viernes, 19 de abril de 2019

EL HOMBRE QUE DESENMASCARÓ A GENTLEMAN JIM

A cuarenta años de la muerte de Wild Bill Hickok, treinta y cinco desde el duelo de OK Corral o el asesinato de Billy the Kid, veinte desde que Calamity Jane comenzara su gira por toda América que le llevaría a la tumba en 1903, después, mucho después de que decayera el mito del salvaje Oeste pero el mismo año que John Ford erige el que se suele tomar - con la venia de Porter y Hart -, como el film fundacional del género, "Straight shooting", filma Ruth Ann Baldwin su última película y la única que le sobrevive, "'49-'17". Parecen perdidas sin remedio casi una docena previas.
Ni rastreando archivos bibliográficos se puede averiguar gran cosa acerca de qué fue de esta cineasta - y sobre todo guionista y montadora - en los años sucesivos, ni por qué no siguió dirigiendo ni relacionada con el cine. Su pista se difumina hacia 1925.
Los vientos cambiantes de las reivindicaciones no se han cruzado aún con su largometraje, ni por ser un western - una reconstrucción más bien de su espíritu - ni siquiera por haberlo dirigido una mujer, que tan pocas acreditan obra en estos años.
Sospecho que nunca lo harán o difícilmente como merece y me temo que una de las razones actuales, quizá la de más peso, es simple y decepcionante: no es una película inequívocamente femenina.
Tanto como el extremo opuesto - que el film de un director sea inequívocamente masculino - debería importar ese hecho y sí que sea claramente comparable al de Ford o, como sin duda pienso, superior a él. Pocas veces sucede, pero quizá sea pertinente el paralelismo en esta ocasión ya que se estrena muy poco después, hay algún punto de contacto (un comentario) argumental y al hilo de ella hasta puede leerse alguna reseña que dice que "'49-'17" ¡es una parodia suya!
Si el cine recorre en pocos años, a toda velocidad, los distintos conceptos que tuvieron otras artes, de los primeros "griegos" a quienes nadie dio valor o uno meramente técnico (Mélies, Lumière) en dos décadas hemos llegado a la Edad Media y los artistas eran lo que ahora diríamos artesanos y éstos no existían. Hará falta esperar a las Academias - los ocho o nueve años antes del cataclismo del cine mudo - para que llegue el Renacimiento y con él los reconocimientos generales a los primeros genios... y para que se empiece a mirar atrás en busca de los que se tomaron en vano. Valga la boutade para afirmar que Ruth Ann Baldwin, si fue una de las pioneras tras una cámara en esos años, es que era, como la abrumadora mayoría y con poquísimas excepciones, hábil, capaz e inquieta. 
El hecho de que no hayan sobrevivido por desgracia los westerns que filmaron Lois Weber, Dorothy Arzner o Grace Cunard, es no obstante un aval relativo para "'49-'17", un aliciente puramente nominal, porque si por algo de veras valioso merece la pena ver la obra de Baldwin, es por su talento para encuadrar, componer en profundidad y conjugar ideas en planos o por su mirada crepuscular, tan refinada como lo había sido la de David W. Griffith en "As it is in life" siete años antes o lo sería la de Allan Dwan en "The Iron Mask" doce años después.
Y por encima de todo y para dejar claro que no se trata de un esbozo de astucias aprendidas trabajando con otros sin dotarlas de mayor entidad, asombra la maestría para mover esta estructura de una historia dentro de otra, adelante y atrás en el tiempo, con una claridad, una fluidez y un dominio asombroso del espacio y de la dirección de actores. 
 
