En París, subiendo desde el Parque Monceau hasta el Sacré Coeur y pasada la telaraña de vías que conduce a la Estación de Saint Lazare, hay un momento en que la calle hace un giro a la izquierda y se pierde de vista el templo, que había permanecido al fondo en todo momento. Los turistas se detienen, sacan sus planos y tratan de averiguar qué camino tomar.
Si se mira a la derecha, aparece el cementerio de Montmartre. En una esquina, sin que haya que entrar dentro, visible para cualquiera y sin que sea necesario seguir ninguna ruta especial, se divisa una tumba con una lápida de considerable altura donde están enterrados los Guitry. El gran actor Lucien y su hijo Sacha. No es uno de esos panteones lujosos.
En aquella conversación entre Jean Renoir y Michel Simon que inmortalizó Rivette en el 65 (“Jean Renoir, le patron”), Simon recordaba la figura de Sacha y decía lo que le gustaba que lo reconocieran por la calle o en pleno rodaje de sus películas. Cualquiera que hiciese el amago de acercarse a él era correspondido con una protocolaria reverencia. Renoir, que también lo quiso, como todos los que lo conocieron, asentía.
Si se mira a la derecha, aparece el cementerio de Montmartre. En una esquina, sin que haya que entrar dentro, visible para cualquiera y sin que sea necesario seguir ninguna ruta especial, se divisa una tumba con una lápida de considerable altura donde están enterrados los Guitry. El gran actor Lucien y su hijo Sacha. No es uno de esos panteones lujosos.
En aquella conversación entre Jean Renoir y Michel Simon que inmortalizó Rivette en el 65 (“Jean Renoir, le patron”), Simon recordaba la figura de Sacha y decía lo que le gustaba que lo reconocieran por la calle o en pleno rodaje de sus películas. Cualquiera que hiciese el amago de acercarse a él era correspondido con una protocolaria reverencia. Renoir, que también lo quiso, como todos los que lo conocieron, asentía.
Tanto le hubiese gustado ser popular que hasta su tumba se hace la encontradiza y seguro que su espectro se quita el sombrero cada vez que alguien se toma la molestia de mirar en su dirección. “A sus pies, señora. Soy Sacha Guitry. Tal vez me recuerde”.
Hay personajes que inspiran cariño y admiración especial independientemente de lo mucho o lo poco que se llegue a conocerlos. Sacha es uno de ellos. Sus sentencias, su tono de voz monocorde y elevado, su capa negra, su mundano sentido del humor asaltan la memoria en muchas ocasiones a todos lo que hemos entrado en contacto con su mundo.
En 1947, 22 años después de la muerte de Lucien y antes de dar el giro definitivo a su carrera con la maravillosamente cáustica “La poison”, tres años después - donde aparecerá “un nuevo Guitry”, como decía Jacques Lourcelles, que por desgracia será el último -, Sacha rueda “Le comédien”, dedicada a su padre y se atreve, audacia nunca le faltó, a interpretar un doble papel. Será su padre y será él mismo. Lourcelles, por cierto, nunca tuvo dudas: Sacha Guitry era un grande.
Es “Le comédien” el más hermoso homenaje al teatro que ha dado el cine, una de esas películas que desarman al más escéptico y debiera crear adhesiones… si alguien se molestara en difundirla.
Hay personajes que inspiran cariño y admiración especial independientemente de lo mucho o lo poco que se llegue a conocerlos. Sacha es uno de ellos. Sus sentencias, su tono de voz monocorde y elevado, su capa negra, su mundano sentido del humor asaltan la memoria en muchas ocasiones a todos lo que hemos entrado en contacto con su mundo.
En 1947, 22 años después de la muerte de Lucien y antes de dar el giro definitivo a su carrera con la maravillosamente cáustica “La poison”, tres años después - donde aparecerá “un nuevo Guitry”, como decía Jacques Lourcelles, que por desgracia será el último -, Sacha rueda “Le comédien”, dedicada a su padre y se atreve, audacia nunca le faltó, a interpretar un doble papel. Será su padre y será él mismo. Lourcelles, por cierto, nunca tuvo dudas: Sacha Guitry era un grande.
Es “Le comédien” el más hermoso homenaje al teatro que ha dado el cine, una de esas películas que desarman al más escéptico y debiera crear adhesiones… si alguien se molestara en difundirla.
A Sacha, sus detractores le acusaban de ser, como Chaplin, plano y teatral, de no ser realmente más que “un director de escena”. La larga y compleja secuencia en el camerino de Lucien, que se cierra con un diálogo mudo entre el maestro y su fiel sirvienta Elise, tras una de las más prodigiosas escenas de seducción jamás escritas y filmadas y el posterior encadenado a la estación de tren donde se encontrarán los amantes, debiera restituir a Sacha Guitry al lugar donde le corresponde como director de comedias, el mismo de Lubitsch o Cukor. No cabe mayor inventiva, mayor elegancia y variedad (el camerino es realmente un universo), mejor planificación, más inteligencia.
