domingo, 10 de mayo de 2020

SIN TI

De un cineasta ignorado en el paupérrimo panorama del cine italiano reciente, Vincenzo Marra, llegó - es un decir, su recorrido terminó con los festivales de la temporada - en 2015, tras catorce años de carrera subterránea, la dura y veraz "La prima luce", historia de un matrimonio a la que no alcanzó a tocar ni uno de los laureles otorgados a Noah Baumbach hace poco por un film que encuentro tan inferior que sería absurdo siquiera volver a mencionarlo.
No resulta un gran consuelo que en el erial en que se convirtió esa cinematografía a partir de los años 80 del pasado siglo, broten cada vez más de tarde en tarde especímenes de rara fuerza, logros individuales que si no comprometen el futuro, sí que tambalean el presente de quien se arriesgue a no buscar corrientes ni ambientes propicios para lucirse, quien cuente con la coherencia como única vestimenta. Qué desoladora estampa para el que fue uno de los más pujantes y críticos cines de Europa.
Curtido en la filmación de documentales, consigue Vincenzo Marra que cada idea que desarrolla resulte creíble, sin especial insistencia en ninguna, película tras película, lo que juega en contra de su prestigio, que parece que no se mida por otra cosa que por las parcelas que se ocupan.  Tiene la temeraria costumbre además de hacer que ningún actor profesional abuse de astucias, diría que dándoles las mismas orientaciones con las que logra que ninguno amateur tenga un ataque de importancia.
En "La prima luce", que parecía abonada para grandes introspecciones, Riccardo Scamarcio y Daniela Ramírez en varios breves momentos - que se advierten mejor en revisión: doble placer si se cazan a la primera - y en los momentos decisivos, no parece que se refieran a guión o personaje alguno y sí a lo que de verdad sucede en una pareja con problemas. Pocas diferencias veo, sean "de escuela" o no, entre el resultado que obtiene de ellos y el que pudo registrar de los pescadores sicilianos y argelinos de "Tornando a casa", los presidiarios de "Il gemello", el arribista - y Fanny Ardant, que hace su mejor interpretación en treinta años - de "L'ora di punta", el ubicuo "L'aministratore" o el padre a la fuerza de "Vento di terra", todos fidedignos representantes de sí mismos, no caras para generalizantes y fútiles aspiraciones sociológicas.
Los años más duros (no los primeros, los últimos, los que incluso intentaron travestir como los de la recuperación general y dejaron a tanta gente atrás) de la que parecía "la crisis económica" de varias generaciones y se está quedando en penúltima o antepenúltima de una saga deprimente, están concentrados en la determinación cruda y automática de él, abogado de oficio en un momento en que a todo el mundo le va mal y en la expresión afligida de ella, chilena emigrada a Italia - es decir, habiendo hecho el viaje en el sentido equivocado, porque parece que desde hacía mucho había más oportunidades allá que acá -, cansada no tanto de su vida (que no es más intolerable que la de tanta gente, no le falta aunque no le satisfaga su trabajo y no vive mal) sino agotada por errores, el ambiente y la extrañeza, la certeza de no ver una perspectiva mejor adelante. "La prima luce" es quizá la gran película sobre ese maldito lustro.
Pero no se trata de un fresco, a la vista de todos, estamos ante una modesta acuarela casera.
No hay gente ahí fuera, ni familia ni amigos. Bari no es Bari y Santiago no es Santiago. Hay un niño que anuda a dos personas que se quieren y se ignoran cada día porque la rutina devora al más pintado y si no lo hubiera, habría discordias y habría palabras cálidas que quedarían sin decirse, muertas.
Termina la película y uno está seguro de no haber visto calles ni plazas, tal vez, no es seguro, algún bar, un par de habitaciones y una playa, absorbidos todos los escenarios por una planificación no solo "a la altura de los hombres" como se dijo hace mucho, sino dispuesta para que solo cuente lo que emana de ellas y ellos. Ni un plano de recurso, porque provocaría vértigo un encuadre en que no aparezca uno de los dos, algo estaría mal.  
La mayor audacia de Marra no es tanto la de saber manejar esa dependencia que sus personajes tienen de sus, imposible dudarlo, muy precisas notas, como si se limitara a seguirlos; estriba en cambio, por ejemplo - y qué mejor ejemplo - en hacer que un actor pierda las referencias y parezca un tipo confundido y dude hasta de sí mismo en una escena de juicio tan penetrante como patética, que aflora un asunto terrible y diario, el de la violencia. No la que estalla, sino la que late hasta entre quienes convendrían que no la conocen de nada.
Que se aventure además a no dar lecciones de mundanidad en un final no apto para proclamados realistas, entre cuyas virtudes no deben estar ni la cordura ni la misericordia, ya me parece colosal.
Tenemos lo que tenemos, somos lo que hemos ido recopilando, no nos olvidamos de todo porque sí. Cambia apenas el hecho de que admitirlo puede ser un gesto natural o a veces una auténtica heroicidad.
Muy bien por cierto habría que mirar este y cualquier final de película de Vincenzo Marra, no solo porque suelan contradecir las expectativas que fueron creciendo con el paso de los minutos, sino también porque suelen restituir justo esa verosimilitud que había sido aparentemente decepcionada.
No faltaron los miopes que lo tacharon de falso, quizá porque les devolvió su propia imagen al espejo. 

4 comentarios:

Igor dijo...

Difícil por lo que veo encontrar títulos de este director, desconocido totalmente para mí.
En Filmin está "Vento di Terra", que voy a ver, pero de "La prima Luce" no encuentro subtítulos ni en español ni en inglés.

Jesús Cortés dijo...

No los hay, que yo sepa, solo en italiano para los diálogos en español, que son justo los que no necesitamos. Es muy buena "Vento di terra", que fue la segunda que vi tras "Il gemello".

Igor dijo...

De acuerdo con que Vento es estupenda. He visto además Ora di Punta y me ha encantado también. Tan distintas pero me parece que comparten un estilo seco, conciso, elíptico. Me ha sorprendido leer la mala recepción con abucheos y todo en Venecia. ¿Te gusta Ora?

Jesús Cortés dijo...

Me gusta mucho "L'ora di punta". La encuentro muy concisa y penetrante, un poco tangencial a "La prima luce" en el retrato de esos años salvajes de ascenso social por tipos tan de poco fiar como el protagonista, tan implacable y cobarde.
Lo de Venecia me sorprende poco viendo la tropa que hace crónicas; serían vulgares los canapés del estreno o a esa hora había un partido del Real Madrid, vete a saber.