jueves, 12 de septiembre de 2013

ACTOS ALEATORIOS DE VIOLENCIA SIN SENTIDO

El combate contra la frustración emprendido por José Luis Borau a mediados de los años 70, cuando comenzó su empeño por hacer un cine, donde fuese, que materializara las ideas que bullían en su cabeza, tuvo un agridulce punto y final en el año 2000 con "Leo".
La falta de un reconocimiento amplio, y sobre todo duradero, a su obra marcó toda su carrera, la más ambiciosa y empecinada emprendida por cineasta español alguno, convencido de pocas cosas mientras veía cómo se sucedían los fracasos y los pasajeros triunfos, tan incomprensibles los unos como los otros.
"Leo", no por ser la última y llegar en un momento de especial atención de los medios al cine nacional, corrió mejor suerte.
Su película más "auténtica", "Furtivos" (1975), casi la única vista fuera como "lógica" por parte de un cineasta español (más aún entonces, en que no era difícil conectarla con una parte de "Tristana" y había despertado interés el cine de Saura) quedaba lejísimos y la retahíla de reproches vertidos contra todas las que hizo a continuación había sido imaginativa y habitualmente ventajista.
Para colmo, "Leo" llega después de su film más extraño y uno de los pocos que me parecen realmente fallidos, "Niño Nadie", un aparente canto de cisne, por su tema y tono, para su periplo, sin que fuese posible atribuir esa vez su fracaso a razones idiomáticas (como las casi se puede decir que invisibles en su versión original o mejor dicho, verdadera, "La sabina" y "On the line / Río abajo") o de comprensión de unas intenciones nada "conmemorativas" ("Tata mía" y su muy sui generis celebración del 30 aniversario de la Guerra Civil).
Así las cosas, con "Leo" cae disimuladamente - pese a pantomimas de premios incongruentes por tardíos, que sólo sirvieron para delatar una ceguera previa - el telón del cine de Borau, sin pompa, en escenarios feos e impersonales - un polígono industrial y alrededores, un gimnasio vetusto, un Madrid a deshoras y de pensiones apuntaladas -, con una historia tan febril como insólita y unos protagonistas al borde de la indigencia marcados por el pasado y como era habitual en su cine, muy poco simbólicos.
Poco antes se habían estrenado - debieron haberlo hecho, más bien, en la mayoría de los casos - las fenomenales "J'ai pas sommeil", "Carrément à l'Ouest", "Oublie-moi" y "La vie ne me fait pas peur", "O fantasma", "Ossos" o "Pola X", películas que contextualizan, emparentan (sin "conocerse"; a veces por simple afinidad electiva de soluciones muy poco comunes tomadas o de trampas salvadas con parecido ingenio) y normalizan la existencia de "Leo", que poca relación tenía con el cine español de su época salvo lo que pudiera compartir con otros dos films bastante más famosos y recordados, "Carne trémula" de Pedro Almodóvar y otro como "Leo" de despedida, "La buena estrella" de Ricardo Franco, otro director aficionado a complicarse la vida y condenado a no llegar casi nunca donde pretendía por muy poco conveniente que fuese para su carrera. 
Ni impregnada de "sucia" poesía, ni propugnando una gastada metáfora social (agitada con un buen trago de thriller, que siempre permite tomarse libertades) ni siendo un dilettante Resnais de segunda mano, todas ellas opciones tentadoras y de mejor comercialización, no se aprovecha ni regodea "Leo" sin embargo con sus circunstancias y pretende algo mucho más realista, como es habitual en el cine de Borau, escogiendo, eso sí, senderos empinados y poco transitados.
El mayor de todos, su sorprendente estructura.
Habrá pocos cineastas a los que les haya preocupado y hayan rondado tanto con sus películas el lenguaje y las historias que edifican cada vida que no hayan filmado nunca ni un film metalingüístico ni uno situado en el pasado.
Cuidada con celo cada palabra (nada bonitas ni elevadas) e incardinado con precisión el eco que cada una de las imágenes que componen la memoria del personaje central que interpreta Icíar Bollaín tiene en el argumento, el efecto que provoca la visión del film es curiosamente de imprevisibilidad, de misterio, constantemente retroalimentado pero tal vez no desvelado del todo.
No puede desembocar en otro sitio "Leo" que no sea en la tragedia, contra la que parece luchar desde muchos flancos sin gran convencimiento, entregada de antemano a completar un círculo de abuso, desesperanza y miseria.