“Le comédien” no habla de los entresijos de la profesión como “All about Eve”, ni es una crónica de la lucha por alcanzar el estrellato como “Stage door”, ni cuenta una historia con el teatro de fondo como “All I desire”, “Le comédien” está más cerca de “La carrose d´or” porque no sólo habla sobre, sino que además es una película “de teatro”. Tanto es así que no vemos nunca al público en las representaciones de su padre que rememora y en un momento Sacha hasta le dice a Pauline Carton, su eterna secundaria, que salga por la puerta porque ella no sale en la siguiente escena: el público somos los propios espectadores que vemos el film. Guitry decía que la diferencia entre teatro y cine es que en teatro el actor interpreta y en cine ha interpretado, un poco señalando ese “trasvase de placer” que el cine consigue llevar más lejos. Muy grosso modo, sería algo así como que el actor teatral disfruta más que el público, mientras que el público de cine disfruta más que el actor.
El tono del film, pleno de gracia y diálogos memorables (esta es una de las películas mejor dialogadas que se han hecho), no excluye el drama. Lucien pierde el último amor de su vida, la siempre bellamente inmóvil Lana Marconi (cuando estaba empezando a dejar de quererla y empezar a adorarla, como dice) por culpa de su honestidad para con su profesión, que es su credo inquebrantable. No en vano en un momento dice que lleva 46 años ensayando “El misántropo” de Molière por puro placer, para superarse en privado, ya que “de momento no tiene intención de volver a representarla”.
La escena final con la muerte (en off) de Lucien y cómo su hijo rememora “la deferencia con la felicidad ajena” que su padre tuvo para con los que lo rodearon - contagiados irremediablemente de esa pasión incurable por actuar - de una sencillez y contención admirables, no tiene ningún matiz de despedida gloriosa como el de “Limelight”; simplemente cae el telón por última vez. De hecho, el año siguiente Sacha incorporará a Talleyrand en “Le diable boiteaux” con la misma pleitesía y respeto con los que da vida a su propio padre.
Hombre culto, de grandes palabras y de presencia aristocrática, Sacha Guitry fue sin embargo un director de cine sobrio y confiado a la inteligencia de sus espectadores (a los que nunca vio como una masa sino como individuos muy diversos), y siempre considerando que las cosas realmente profundas no hay que enunciarlas nunca con seriedad, algo que debe ser lo más parecido al primer mandamiento de la comedia. Como una vez dijo, “el hecho de conceder una importancia relativa a tu propias opiniones te concede el derecho a no conceder ninguna a las de los demás”.
“Le comédien” no habla de los entresijos de la profesión como “All about Eve”, ni es una crónica de la lucha por alcanzar el estrellato como “Stage door”, ni cuenta una historia con el teatro de fondo como “All I desire”, “Le comédien” está más cerca de “La carrose d´or” porque no sólo habla sobre, sino que además es una película “de teatro”. Tanto es así que no vemos nunca al público en las representaciones de su padre que rememora y en un momento Sacha hasta le dice a Pauline Carton, su eterna secundaria, que salga por la puerta porque ella no sale en la siguiente escena: el público somos los propios espectadores que vemos el film. Guitry decía que la diferencia entre teatro y cine es que en teatro el actor interpreta y en cine ha interpretado, un poco señalando ese “trasvase de placer” que el cine consigue llevar más lejos. Muy grosso modo, sería algo así como que el actor teatral disfruta más que el público, mientras que el público de cine disfruta más que el actor.
El tono del film, pleno de gracia y diálogos memorables (esta es una de las películas mejor dialogadas que se han hecho), no excluye el drama. Lucien pierde el último amor de su vida, la siempre bellamente inmóvil Lana Marconi (cuando estaba empezando a dejar de quererla y empezar a adorarla, como dice) por culpa de su honestidad para con su profesión, que es su credo inquebrantable. No en vano en un momento dice que lleva 46 años ensayando “El misántropo” de Molière por puro placer, para superarse en privado, ya que “de momento no tiene intención de volver a representarla”.
La escena final con la muerte (en off) de Lucien y cómo su hijo rememora “la deferencia con la felicidad ajena” que su padre tuvo para con los que lo rodearon - contagiados irremediablemente de esa pasión incurable por actuar - de una sencillez y contención admirables, no tiene ningún matiz de despedida gloriosa como el de “Limelight”; simplemente cae el telón por última vez. De hecho, el año siguiente Sacha incorporará a Talleyrand en “Le diable boiteaux” con la misma pleitesía y respeto con los que da vida a su propio padre.
