miércoles, 2 de julio de 2008

LA MIRADA DE PAUL NEWMAN

Es uno de los iconos inmortales del cine.
Poseedor de un magnetismo y una presencia escĂ©nica reservada a unos cuantos elegidos, Paul Newman serĂĄ siempre recordado por ser el protagonista de films inolvidables como “El buscavidas (The hustler, 1961)” de Robert Rossen o “Éxodo (Exodus, 1960)” de Otto Preminger y de cintas tan populares como “La gata sobre el tejado de zinc (Cat on a hot tin roof, 1958)” de Richard Brooks, “El golpe (The sting, 1973)” de George Roy Hill o “Veredicto final (The verdict, 1982)” de Sidney Lumet entre otras.
Se dice que es, junto a Clint Eastwood y Robert Redford, el galán que mejor ha aguantado el paso del tiempo, que “ha sabido envejecer”.
No serĂĄ casualidad que los tres en algĂșn momento de su carrera decidieran pasarse al otro lado de la cĂĄmara e iniciar una andadura como director por razones diversas y con intereses bien distintos, con mĂĄs asiduidad o intermitentemente a lo largo de los años.
De los tres, Paul Newman es, y contrariamente a lo que deberĂ­a suceder dado su longevo estatus de estrella, el menos conocido, el mĂĄs secreto y el mĂĄs personal, el que menos debe a los directores que lo tuvieron a su servicio (culpables en la mayor parte de las ocasiones de que les pique el “gusanillo” del “hĂĄgalo usted mismo” a los actores), ya se llamasen Arnold Laven, Melville Shalveson o Vincent Sherman o incluso si se apellidaban Altman, Penn, Huston, menos aĂșn Hitchcock.
Dotado de una admirable capacidad para escrutar las miradas, los gestos, los pequeños detalles, el estilo de Newman deviene perfecto para el muy complicado empeño de diseccionar las relaciones maritales, paterno-filiales, fraternales... la familia es el epicentro de su interés.
Su carrera, que consta Ășnicamente de seis pelĂ­culas realizadas a lo largo de veinte años y con una ya larga inactividad de dos dĂ©cadas, que hacen pensar que ha concluido, puede dividirse claramente en dos partes de tres films cada a una.
La primera comprende las pelĂ­culas “Rachel, Rachel”, debut en 1968, “Casta invencible (Sometimes a great notion, 1971)” y “El efecto de los rayos gamma sobre las margaritas (The effect of gamma rays on man-in-the-moon marigolds, 1972)” y es la Ășnica tenida mĂĄs o menos en cuenta por quienes valoran, poco o mucho, su labor como cineasta.
Las tres Ășltimas, “The shadow box” (1980), “Harry & son” (1984) y “El zoo de cristal (The glass menagerie, 1987)”, pese a ser mĂĄs recientes no parece que las recuerde ya nadie. Han sido poco programadas y para colmo son films realizados para televisiĂłn, con lo que tienen un envoltorio exterior mĂĄs bien poco llamativo.
De todas ellas y partiendo de un film sensible y ya de por sĂ­ depurado como fue “Rachel, Rachel” (protagonizado por su mujer Joanne Woodward, como la mayorĂ­a de las que vinieron despuĂ©s), creo que son “The shadow box” , “El efecto de...” y “Harry & son” sus mejores pelĂ­culas.
“The shadow box” se erige en una de las grandes obras maestras del melodrama y es mi película favorita de cuantas ha realizado.
Esta atemperada y luminosa crĂłnica sobre cĂłmo sobrellevan la enfermedad de alguno de sus seres queridos tres familias durante un dĂ­a de retiro campestre para pacientes terminales estĂĄ jalonada por algunos de los momentos mĂĄs acongojantes y sobrecogedoramente emocionantes que ha dado el cine en los Ășltimos 30 años, sin resultar nunca lacrimĂłgena, respetando en todo momento la intimidad de los personajes, sin artificios para provocar la reacciĂłn del espectador.
No sale uno de su proyecciĂłn concienciado sobre problemas sociales o con el ĂĄnimo hecho añicos sino recompensado por haber compartido en la distancia y al mismo tiempo con tanta cercanĂ­a muchos sentimientos vividos intensamente, que es el efecto del gran melodrama de otras Ă©pocas y que luego sĂłlo pelĂ­culas aisladas han recreado parcial o completamente (me vienen a la mente “Mandingo” de Richard Fleischer (1975), “Bubu de Montparnasse” de Mauro Bolognini (1977), “Passion fish” de John Sayles (1992) o “Dangerous game” de Abel Ferrara (1993) por ejemplo).
“El efecto de...” y “Harry & son”, a pesar de los 12 años que las separan, se pueden ver como films “gemelos”, variaciones sobre un mismo tema. Ambos suponen unos meticulosos y lĂșcidos retratos sobre la difĂ­cil elecciĂłn de un camino en la vida acorde con lo que a cada cual le dicta su conciencia en permanente lucha con las circunstancias que nos rodean, con lo que se espera de nosotros.
“El efecto...” lo hace a travĂ©s de la historia, siempre en segundo plano, de una niña dotada de un talento especial para la ciencia atrapada en un ambiente familiar destartalado, sin futuro; “Harry & son”, mĂĄs despojada aĂșn de tĂłpicos, mĂĄs intemporal, cuenta la historia de un agrio y desencantado viudo (que acaba de quedarse sin empleo) y un hijo con Ă­nfulas de escritor que acabarĂĄ por elegir su propia vida.
Cercanas ambas, voluntariamente o no, al espĂ­ritu del cine del maestro japonĂ©s Yasujiro Ozu y con semejanzas con el muy intangible arte de “filmar” el alma humana de Leo McCarey - con quien curiosamente Newman trabajĂł en la brillante comedia “Un marido en apuros (Rally round the flag boys, 1958)”, en mi opiniĂłn la mejor de cuantas protagonizĂł junto a Joanne Woodward – son pelĂ­culas que analizan cĂłmo se deteriora la convivencia cotidiana cuando personas tan distintas estĂĄn obligadas a permanecer bajo el mismo techo y sĂłlo encuentran parangĂłn en su descripciĂłn de la AmĂ©rica verdadera en un todavĂ­a mĂĄs olvidado film, “Route one/USA” de Robert Kramer (1989).
No quisiera dejarme en el tintero ni a “Casta invencible” ni a su remake de “El zoo de cristal” (segĂșn el famoso texto de Tennessee Williams), pues me parecen excelentes las dos y contribuyen a completar una de las filmografĂ­as mĂĄs estimulantes y complejas del cine americano de las tres Ășltimas dĂ©cadas.

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