16 comentarios:

Aitor dijo...

Para mí, Borau es aún muy desconocido. Como director he visto Furtivos y Hay que matar a B. Las dos me gustaron mucho, sobre todo la segunda. Como dices, pasa en escenarios sucios y feos, con paredes desconchadas y lavabos que no entraría nunca. Creo recordar que el personaje principal siempre tenía la camiseta interior sucia y llena de sudor. Como guionista he visto Mi querida señorita, que también me parece muy buena.

¿Me aconsejas ver alguna más de Borau?

Jesús Cortés dijo...

Es una filmografía muy corta.
Esta sobre todo y luego "On the line" y "Hay que matar a B" (de la segunda, imprescindible ver la VO... si se encuentra) son las tres que prefiero.
De Armiñán no me gusta realmente ninguna, ni siquiera esa y "Furtivos" me parece buena, pero la única sobrevalorada con los años de su filmografía.

Rafa Morata dijo...

No es mi favorita de la filmografía de Borau, pero sí guardo un buen recuerdo de esta historia sórdida y suburbial con personajes atados a su pasado que arrastran consigo un gran sentimiento de culpa y unas relaciones intensas y malsanas. Destaco, además, la interpretación de una enorme y sobrepasada Charo Soriano. Una película peculiar y distinta, como peculiar y distinta (bien que lo dejas claro) fue la obra de este director que mereció mejor reconocimiento y apartar el fantasma de "Furtivos".

Es una pena, como bien afirmas, la imposibilidad de ver una obra tan fascinante como "La sabina" en versión original (máxime cuando lo pide a gritos y es una de sus claves, algo parecido a lo que ocurre con "Tamaño natural" de Berlanga), o la bellísima "Río abajo". Con "Tata mía" y "Niño nadie" mantengo distancias: debería volver a ellas.

Saludos cordiales y muchas gracias por resucitar a "Leo" y a un director como Borau.

Miguel Marías dijo...

Yo creo que "Leo" fue su mejor película y que su fracaso le desanimó definitivamente. Pero casi todo lo que hizo era interesante, sin excluir "Crimen de doble filo" ni la serie de TV "Celia". No creo, sin embargo, que "Furtivos" esté hoy sobrevalorada, sino más bien injustamente olvidada, y sepultada por las muchas tontadas que se han dicho sobre ella.

Jesús Cortés dijo...

Dije sobrevalorada porque, que yo sepa, es la única suya reestrenada con cierto boato en 2005 o 2007, no recuerdo, en una copia mejorada, suele ser considerada como una de las mejores de la historia del cine español y es la única que se tiene en cuenta de Borau.
Estas dos últimas circunstancias me parece que están muy asociadas al momento en que se hizo y a que integra esa memoria histórica diría que para muchos casi obligatoria para considerar importante a un cineasta español. Creo que las tiene mejores, como las tres que prefiero y he citado.

Miguel Marías dijo...

Yo prefiero "Leo" y "Hay que matar a B.", y creo que también (en su VO) "La Sabina" y "Río abajo", pero hace demasiado que las vi en VO(y dobladas no las veo). Retrospectivamente, "Tata mía" y sobre todo "Niño Nadie" me parecen las dos más fallidas. Por diferentes razones (y pese a ser ambas, sin duda, muy personales; quizá precisamente por eso), me parecen precipitadas, a ratos evasivas, sin la concreción y nitidez que uno asociaría con Borau.

Miguel Marías dijo...

Ah, Jesús, hay otra razón por la que "Furtivos" es la más celebrada y recordada y vista: fue su único éxito de taquilla, y ya se sabe que en este país, últimamente, parece ser lo único que cuenta e importa... como si la mayor parte de las mejores películas de la historia hubieran sido grandes éxitos (y menos en España).

