica es un bodrio. Planos fijos toda la película, una lentitud exasperante, diálogos pretenciosos y fuera de lugar, y una historia ridícula. Oliveira no sabía hacer cine.