martes, 22 de abril de 2014

FIN DE TRAYECTO

En los sucesivos estrenos más allá del circuito anglosajón, a “The law and Jake Wade”, aprovecharon para ponerle un nombre más comercial.
Desafío en la ciudad muerta” o “Le trésor du pendu” fueron algunos de los eslóganes utilizados para atraer más espectadores, aludiendo como es costumbre, simplificada o exageradamente, al clímax del film.
El interés de su director, John Sturges, por quienes detentaban algún protagonismo en la tarea de hacer funcionar los mecanismos de la ley - el mismo que había aparecido en “The people against O’Hara”, “Bad day at Black Rock”, “The Magnificent Yankee”, “Mystery Street” o “The scarlet coat” y que volvería a asomar más adelante - en teoría debiera haber multiplicado brillantemente su efecto en el territorio más abstracto y de imaginería más potente para el público, como era por esos años el del western.
Emular a Anthony Mann parecía a su alcance si abundaba en esa faceta de su cine trasladada más al Oeste y los excelentes precedentes ("Escape form Fort Bravo", "Backlash") así lo anunciaban.
The law and Jake Wade” no obstante, tras ese protocolario título, es un film mucho menos ambicioso y se cuestiona acerca de una ambigüedad personal que concierne a dos hombres y a nadie más.
Serio y nítido, compuesto por una mayoría de planos medios y generales sin la espectacularidad de la acción ni el paisaje como reclamos, es un film de diálogos cortos y lacónicos, escritos para personajes que se conocen demasiado bien o no se conocen en absoluto pese a así creerlo, que se llena de miradas hacia fuera del encuadre en cuanto algo resulta turbador o simplemente nuevo.
El escenario del pueblo donde el Marshall que interpreta Robert Taylor es encontrado por su antigua banda, propicio para presentar el conflicto moral y social que regresa de su pasado, es abandonado - ¿desaprovechado? - a los pocos minutos para no volver a él.
Prácticamente nada sabremos de su nueva reputación allí, ni de lo que luego se especulará sobre su prolongada ausencia.
Si nos preguntamos por qué, ya tendremos una buena pista para mirar al cine de John Sturges, no estoy seguro de si macmahoniano o todo lo contrario, pero un cine, etiquetas aparte, al completo servicio de "la hora de la verdad", siempre con los fondos y los ambientes en muy segundo plano - quizá por ello siempre tan bien iluminados y profusos en detalles: no habrá mucho tiempo para recrearse en ellos -, avanzando ordenadamente hacia donde apuntan limpiamente las resoluciones de sus tramas, un enfoque en cierto sentido opuesto al de un Henry King, - y ninguno de los dos fue acogido bajo ese necio marchamo de "psicológico" que pretendió separar westerns "intelectuales" de los que al parecer no lo eran - en que importaba casi tanto como la historia, la relación de los actores con el espacio que ocupaban.
Era natural que "The law and Jake Wade", sin estrecheces presupuestarias, pudiera haber sido, en tiempos de "Run of the arrow", "Bandido", "The burning hills", "From hell to Texas", "The wonderful country" o "The hanging tree", una película de pulsiones y fogonazos, con las armas de fuego, el ritual de saber qué rostro tendrá la muerte y el amor en absoluto primer plano, y por contra es un retrato decantado, seco, inexorable y ciertamente en coordenadas muy serie B, de un hombre que ha tratado de convertirse en redentor de la sombra que pisa.
No puede optar Sturges por preferir a su viejo aliado, el salvaje Clint (Richard Widmark), pero sí por presentar cada uno de sus acciones como pequeñas victorias del sentido común primitivo de aquellos que no se dejaron domesticar.
Despreocuparse por seguir a Jake cuando éste trata de despistarlo de vuelta a su hogar, dando rodeos, y soltar su caballo para que vuelva al pueblo guiándolo o adelantarse un buen rato a su huida por el cañón sabiendo que elegiría el camino más difícil, son dos de esos momentos en que Jake se sentirá transparente, oxidado y un poco ridículo.
Jake quizá haya perdido de vista que teme y odia lo que representa el incivilizado Clint, pero admira más que nunca a ese bello animal, su rapidez de reflejos, su dominio.
Una sola mirada después de contemplar cómo resuelve el encuentro con los soldados le delata.
El gesto impulsivo que sirve como apertura del film, cuando Jake decide saldar su vieja "deuda" y arriesga su tranquilidad irresponsablemente ya delinea toda la película.
La chica merece la pena (más aún cuando se involucre y se muestre más fuerte y lista de lo que parecía), el dinero del botín no le ha hecho falta, la muerte de aquel chico en el atraco no es un tormento y sí una losa que había cancelado el pasado.
¿Por qué volver entonces a salir de la penumbra para apuntar a alguien por la espalda?
Quizá porque, volviendo al enunciado del film, mucho antes que la escrita en legajos por abogados que llegaron del Este para aplicarla mal que bien en cada metro de tierra arrancado a los indios, son la ley del talión y la de la selva, esas con que despachó con Clint en otros tiempos, a las que Jake quiere enfrentarse y ajustar de una vez por todas sus cuentas.