Hombre culto, de grandes palabras y de presencia aristocrática, Sacha Guitry fue sin embargo un director de cine sobrio y confiado a la inteligencia de sus espectadores (a los que nunca vio como una masa sino como individuos muy diversos), y siempre considerando que las cosas realmente profundas no hay que enunciarlas nunca con seriedad, algo que debe ser lo más parecido al primer mandamiento de la comedia. Como una vez dijo, “el hecho de conceder una importancia relativa a tu propias opiniones te concede el derecho a no conceder ninguna a las de los demás”.
7 comentarios:
Hola, qué tal Jesús,
Recuerdo que cuando intercambiamos películas, de las primeras que te pedí fueron algunas de Sacha Guitry. Siempre estaba detrás de dos o tres y eran difíciles de rastrear, lo son hasta hoy con el vuelco que ha dado el asunto este.
¿El director francés menos conocido de entre los grandes de allí? Si no el que más, cerca estará.
Un saludo, gran artículo.
Roberto, hay un pack de 8 películas que puedes encontrar por internet, todas de antes de la guerra (subtítulos en inglés). Después, sueltas hay ediciones de una parte importante hasta las finales, pero ya sin subtítulos la mayoría. Cineclassics pasó hace años unas 6 o 7 también.
Gracias por el comentario.
Sacha Guitry es un maestro del cine. Y lo es muy a pesar de algunos o muchos que alardean saber de "cine" y que nunca le han reconocido. Probablememte la razón o las razones se deban a que Gutry era ante todo "un cómico" y un gran conocedor del teatro que impregnaba sus obras de valores interiorizados de la más fina tradición literaria francesa. Demasiado para muchos...
Todo este cúmulo de saber le llevó a situarse ante la vida y por ende ante su obras con una postura de relativismo, no tomarse los asuntos vitales con demasiada importancia.
Sus películas revestidas de una aparente liviandad, con casi ningún estrellón, trufadas de magníficos secundarios de extirpe teatral, y con un bajo presupuesto no son de suyo el mejor camino para el reconocimento ni el triunfo “mundano”.
Pero Sacha triunfó, probablemente sin saberlo, donde todos fracasan, llevando al cine, limpio de afectaciones y aspiraciones a sus queridos clásicos como Moliere y otros "cómicos". Sin altisonancias, sólo el resultado de la decantación vital de los temas planteados... ¿Cómo sería este hombretón de aspecto cordial y alejado de los cánones que a los galanes de cine se le requería, levantando su peculiar voz y diciendo "se rueda" o "acción"?
Conocía el qué (lo vivido y sentido o tal meditado por muy alto que fuera el punto de partida (Moliere?) y el cómo (sabía dónde poner la cámara, cuando ponerla a funcionar y cuando pararla y sobre todo "el tempus" de cada plano. Esas cosillas que sólo se le revelan a los elegidos. Sacha tu sabías del SECRETO DEL CINE.
Alguno sabe dónde puedo localizar los subtitulos en español o ingles para Bonne Chance y Desire???
Para "Bonne chance!" no encuentro nada. Para "Désiré":
http://www.opensubtitles.org/en/subtitles/4664362/desire-en
¿Gracias Jesús, de casualidad tienes noticias sí se ha hecho algún subtítulo en español o en inglés para "La vie d'un honnête homme"?
La he vuelto a ver, grabada en un lejanísimo pase de Cineclassic, de cuando la tv no se limitaba a vomitar.
Siempre me encantó este Guitry y tu texto justifica esa misma apreciación con perspicacia. Me encanta porque es una lección de puesta en escena sobre la puesta en escena que se lleva siempre consigo (casi sería bueno hablar de puesta en pre-escena), podríamos decir que casi instintiva sin tratar de desmentir al propio Guitry, que valoraba la dedicación, la entrega y el estudio. Pero son adorables esas pequeñas soluciones con las que instruye a un posible o mediocre actor o actriz: cómo entrar en escena, cómo leer una nota. Y encima algunas de estas soluciones, tan sencillas como profundas, están utilizadas para plasmar con suma delicadeza la rendida corriente de afecto que le unía a su padre, porque se consultan e interpelan ambos. Y esa conexión está utilizada cuando ambos "coinciden" en el encuadre. Guitry aprovecha para tomar la mano de su padre o posar respetuosamente sus manos en los hombros de aquél.
¡Y encima este torrente de Guitry se atreve con la mismísima vida afectiva paterna enlazándola con la suya! No sé si Lucién tuvo la agitada vida sentimental de Sacha, pero el episodio amoroso -central- que comentas está genialmente modulado, con el inicio que destacas, su desarrollo íntimo, y divertido, y su final entre bastidores. Tal vez Marconi no tenga la frescura, espontaneidad, oficio y capacidad de seducción de la Delubac, pero, o aquí ella está muy bien interpretando a una pasmarote escénica, incapaz de recitar con ritmo y gracia, o simplemene Sacha la dirigió, y la escribió, muy bien. Robándole las frases cuando es necesario, dándole las replicas cuando ya no importa...
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