 
El insólito elemento de desmitificación de una era al que aludía, tan temprano, no remite a lo que entonces era incipiente y proliferará por doquier en el cine sonoro: la idealización cinematográfica de los héroes de la conquista, de los pistoleros rápidos y los forajidos que fueron acribillaron en duelos, de las gestas conduciendo ganado miles de kilómetros hacia tierras vírgenes enfrentando las más sanguinarias tribus indias...
"'49-'17" recuerda más bien que lo que estaba sucediendo en Hollywood - un pueblo fundado sesenta años antes y que llevaba solo seis produciendo películas - era muy parecido a lo que aconteció allí mismo, en la California de la fiebre del oro del 49 y que, como entonces, estaba atestado de aficionados, de intrusos, de aprovechados y de melindrosos, obnubilados por el brillo del éxito sin saber una palabra de nada.
En la troupe de extras que es contratada para escenificar el capricho nostálgico del juez Brand, es así lógico que coincidan los que se quedaron varados en su pasado y los patanes recién llegados, aunque quizá el mayor extraño es el mismo "homenajeado", que algo va a conocer del sabor que quedará en la garganta cuarenta y cinco años más tarde a nuestro querido Ransom Stoddard.

6 comentarios:

José Andrés dijo...

Si esta película se hubiera rodado en los 70 y la hubiera dirigido, por ejemplo, Robert Altman, se hablaría de desmitificación y de ironía. Es increíble que en 1917 alguien estuviera ya anticipando una mirada agridulce sobre los mitos del viejo oeste (sin mirarlos por encima) y que lo hiciera valiéndose de una narrativa trufada de flashbacks en la que, con pasmosa naturalidad, se compendian experiencias pasadas en pocos minutos (así la primera analepsis, a cargo el juez). Sí, echaremos de menos los otros trabajos de esta directora. También se trago la tierra a Donna Drew, que tanto recuerda a Viola Dana.

Jesús Cortés dijo...

Casi automáticamente después de ver "'49-'17" ya se empieza a echar de menos a "The flame of youth", la película final de Donna Drew, filmada por Elmer Clifton. En el silente son habituales estas cadenas de lamentaciones, ni por fetichismo ni por catalogación arqueológica, simplemente porque uno está casi seguro que lo que no se encuentra o falta hasta que medie un milagro, es tan bueno como lo que hay.

Miguel Marías dijo...

Me gustaría comprender por qué Ruth Ann Baldwin no es mundialmente famosa, cuando era excepcional no sólo por dirigir y por hacer (sin esperar al siglo XXI) un western actual y muy lúcidamente crepuscular (pues ya en 1917 se había acabado la Frontera), sino, sobre todo, porque mostraba un estilo, una habilidad narrativa y plástica, un sentido de la "puesta en escena", de la composición y el encuadre, y una dirección de actores como poco comparable a lo mejor que por entonces rodaban Ford, Borzage, Dwan, DeMille, King, Griffith, Walsh, Ince o Hart, cuando no superior. Tal vez es que no llamaron la atención lo bastante en su momento y han estado invisibles hasta 2018, cuando entre la Biblioteca del Congreso y Kino Lorber han sido recuperadas varias otras notables películas dirigidas (y a menudo escritas, producidas o interpretadas además) por pioneras, ¿o es que las buscadoras de joyas hechas por mujeres no han encontrado esas películas ni suficientemente femeninas ni declaradamente feministas, como si no probasen más los hechos que las palabras?

Jesús Cortés dijo...

Pues si no es algo de lo que sugieres al final y que yo también apuntaba en el texto, tampoco me lo explico.

Luis S. dijo...

En debate tan interesante no quisiera decir una completa memez pero aquí va: si me puedo fiar de lo que observo en mi entorno y en otros entornos que más o menos conozco (y creo que no soy el único) me atrevería a conjeturar que hay muchas menos buscadoras que buscadores de joyas cinematográficas. Lo cual quizás explicaría hasta cierto punto la disfunción apuntada.

Jesús Cortés dijo...

Deben ser pocas, sí y si quienes validan o asientan tendencias son las mayorías, escasa atención me temo que se les prestaría si lo que propugnasen no cuadrara con alguno de los movimientos de reivindicación que las modas traen cada cierto tiempo.