4 comentarios:

Teo Calderón dijo...

Recuerdo westerns de John Sturges en los que le gustaba arrancar con cadáveres previos a la trama. En la sintética "BAD DAY AT BLACK ROCK" Spencer Tracy indaga sobre un japonés enterrado anónimamente en el desierto; en el arranque de la intrigante y desapacible "BACKLASH" vemos a Richard Widmark removiendo tumbas en un desolado paraje; en la inagotable "THE MAGNIFICENT SEVEN" nos presentan a dos de sus protagonistas "resolviendo" vía expeditiva el dificultoso entierro de un fiambre.
El desarrollo de "THE LAW AND JACK WADE", western de exteriores, escueto, duro, diseñado con un geométrico sentido de la puesta en escena, deriva hacia un progresivo enrarecimiento de su atmósfera rozando lo fantasmal (mueren en una ciudad muerta) en esa absorbente última media hora. ¿Por qué, en los años cincuenta, el hierático Robert Taylor resultaba siempre tan antipático e incluso odioso ("THE LAST HUNT") en contraposición a sus antagonistas?

Jesús Cortés dijo...

Tiene una buena carrera Sturges. Como muchos americanos de esos años, hizo varias muy buenas al principio, con poco dinero y mucha inventiva ("Mystery street", "The capture", "Walking hills"), llegó a su máxima popularidad con algunas de las que citas, que son sus mejores films probablemente ("Bad day...", mezcla de thriller y western moderno tipo "Lonely are the brave", esta que comento o "Backlash") y ya en los 60 hay varias también muy destacables como "By love possessed", "Hour of the gun" o una que acabo de ver, "The Satan bug".
En cuanto a Robert Taylor, no estamos muy de acuerdo. Yo creo que no evolucionó a nada en particular (aparte de por la edad, al final por la enfermedad y otras circunstancias personales) e hizo bien casi cuaqluier cosa. Lo encuentro espléndido en "Saddle the wind" o "Party girl", irreprochable en "Quentin Durward", "The bribe" o "Westward the women", duro y seco aquí, en "Devil's doorway" o "Flight command", casi fordiano en "Ride, vaquero!", apropiadamente ambiguo en "Undercurrent" o "High wall", perfecto para un film tan cambiante y difícil de interpretar como el excelente "Escape" de LeRoy, por no mencionar sus intervenciones en el tipo de papeles con el que más se le identifica y que solía hacer muy bien como "Three comrades", "Waterloo Bridge", "Camille", "Small town girl", etc.

Duke dijo...

Sturges encadenó en el segundo lustro de los 50 una serie de western que no se los salta un galgo, que diría Delibes, y precisamente los mejores seguramente sean los menos mentados, esta que aquí tratas, Jesús, y Backlash, a la que la censura española le hizo un "Mogambo" en el doblaje.

Y a mí Taylor me gusta bastante, me quedo con actores de su tipo como él, Glenn Ford (revisé hace poco Cimarrón y está espléndido, muy por encima de una Maria Schell histriónica total) o con un Richard Widmark antes que con cualquier jovencito endiosado salido del Actor's Studio en aquellos años. Lo que me sorprende de Taylor es el bajón abrupto que pegó de los 50, donde era estrella puntera de la MGM, a hacer productos mucho más modestos en los 60.

Rodrigo Dueñas dijo...

Los paisajes (las gigantescas montañas nevadas de la primera media hora, los valles resecos del resto del metraje) son impresionantes. Sturges es otro de los que se unen a Mann en la maestría en captar la belleza de los exteriores.
Cuánto se intuye y cuánto queda en la sombra de lo que ocurrió en el pasado entre los protagonistas.