Jesús Cortés dijo...

Borau me parece que le dio, por una vez, al público lo que "quería", algo muy español, tras entregar un film como "Hay que matar a B.". Trató de hacerlo muy realista, brutal incluso y se encontró con que se interpretó todo en un sentido político y con los años sólo lo nombraban por "contribuir" a un cine que recogiese la crudeza de unos tiempos dejados atrás. Esto, para un cineasta al que no le gustaban nada los simbolismos y menos aún los ideológicos, debió ser difícil de asumir.

Rafa Morata dijo...

Si no recuerdo mal, en la versión original de "La sabina", se hablan tres o cuatro idiomas, algo fundamental para las intenciones de Borau y que el doblaje, como en tantas ocasiones, masacraba. Traía a colación también "Tamaño natural" de Berlanga porque, tampoco recuerdo si fue Berlanga, Azcona o algún crítico, quien hizo notar que la intención era ahondar en la incomunicación del protagonista, un francés enfrentado a esos "bárbaros" españoles que le hablan en un idioma que no es el suyo y que exhibían aquellos comportamientos y "extrañas" costumbres para él.

Un cordial saludo.

Jesús Cortés dijo...

Sí, en "La sabina" se hablaba inglés, español y sueco.
Como decía, el lenguaje (y en general la comunicación y sus barreras: ahí está el chico del gimnasio de "Leo", que resulta un personaje importante o el Ovidi Montllor de "Furtivos") es un elemento importante en su cine. El cine español siempre ha sido un erial en expresión, con pocas excepciones.
Da igual que mires a "Espoir, sierra de Teruel" o a "Las palabras de Max" que cualquier film donde haya una elaboración o una entonación especial (y se salga de la declamación envarada, que de eso abunda), parece un ovni.

Anónimo dijo...

Aceptando, respetando, comprendiendo e incluso compartiendo la idea que tenéis de que las películas deben ser vistas en su lengua original, creo que caéis en el dogmatismo cuando os negáis a ver una película doblada cuando no existe otra posibilidad. Es algo parecido a leer libros traducidos: negarse a leer a Homero o Sófocles cuando no se conoce el griego clásico, a Virgilio y Horacio cuando no se ha estudiado suficientemente el latín, a Dante cuando se ignora el dialecto toscano, a Goethe cuando se desconoce el alemán, a Tolstoi o Dostoyevski cuando pasa lo mismo con el ruso, o incluso yendo más lejos a leer traducidos a Flaubert, Proust, Shakespeare o Faulkner aunque se haya estudiados (y se conozca mejor o peor) el francés y el inglés.
Y eso que en la literatura el lenguaje es más importante que en el cine ya que éste es un arte básicamente visual (mudo en sus primeras décadas aunque acompañado de música externa) y sin negar la importancia del sonido en una película y no sólo me refiero al diálogo o a la banda sonora, mientras la literatura sólo depende de las palabras que al ser leída por alguien que desconoce el idioma necesitan de la traducción. Nunca es igual (NI POR APROXIMACIÓN) la lectura de un libro traducido pero si somos capaces de superar este escollo los amantes de la literatura que no estamos dispuestos a prescindir de la lectura de los libros clásicos de otras lenguas mi pregunta es por qué a los cinéfilos os cuesta tanto trabajo aceptar el doblaje cuando no hay otra solución, repito cuando NO HAY otra forma. Me parece una postura demasiado dogmática e intransigente y que sobrevalora la esencia del cine sobre la esencia de la literatura.
Por cierto lo mejor de Armiñán, que tiene varias películas interesantes y que no era mal escritor aunque tampoco muy bueno, fue convencer a su cuñada para que se dedicara a la música.

Jesús Cortés dijo...

