La copia finalmente exhibida, atrozmente mutilada, de "Greed" de su amigo Erich Von Stroheim es la gota que colma el vaso de la paciencia de uno de los directores que mayores éxitos había proporcionado a la Metro (recién fusionada y ya denominada MGM) en el último lustro y que más arrestos tuvo para plantarse ante el todopoderoso Louis B. Mayer y no dejar manipular su trabajo a su antojo, como era práctica habitual con tantos "empleados" del estudio, que no condecoraba precisamente la personalidad de nadie.
De entre las obras suyas que sobreviven, muchas de las más recordadas, son conocidas sobre todo por sus remakes e imagino que muchos ni se molestarán ya en comprobar si pudieran ser tan buenas como sus famosas y multicolores sucesoras.
"The four horsemen of the Apocalypse" (1921) no puede competir con el supremo Minnelli de cuarenta años después, pero tanto "The prisoner of Zenda" (1922) como "Scaramouche" (1923) poco tienen que envidiar a las posteriores de John Cromwell, Richard Thorpe y George Sidney. Perdidas parecen algunas de las presumiblemente más atractivas como "Where the pavement ends" (1923), "Trifling women" (1922) o "Under crimson skies" de 1920.
Siempre en tensión creadora - en los años más "duales" de toda la era muda, en los que se culminaba un arte definitivo para el entretenimiento popular al mismo tiempo que se prodigaban y asombraban los experimentos narrativos, con el montaje o los intertítulos: cualquier gran film de aquí a finales de década es en sí mismo un punto de llegada, una victoria definitiva sobre el silencio -, optimistas o seriamente dramáticas, sin excluir nunca la comedia, las películas de Rex Ingram gozaron entre colegas (ninguno sospechoso de corporativismo: cercanos como el citado Stroheim, Fred Niblo o Henry King y tan lejanos como Ozu) de la admiración que merecían.
"The four horsemen of the Apocalypse" (1921) no puede competir con el supremo Minnelli de cuarenta años después, pero tanto "The prisoner of Zenda" (1922) como "Scaramouche" (1923) poco tienen que envidiar a las posteriores de John Cromwell, Richard Thorpe y George Sidney. Perdidas parecen algunas de las presumiblemente más atractivas como "Where the pavement ends" (1923), "Trifling women" (1922) o "Under crimson skies" de 1920.
Siempre en tensión creadora - en los años más "duales" de toda la era muda, en los que se culminaba un arte definitivo para el entretenimiento popular al mismo tiempo que se prodigaban y asombraban los experimentos narrativos, con el montaje o los intertítulos: cualquier gran film de aquí a finales de década es en sí mismo un punto de llegada, una victoria definitiva sobre el silencio -, optimistas o seriamente dramáticas, sin excluir nunca la comedia, las películas de Rex Ingram gozaron entre colegas (ninguno sospechoso de corporativismo: cercanos como el citado Stroheim, Fred Niblo o Henry King y tan lejanos como Ozu) de la admiración que merecían.
Establecido en Francia, la segunda película que realizó en su voluntario exilio - distribuída con la "abstención" (pero sin hacerle ascos al posible beneficio) de Mayer por la Metro-Goldwyn - es un proyecto internacional basado en una obra del por entonces tan adaptado escritor valenciano Vicente Blasco Ibáñez.
Sin arredrarse ante las circunstancias, dispuesto a acometer la mayor empresa de su carrera, "Mare Nostrum" ha estado "misteriosamente" fuera de circulación durante décadas y ni las continuas referencias que a ella han hecho los que admitieron su influencia (documentadas están las declaraciones y herencias varias de Welles en torno a "The lady from Shanghai" - que probablemente no pudo verla y así se explicaría como una de las imágenes más emblemáticas del film, la última que ilustra este texto, le influyese... no siendo más que una foto promocional, no un fotograma - o de su joven colaborador en su periplo europeo Michael Powell, que tomó buena nota de sus escenas marítimas para varias de las futuras emblemáticas aventuras de espionaje con las que inauguró su carrera) o las detectables en el cine de los 30 y 40 (Vigo, Hathaway, Sternberg, Grémillon, De Robertis...) han servido para devolver al film al lugar que le corresponde.
