miércoles, 16 de diciembre de 2009

SECRETOS DE FAMILIA

Desde el mismo arranque con los títulos de crédito sobre fondo nublado y la partitura chopiniana de Maurice Jarre, presenta sus credenciales el cuarto largometraje de Georges Franju, "Thérèse Desqueyroux" que (en realidad desde el tercero y a partir de ahí, casi todos los demás) permanece incomprensible y escandalosamente inédito y sin perspectivas de reedición en un futuro cercano imagino que debido a problemas legales, porque la copia que conozco está en buenas condiciones de imagen, aunque con sonido un tanto deficiente.
Y la verdad es que no se trata de un film "de prestigio" más, sino de una de las más extraordinarias películas francesas (y europeas) de los 60, completa y abrumadoramente convincente no sólo para los que en su día repararon en el especial talento de Franju sino para los que se acerquen ahora a ella.
Nunca hizo Franju nada tan hermoso. El tono del film, sus diálogos (adaptación del propio François Mauriac, autor de la novela en que se basa), la fotografía de Christian Matras en un blanco y negro casi soviético y hasta la construcción en constante elipsis (se recuerdan los lugares y se olvidan los caminos)... parece que todo estuviera marcado por esa evocadora apertura, como si de una clave musical se tratase, como en "Rebecca" o "Yokihi".
Es precisamente esa especial textura narrativa lo que hace diferente a "Thérèse Desqueyroux". Su argumento, muy Chejov, al que incluso menciona el atolondrado Jean Azevedo (Sami Frey) durante el primer paseo por el bosque con Thérèse, podría haberse quedado en otro drama sobre infelicidades matrimoniales y arsénico, pero Franju evita cualquier posiblidad de empatía y arrellanamiento del espectador confiriendo (con el recurso de la voz en off que puntea todo el flashback, monocorde y susurrante) un carácter casi onírico a todo lo que recuerda Thérèse, como si todo fuese proclive a no haber sucedido y pudiera ser un puro desvarío, otra vida imaginada, no vivida, lo que conecta el film con el tema más habitualmente asociado al nombre de este director: los laberintos de la mente, la aparición de otra realidad, ya se trate de un niño perdido en el metro que ve fantasmas ("La premiére nuit") o un cirujano que secuestra chicas para recomponer la cara de su hija desfigurada ("Les yeux sans visage").
Todo este despliegue armado en la parte recordada, misterioso y circular, como si fuese uno más de los episodios de "Morir, dormir... tal vez soñar" de Mur Oti (al que que seguro encantó el film si tuvo oportunidad de verlo), no es estrictamente la gran baza de Franju.
La mayor originalidad del film es que la estructura en flashback que tan bien desarrollada y sugerente resulta, súbitamente desaparece a la hora de proyección dando paso a otra clave, otro movimiento, en el que cobran inusitado protagonismo los silencios, los objetos, las (muy escasas en contraposición a la primera parte) palabras.
La Emmanuele Riva enclaustrada en la mórbida y desangelada Argelouse, la casa frente al bosque que tanto le había movido a casarse con Bernard en nada se parece a la que se confina voluntariamente a una habitación en "Hiroshima mon amour", mundana e independiente, pero tal vez este ambiente provinciano y mezquino sublimado en las cuatro paredes de su habitación, sea el mejor retrato de Nevers, el pueblucho del que huía ella en la obra maestra de Resnais.

Surge entonces el Franju más importante, el que es capaz de acercarse a Bresson y a Epstein sucesivamente.
El carácter aproximativo (incluso físicamente: la acción se desarrollaba en la primera parte a las afueras de las casas, en veredas del bosque, a horas intempestivas) se torna de una precisión extraordinaria en la larga coda final que rehabilita de alguna manera a Thérèse como persona a cambio de sacrificar (para siempre probablemente) su capacidad de amar.
Franju renuncia a la voz en off, cierra el objetivo y documenta su deterioro y triunfo (pírrico) final, registrando una de las mayores lecciones interpretativas que en el cine han sido sin casi pronunciar palabra a cargo de la Riva, en estado de gracia.
Sin necesidad de recurrir a temas más o menos escabrosos ("Vaghe stelle dell´Orsa", "Ill bell´Antonio") y reduciendo el protagonismo de elementos exteriores a un par de escenas, Franju filma (sin sacar prácticamente la cámara de una habitación) uno de los mejores retratos de la Francia (tanto daría que fuera otro país) mezquina e irrespirable, donde guardar las apariencias es necesario para seguir viviendo.
Thérèse cae en la cuenta justo al final de que ha tenido que deshacerse simbólicamente de ella misma cuando creía que se estaba librando de su marido. La otra Thérèse, como le dice. Él no entiende nada.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo más curioso es que - además de hoy olvidada e invisible - no tuvo buea acogida. Prueba enésima de que nada tienen que ver el éxito de público ni el de crítica con el valor de las películas.
Miguel Marías

Jesús Cortés dijo...

Bueno, ya al menos los de Karagarga la han puesto a disposición de quien quiera verla. No será una maravilla de copia pero se disfruta por fin.

Roberto Amaba dijo...

Creo que le ha pasado lo mismo que a otras películas estrenadas en aquellos años y que no "cuadraban" en la nueva ola.

Con la curiosidad de que es una de las películas más "francesas" que se pudieron hacer. Con toda aquella tradición literaria, empezando por Madame Bovary. Yo creo que Chabrol ha intentado toda su vida hacer Therese Desqueyroux sin conseguirlo.

Un saludo.

Jesús Cortés dijo...

Es curioso pero uno de los Chabrol que más me gustan es de los menos típicos, aquel "Les bonnes femmes" del 60, igual que me pasa con unos de los primeros Rohmer, "Le signe du lion".
Aburre un poco hablando de Chabrol que para muchos todo terminó con "La cérémonie". Ha hecho muy buenos films desde entonces

Roberto Amaba dijo...

Therese D. haría buen programa doble con Les mauvaises rencontres. La estructura en flashbacks, la voz en off, la mujer dentro de una sociedad determinada, sus libertades, la manera de aceptarlo o de rebelarse...

También me parecen estupendas El Signo de Leo y algún que otro Chabrol reciente. Con esta gente hay algo de pereza a la hora no tanto de seguir sus estrenos (si es que llegan a la ciudad donde vives, lo cual no es mi caso y hay que tirar de lo que hay que tirar), como de conocer lo que hicieron en su día a fondo.

Un saludo.