Nadie ha dicho eso me parece y además cometes un error de planteamiento al sugerirlo. Traducción y doblaje no es lo mismo. Lo primero es necesario, lo otro no. Mira los países en que se empezó a hacer y la época y entenderás el propósito.
En otros países, el doblaje no existe en el cine y cualquiera debe acostumbrarse a leer rótulos y escuchar las voces originales.
Yo he visto cientos de películas dobladas, como cualquiera que empezara en una época en que no había más remedio que hacerlo así para poder acceder a ellas.
Si con el tiempo, se adquiere (si se tiene facilidad y empeño, a veces sólo lo segundo) cierta destreza con los idiomas o se consigue al menos un nivel bueno para leer subtítulos, es normal que se sea reacio a verlas dobladas.
Es también me parece que lógico que esas dos últimas costumbres (o logros, depende lo que haya costado) unidas a la enorme difusión de tantas películas traída por internet, haga que cualquiera prefiera no ver algo deformado por el doblaje.
En literatura y música no hay ese problema.
Los escritores alemanes, griegos y demás aún no puedo leerlos en su idioma. Si alguna vez lo logro, poco sentido tendría volver a leerlos "subtitulados", pero tampoco está mal obviando todas las carencias (en eso no discutiremos) que ello conlleva.
Y si en los discos de Brenda Lee distribuidos aquí cantase alguien por ella, no parece muy intransigente ni dogmático anhelar oirlos tal y como se hicieron.

Rodrigo Dueñas dijo...

Precisa, densa y a la vez lacónica, concisa, misteriosa tras su aparente claridad, desesperanzada y, como bien señalas, Jesús, imprevisible, "Leo" es seguramente la quintaesencia del cine de Borau. Dicho esto, a mí (al contrario que a la mayor parte de la crítica seria y que al mismo Borau) aún me gusta más "Furtivos".
Creo que Borau sí fue valorado como merecía: recibió numerosos premios y homenajes y era unánimemente respetado (y, en buena parte, querido) por la crítica y por sus compañeros de profesión (y vaya si tiene mérito conseguir ambos aprecios). Quizás le faltó un poco más de apoyo en el estreno de alguna de sus películas (sobre todo si se compara con los ditirambos y desaforada promoción que han recibido tantas medianías españolas).
Pero lo lógico es que sus películas no fueran éxitos comerciales. Aunque están hechas teniendo en mente al espectador, éste debe ser atento e inteligente. Son obras llenas de huecos que hay llenar y de razones que no se explican (pero que existen). Al contrario que en la mayoría de la producción cinematográfica, los personajes y sus motivaciones no son ni simples ni claros. Y además sus historias son muy amargas: acaban en callejones sin salida y las historias de amor son desoladoras (desde el principio se ve que no tienen, a pesar de la insistencia del hombre, ninguna posibilidad de prosperar, y justo cuando hacia el final parece que van a resultar, concluyen de la peor manera).
Pero precisamente todo este romanticismo amargo y esta exigencia hacia el espectador, junto con el misterio, el perfecto dominio de la narración y su sobria belleza es lo que debe animar a un verdadero cinéfilo a conocer a Borau.

Miguel Marías dijo...

Rodrigo, creo que (por edad) ignoras los ataques que recibió Borau hacia 1975, cuando se estrenaron "Furtivos" y (después, pese a ser de 1973) "Hay que matar a B.". Luego sí, mucho "respeto" y mucho "cariño", como casi siempre en la profesión, más falsos que un billete de mil euros, unas veces interesados y otras sencillamente muy hipócritas.
Y a Anónimo le diré que me he pasado casi 30 años de mi vida viendo casi exclusivamente películas dobladas. Por eso sé muy bien que, desde que es(o hasta que lo sea) posible verlas en VO, es preferible (y para emitir cualquier crítica imprescindible) no verlas dobladas. He pasado buena parte de los últimos 40 años volviendo a ver casi todas las vistas dobladas ahora en VO, y la diferencia es tal que nadie me va a convencer de que vuelva a ver nada doblado. Me pone malo físicamente, es una falsificación (lo que a veces son también algunas traducciones de libros, las hay pésimas, y las hay que no están en castellano), cambian el sentido, el tono, el ritmo y hasta la calidad de las interpretaciones, que pierden, dobladas, no menos del 50%. Naturalmente que leo libros traducidos, pero prefiero no hacerlo ni cuando me cuesta mucho trabajo y me lleva mucho tiempo y consultar a menudo un diccionario (en italiano, portugués o catalán); si están en suomi, ruso, japonés, chino, alemán, sueco, neerlandés y otros muchos, qué remedio, aunque a veces he tenido que leer varias traducciones diferentes (y a otras lenguas): nunca soporté "El castillo" de Kafka hasta que leí la tradución inglesa. Y, desde luego, siempre mejor, cuando se puede, leer en su lengua a los escritores. Ah, y la creencia de que el cine es ante todo visual es falsa desde hace unos 80 años, que son los que lleva siendo sonoro en los países en los que han podido escuchar el sonido original (pues con el doblaje se van o cambian músicas, ruidos, efectos sonoros; además de servir para censurar diálogos), lo que explica por qué, salvo excepcionales excepciones, el cine español, alemán e italiano, gracias a sus respectivos fascismos, aún no es plenamente sonoro...