Porque no se trata de un film de carácter puramente "consultivo", que ilustre antecedentes y sirva para encontrar cada poco de dónde vienen algunas de las ideas visuales luego aplaudidas en los films de otros, sino que es un gran melodrama.
Al riesgo financiero y al desafío creativo, Ingram añadió otro empeño, el de convertir a su mujer, la habitualmente dulce Freya (Alice Terry), "víctima" tantas veces de los encantos del escuálido Valentino, en una femme fatale.
Un momento del rodaje |
Por supuesto no lo consigue. Ya la pudo vestir de negro de arriba abajo, como (y antes que) Louise Brooks, hacerla permanecer hierática o poner en su boca diálogos equívocos y mundanos, que Freya, lleva escrito en el rostro que no saldrá indemne de la jugada en la que involucra a un impetuoso - y el creía que neutral - marino español.
Es un matiz importante y no una falla por donde se despeña la película porque funciona "Mare Nostrum" en torno al conflicto de él, no de ella, que sólo puede parecer ambigua reflejada en la mirada que le devuelve el cándido Ulysses (Antonio Moreno), tan poco homérico como ella cara a Mata-Hari.
Contando con esa "debilidad" de sus actores (remediada sin grandes resultados adicionales por ejemplo en la versión que Rafael Gil hizo en México en el 48, modernizada al contexto de la Segunda Guerra Mundial, "Alba de sangre" donde él es Fernando Rey y ella... La Doña), aprovecha Ingram para transformarla en una ventaja desde el mismo prólogo, mítico, que sabe a Mur Oti o DeMille, dotando a la faz de ella de un aura angelical que fascina al niño que él fue. Su mismo rostro tiene Amphitrite, la diosa de los naufragados en el Mediterráneo.
La famosa imagen del acuario |
Perteneciendo por tanto los amantes al mar, "Mare Nostrum" - que es también o sobre todo, el nombre del barco que él capitanea y que articula el relato -, con la Gran Guerra en puertas y los viejos bergantines reconvertidos en fragatas, inevitablemente es una trágica historia de amour fou que siempre busca desarrollarse en escenarios ancestrales, esquivando el presente, conviertiendo cada acontecimiento en una consecuencia de las señales del pasado.
De hecho, son los detalles referidos al presente (una rara Barcelona arábico-sudamericana que parece de Tod Browning, un oficial alemán rígidamente encarnado por un trasunto del gran Stroheim - que seguro había participado si le hubiesen levantado el yugo que lo aprisionaba -, etc.) los que más pueden llamar la atención en un film que alcanza su verdadera dimensión en cuanto se desplaza a las ruinas de Pompeya, a cárceles que parecen medievales o se asoma al mismo fondo del mar que espera paciente a los muertos.
14 comentarios:
En efecto, habría que tratar de revisar a Ingram, uno de esos célebres del mudo que pronto fueron olvidados (y no sé cómo sobreviviría muchos años tras abandonar el cine); lo poco que he visto oscila entre lo muy interesante - y nada convencional -y lo grandioso. Fue despachado (probablemente de memoria o desde la ignorancia) con el - durante bastantes años - supremo insulto de "estilista" o "esteticista".
Hola, qué tal,
Estuve viendo hace relativamente poco, cuando andaba con lo del melodrama, varias de Ingram. Me gustaron mucho Eugenia Grandet y The magician, más que Mare nostrum de hecho. Esas dos también con Alice Terry.
Siempre se marca alguna o varias secuencias de esas delirantes que tanto me gustan. Aquí acuáticas. En The magician una especie de bacanal o de aquelarre infernal digno del mejor DeMille, y la muerte del avaro en E. Grandet que parece una mezcla entre Stroheim y Christensen. No llegué a ver su versión de El prisionero de Zenda y alguna más, pero aprovechando el texto me las pondré un rato de estos. Porque Ingram y tantos otros silentes son entretenimiento seguro.
Luego una cosa que estoy casi seguro de que es un cruce de cables míos. No sé si hay una peli en la que sale un rodaje de Ingram dirigiendo o hay un rodaje y el director es un trasunto suyo. Hay varios casos de estas situaciones, pero no sé por qué me ha venido a la cabeza uno posible de Ingram. La verdad es que no tengo ni idea.
