sábado, 9 de julio de 2011

EN NOMBRE DEL PUEBLO ITALIANO

La enorme y longeva popularidad de las comedias españolas de los años 50 y 60 - la mayoría de las filmadas por Luis García Berlanga, Fernando Fernán Gómez Marco Ferreri y alguna de José Luis Sáenz de HerediaJosé María Forqué, Luis Lucia y demás - venían siempre sustentadas para su defensa crítica en la influencia que sobre ellas estaba ejerciendo el gran cine italiano inmediatamente anterior o contemporáneo, paralelamente, pero con un mayor peso que la que procedía del imaginario nacional de films, escritos, piezas teatrales, tiras cómicas y sabiduría popular - atrapada primero en papel - heredada o asimilada de Arniches, Miguel y Jerónimo Mihura, Edgar NevilleRafael Azcona, Jardiel Poncela, López Rubio, Tono, la simpar Conchita Montes y compañía, muchos de ellos aún en activo, en diversos campos e incluso desarrollando la mejor parte de su obra, a través de los cuales se filtraban ChaplinReinhardt, MolièreLaurel & Hardy, los Marx (sobre todo Karl y Chico), el príncipe Lubitsch...
En relación al cine italiano y como casi cualquier influencia "detectada" - no por evidente, funcionaba automáticamente - y por tanto publicitada por los medios (me refiero al CEC básicamente) que trataban de encontrar las raíces (y las ramas) de ese árbol que florecía y hasta daba frutos antes sus ojos, era o se volvió cada vez más recíproca y a nadie se le escapa que cuando Berlanga citaba a "La marcia su Roma" entre sus films predilectos, lo hacía con la satisfacción de ver cuanto de "Esa pareja feliz" o la reciente "Plácido" había en el film de Risi.
Pero mientras las comedias italianas, sin que eso suponga otorgarles ninguna superioridad intrínseca - aunque no me parece discutible que suponía una ventaja -, no eran proezas que debían vencer una carrera de obstáculos para poder llegar a estrenarse, sino crónicas de lo cotidiano o del recuerdo de unos pocos años atrás, perfectamente entendibles y regocijantes para todo el mundo sin necesidad de hacer abstracciones o camuflar intenciones, en definitiva, siendo más universales, abundaban entre las españolas las que tenían un trasfondo verdaderamente triste, de frustración y se habían consagrado al esperpento como única salida posible de la fantasía.
Ahora paradójicamente la moderación de muchas de aquellas películas italianas, su clacisismo frente al negro sarcasmo o el absurdo de las más extremas filmadas en España, les ha hecho quedar relegadas a una categoría que cada vez recibe menos visitas. 
Será que para entenderlas cabalmente y disfrutarlas como lo hacían los espectadores que las vieron nacer, sea necesario comprender un poco la historia de su país, la idiosincrasia de sus gentes.
Desde el propósito sagrado de entretener y divertir, "Gli anni ruggenti" de Luigi Zampa en 1962 carece de las pretensiones que sí pudieron tener algunos films de la primera época de este cineasta, filmados en y sobre los rescoldos de la guerra y hay que decir que, en contra de lo que le sucedió al cine de otros compatriotas, al suyo le convino alejarse de realismos y dramas.
En esa clave de caricatura colectiva donde cada personaje y cada situación se retorcían hasta aclimatarlos a un ambiente determinado, plenas de inventiva visual, rápidas y concentradas, "Gli anni ruggenti" - como también, cada una con sus virtudes, "Il vigile", "Il medico della mutua", "L'arte di arrangiarsi", "Una questione d'onore" o "Ladro lui, ladra lei" - es una maquinaria de precisión.
La peripecia de Omero Battifiori (Nino Manfredi) en un pueblito de la Italia fascista de los 30 es tan divertida como creíble.
Como Ugo Tognazzi en la década posterior, Manfredi, era pese a su apariencia educada, la antítesis del cittadino y en el equívoco de su rol (basado en Gogol, como "Il cappotto" de Lattuada: un agente de seguros, seguidista por superviviencia del régimen, es confundido con un inspector gubernamental que debe controlar cómo de atentos a los dictados del Duce andan sus compatriotas) trataba de mantener la compostura y no explotar de indignación o hastío a la menor oportunidad para no tener que mostrarse al momento siguiente asustado o aterrado por la maquinaria del poder, al que todos creían que representaba, con muy poca confianza en el buen funcionamiento de la cosa pública.
"Gli anni ruggenti" saca partido cinematográficamente de la ausencia del gran Alberto Sordi.
Nadie lo dirigió tan bien como Zampa, nada preocupado en hacerlo parecer más versátil sino en que nunca cayera en el autoplagio, multiplicando su arrolladora verborrea, haciéndolo más encantador por muy desastroso que fuese su comportamiento, un poco como Jerry Lewis hizo sobre sus propias creaciones.
La presencia de Manfredi aplaca un buen número de expectativas, libera el tono y hace más maleable el material, permitiendo a Zampa recordar una época previa a un gran cambio que en realidad fue aprovechado por los de siempre, los que crean problemas para poder solucionarlos, para afianzarse.
Como muy poco tiempo después, como ahora, como mañana.
Contemporánea de otras recordadas comedias como "Tutti a casa" o "A cavallo della tigre", "Il sorpasso" o "Una vita difficile", "Risate di gioia", "Fantasmi a Roma", "Gli attendeti", "Divorzio all'italiana" o "Sedotta e abbandonata", "Signori si nasce", "Letto a tre piazze", etc., ni a "Gli anni ruggenti" ni a Luigi Zampa es fácil encontrarle conexiones con ninguna nueva ola.
Zampa, por muy disparatado que fuese el diálogo, la gesticulación o la deriva de lo que contaba, mantenía la calma, no aceleraba el ritmo por efectismo ni buscaba gags.
Parece que nunca aspiró a la perfección aunque se quedó cerca de alcanzarla varias veces.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que a veces se ha exagerado la influencia del cine italiano en España - muchas veces no se habían visto, a veces nunca se vieron -, subestimando la menos "digna" (y, por ello, a menudo ni proclamada ni reconocida) del cine americano (Preston Sturges, Capra, McCarey), y algo menos inglés (la Ealing) y francés. Tampoco parece que en los 50 en el cine italiano hubiera una libertad plena (aunque, desde luego, mucho mayor que en España), ya que desde 1947 se implantó la misma censura previa en dos fases (guión y película terminada) que en España, y había temas o aspectos tabú (el pasado fascista de muchos cargos, la Iglesia católica); esta situación mejoró a primeros de los 60, y de ahí la oleada de grandes comedias (que tienen precedentes en los 50). El caso de Zampa es curioso, ya que a veces tuvo gran éxito, pero estaba casi totalmente olvidado, sin duda porque a los franceses no les dió por "rescatarlo" (como a Comencini, Risi, Monicelli y algún otro). Sin duda hay más, pues en esos años el cine italiano era una verdadera industria, con elevada producción y múltiples actores y técnicos de talento, condiciones que permiten que directores sin particular genio hagan de vez en cuando - y hasta con frecuencia - grandes películas, que 60 ó 50 años después conservan vigencia como (quizá involuntarios) documentos históricos. "Gli anni ruggenti", "Anni facili" y varias otras son estupendas, a la vez terribles y divertidas, y nada fuera de lugar en el contexto presente de la Italia de Berlusconi.
Miguel Marías

