
Punto lĂmite de la muy singular trayectoria de Jean Claude Brisseau, "Les savates de bon Dieu" (2000) es tan irregular y desconcertante como sublime y emocionante. QuĂ© gusto debe dar hablar de lo que a uno realmente le da la gana, saltarse convenciones dramĂĄticas, haciendo una autĂ©ntica pelĂcula subversiva, que no conoce lĂmites. "Les savates..." no se parece a ninguna otra pelĂcula. Empieza siendo la historia de un inadaptado y pasa por la huida de dos amantes mĂĄs un simpar prĂncipe filĂłsofo para terminar siendo un canto a la rebeldĂa cĂvica, lo que eran las pelĂculas de Nicholas Ray o del primer Godard.
Con esos colores fluorescentes de Romain Winding y la extraña belleza de RaphÀele Godin, apenas hace falta que Brisseau enlaze dos escenas inncesarias y alguien recite un maravillosos poema de Prevert para que el film alcance un nivel de emoción indescriptible. Como el vértigo de un momento mågico. Como "Pierrot le fou", como "They live by night".
Es la tĂpica pelĂcula que el subconsciente convierte en perfecta, a pesar de que en su desarrollo haya elementos quizĂĄ un tanto discutibles. Es tanta la sensaciĂłn de plenitud cuando estallan los coches de policĂa, cuando se marcha Ălodie, cuando los alumnos salen de clase gritando que ya no son niños, cuando el protagonista aprende a leer...
Mucho antes, en 1983 y 1988, Jean Claude Brisseau nos legĂł sus dos obras maestras: "Un jeu brutal" y "Noce blanche", a las que quizĂĄ deberĂamos añadir "CĂ©line" del 92. DespuĂ©s de "Les savates...", Brisseau ha rodado dos pelĂculas casi hermanas, la extraordinaria "Choses secretes" de 2002 y por ahora la Ășltima de su trayectoria, "Les anges exterminateurs" (2006) y que con juicio de por medio puede terminar con la carrera de este discĂpulo de Maurice Pialat y del primer Eric Rohmer. OjalĂĄ no sea asĂ. Le necesitamos.
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