Un saludo.
Las dos que citas, "The magician" y "The conquering power", me parecen buenas pero por debajo de otras. "The three passions" también vale mucho la pena buscarla. "The prisoner..." es esplendorosa, casi a la altura de varios Dwan gigantescos de esos años.
A veces sí que parece una mezcla imposible de DeMille y Stroheim y tiene sentido porque no están tan lejanos como pueda pensarse.
Es tan extraño seguir los pasos de directores que fueron grandes en su tiempo y el tiempo sepultó, saber de sus hazañas, ver las fotos que le tomaron con Matisse o recopilar declaraciones de otros que conoces bien hablando de él como una referencia...
Con Alice Terry quizá "abusó", dándole papeles que le iban y otros que no, como Czinner con Elisabeth Bergner.
Muy de acuerdo con lo de Alice Terry, Jesús. En algunos casos no la veo muy adecuada. O quizá no tanto que fuera inadecuada como que no era una actriz excelente o con gran encanto o capacidad para diferentes tonos. No era Norma Shearer, por decir una.
Norma Shearer hubo sólo una. Da igual que la emparejaran con Gilbert que con Lon Chaney, siempre estaba adecuada. Además fue la actriz fetiche de ese director tan elusivo llamado Monta Bell, otro que como Ingram merece la pena ver lo que se encuentre.
La cité precisamente porque llevo tiempo sin que se me vaya de la cabeza su doble papel en esa joya de Monta Bell que es "Lady of the night".
Pues es mejor aún una de las primeras sonoras, "Downstairs" del 32, donde por cierto se muestra todo el talento de ese extraordinario actor que fue John Gilbert, del que se sigue increíblemente repitiendo hoy día (y no me refiero a ese insulto al cine mudo llamado "The artist") la estúpida leyenda de que por su voz no se adaptó al cine sonoro, cuando es fácil atar cabos viendo los problemas que tuvo con Mayer porque a pesar del sigilo con que se llevaba todo lo relacionado con la Garbo, ella siempre estuvo de su lado y como se sabe, hasta lo impuso para "Queen Christina".
A propósito de directores olvidados (y a raíz de que acabo de volver a ver “How Green Was My Valley”) ¿alguien ha visto (fuera de “The Navigator”) alguna película dirigida por Donald Crisp? Si entre las setenta películas que hizo hay más que estén a la altura de la que codirigió con Keaton, nos encontramos sin duda ante un gran director.
Rodrigo Dueñas
Aparte de "The navigator" y la que dirigió o colaboró con Niblo ("The mark of Zorro") hay como cuatro o cinco circulando de esas setenta y tantas - muchas de dos bobinas imagino - pero yo no he visto ninguna más.
Tampoco nada de lo dirigido por Ramón Novarro, de mal aire.
Ahora que Rodrigo saca Crisp aprovecho para meter el offtopic de turno, ¿os fijasteis cómo quiso construir Redford una especie de Crisp en "The Conspirator" usando a Colm Meaney? No tenía esa bondad residual que en muchos papeles terminaba mostrando Crisp a pesar de aparecer como duro y austero, pero se notaba que lo tenía estudiado.
Aún no la he visto, Roberto.
¿Cazaste tú ya "J. Edgar"?
A mí me parece que va a decepcionar a muchos, incluso a quienes gustaron mucho las últimas.
Todavía no la he visto, ni la he buscado. La de Redford sin ser nada extraordinario, me gustó más que las tres cuartas partes del cine estrenado este año. Ni que decir que mucho más interesante y menos pedante que las cuatro o cinco que salen en todas en las encuestas del 2011.
De acuerdo al 100% con el Sr. Marías. Es una pena que no haya escrito usted un diccionario de cine, a ver si se anima que está a tiempo. En mí tendría a un devoto lector.
Sternberg tuvo muy presente a "Mare Nostrum" cuando rodó el desenlace de "Dishonored". Hizo lo mismo... al revés. Y obtuvo, para mi gusto, uno de los tres más grandes finales de la Historia del cine.
Por su parte, el de "Mare Nostrum" es excelente.
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