Jesús Cortés dijo...

Quizá por eso que dices, por el carácter industrial, la desintegración del cine italiano a la que más se parece es a la del americano. Llegó un momento en que ya no hubo relevos, ni detrás ni delante de la cámara y aunque hubiese historias que contar, cambios importantes que documentar o comentar, por ningún sitio surgían nuevas caras, salvo aisladamente, que pudieran hacer pensar que se podría volver a la grandeza de los 50 o 60.
Pasa un poco igual con el rock ahora, puede haber buenas bandas, cosas estupendas que aparezcan de la nada, pero el medio creado para el desarrollo de los grandes grupos del pasado ha desaparecido y así esperar un nuevo florecimiento es utópico. En todo caso habrá una coincidencia en el tiempo de varios buenos, pero el escenario (productores, revistas, público, promoción...) se ha terminado.

Anónimo dijo...

Otro director americano muy influyente fue Lubitsch: lo recuerdo como el más citado (y venerado) por los cineastas españoles de los 40 en las entrevistas y artículos que escribían en la época.
Lubitsch, por lo menos desde comienzos de los 30 era una absoluta referencia para los verdaderamente interesados en el cine en todo el mundo: Ozu o Borges, por poner ejemplos de cinéfilos residentes en puntos muy distnates del globo, lo seguían con fervor.
"El baile" (quizás esto lo haya señalado alguien antes) es una película claramente basada en la estructura y en el tono de "Heaven Can Wait".
Rodrigo Dueñas

Jesús Cortés dijo...

"El baile" es una maravilla, de las diez o doce mejores películas hechas en España y mi favorita de Neville, digna de Lubitsch como señalas o de Renoir o Guitry.
Las fotos de Neville con Chaplin en el rodaje de "City lights" o de López Rubio con Laurel y Hardy no son de cazaautógrafos precisamente, hay una influencia real ahí.