Luis S. dijo...

Entiendo que tanto imagen como sonidos son esenciales, sobre todo en según qué directores o tipos de película, pero ¿no es excesivo, M. Marías, señalar que en el cine no hay primacía de la imagen? Es lo que se deduce si se sostiene que el cine no es principalmente visual. No sé, quizá me equivoque, pero para mí es una obviedad, desde el momento en que hay película sin necesidad de sonido pero, lógicamente, la imagen es esencial. ¿El cine sin imagen no sería como la radio?

Por el lado de Borau, muy interesante todo lo que habéis dicho, empezando por el artículo de J. Cortés. Es verdad que en los últimos años de su vida se le "respetó" mucho, como decís, y también en su faceta literaria o libresca; y como mentor de otros realizadores, por así decirse. Pero sus películas no se han visto demasiado, la verdad, ni se le considera en general en el Canon del cine español.
De lo que he visto, no seré original pero sí sincero y "Furtivos" me parece de largo lo más fascinante de Borau, con o sin connotaciones socio-políticas. No veo demasiado simbólico a Borau, tiene un componente más crudo y físico y, al mismo tiempo, como de amarga distinción.
Mi recuerdo de "Río abajo" no es bueno. A mí cuando la vi me pareció un peculiar refrito hasta con elementos similares a telefilmes USA (me acorde incluso de “La fuga de Eddie Macon”); he consultado y comprobado que escribí en su momento que es como si la hubiesen escrito a cuatro manos John Sayles y Terence Young; lo cual quizá sea una tontería pero refleja mi particular impresión, de algo híbrido, irregular más que extraño.
"Tata mía" me gusta algo más pero tampoco me parece demasiado conseguida.
Y "Hay que matar a B" es estupenda aunque no me encante; para mí otro curioso híbrido de influencias, me recordó a algún “polar” francés, “El salario del miedo”, "Rififí en la ciudad", "Beltenebros" (novela y película), cosas variadas. Los actores, algunos, quizá algo sobreactuados. Es un cine español, tipo “Desvío al paraíso”, con mucha influencia (y hasta actores) del cine de género USA, ¿no? Quizá por eso hablo de carácter híbrido.

En fin, tengo que ver las demás, "La sabina", quizá "Niño nadie" y, sobre todo, "Leo", además protagonizada por una actriz (y directora) que me gusta mucho, Bollaín. Gracias.

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo con que a Borau se le respetó más como figura pública, sobre todo a partir del gesto de las manos blancas, que como figura cinematográfica. Fue maestro de muchos guionistas y directores más jóvenes, que por su afabilidad y simpatía, se quedaron con el recuerdo de un patriarca y un referente, pero solo pedagógicamente. Me incluyo entre sus alumnos. Muchos le admiraban así, pero desconocían sus películas, o no las daban importancia. Creo que soy la única persona a la que le gusta, y mucho, "Niño nadie". Su tono rarísimo, su historia fuera del tiempo, la locura que contenía, a mí me llena muchísimo. Es una película que no hace más que descolocarte constantemente, y a la que hay que perseguir casi para entenderla. Me parece una de las películas más desesperanzadas que se hayan hecho nunca, porque trata, en mi opinión, de que en esta vida nada, ningún acto, tiene sentido.