Es revelador pensar que, como diez años antes le había ocurrido a Nicholas Ray, que recién puestos tras las cámaras los jóvenes franceses que en tan alta estima crítica le habían considerado, apenas termina un par de films para volver años después cambiado y "en retirada", Sam Fuller igualmente desaparece de la década de los 70, todavía joven y lleno de ideas.
Esto tal vez corrobore que aquellos años convulsos, llenos de contrastes, post-clásicos, que parecían un anticipado "turn of the century" y donde encontraron buen acomodo Siegel o el Losey menos americano (y empezaron su andadura Eastwood o Cimino, que bastante le debían) en el fondo no eran tan afines a su personalidad cinematográfica, más emocional y compleja y por tanto más cercana a la de Preminger, Mankiewickz o Rossen de lo que pueda parecer, directores con los que casi nunca se le relaciona.
Fuller regresará ya con una mayor continuidad en unos años 80 dominados por una nueva (y hortera) reconstrucción de ese universo moderno que decía Moullet (lo llamó anti-Tati: sus personajes trataban de adaptarse como podían al medio en que les tocaba vivir y no andaban ofuscados con el progreso y los cambios en general) tan bien había descrito una y otra vez, de Occidente a Oriente, del western al policiaco, de los bajos fondos a las altas élites del poder. Sus películas a partir de "White dog", (omito "The Big Red One" a posta, que no se pudo ver "correctamente" hasta muchos años después) perderán partidarios y han dejado un regusto amargo incluso a quienes lo defendieron hasta el final.
Esto tal vez corrobore que aquellos años convulsos, llenos de contrastes, post-clásicos, que parecían un anticipado "turn of the century" y donde encontraron buen acomodo Siegel o el Losey menos americano (y empezaron su andadura Eastwood o Cimino, que bastante le debían) en el fondo no eran tan afines a su personalidad cinematográfica, más emocional y compleja y por tanto más cercana a la de Preminger, Mankiewickz o Rossen de lo que pueda parecer, directores con los que casi nunca se le relaciona.
Fuller regresará ya con una mayor continuidad en unos años 80 dominados por una nueva (y hortera) reconstrucción de ese universo moderno que decía Moullet (lo llamó anti-Tati: sus personajes trataban de adaptarse como podían al medio en que les tocaba vivir y no andaban ofuscados con el progreso y los cambios en general) tan bien había descrito una y otra vez, de Occidente a Oriente, del western al policiaco, de los bajos fondos a las altas élites del poder. Sus películas a partir de "White dog", (omito "The Big Red One" a posta, que no se pudo ver "correctamente" hasta muchos años después) perderán partidarios y han dejado un regusto amargo incluso a quienes lo defendieron hasta el final.
Habiéndose desentendido del montaje finalmente exhibido de "Shark!", en el centro de ese eclipse sólo queda "Kressin und die tote taube in der Beethovenstrasse", hecha para TV, poco difundida, a medio camino de dos épocas, sin fortuna comercial y musicalmente se diría que sincopada, que parece por momentos que va a colmar las más altas expectativas, para a la escena siguiente salirse en una dirección inesperada, afearse y perder el hilo, pero dejando de todas formas una rara impresión general de uniformidad si bien heterodoxa, de proyecto quizá bien planeado que se no se ha podido llevar a cabo tal y como hubiese sido necesario.
Fuller ha tenido la (mala) suerte de ser muy valorado por flashes e instantes y poco apreciado, raro al tratarse de un buen escritor - poco leído, se entiende - por la pura construcción y consistencia de sus historias. A pesar de haber debutado en la década de los 40, llevó desde el principio a cuestas el estigma de representante de la última gran generación del cine americano, que se moriría con él en plena actividad y que como mucho le legaba "en primera persona" algunos secretos... pero no todos y seguramente ninguno de los importantes.
Ese Fuller de entretiempo, intermitente y desconectado de su ritmo habitual (hasta 1964, había rodado al menos un film por año) parece que quiera rodar cien films en uno solo, recuperar cien veces su poderío visual, sorprender cien veces con momentos tensos y emocionantes. Y a ratos lo logra.
Sus dos últimas películas sin embargo, tan distintas, "Les voleurs de la nuit" en 1984 y su vuelta de tuerca "Street of no return / Sans espoir de retour" en 1989, europeas sin pedigrí alguno, de peor fama aún incluso, sí recuperan para mi gusto el pulso perdido de su cine veinte años antes y dejan ganas - sin condescendencia ni bula de "has been" redivivo- de que hubiese habido más.
"Les voleurs de la nuit", la más emotiva de sus películas desde "The naked kiss", con una inolvidable Véronique Jannot, formaría un buen programa doble con "L´argent" de Bresson. Ahí están el vértigo y el humor, el cariño por los descastados, los rebeldes y los delincuentes sin vocación, la gente (pocos le han puesto una cara tan demoledora) como masa que opina sin saber nada ni querer saberlo y la inevitable claudicación que era victoria un segundo antes de morir.
Quedaban lejos los tiempos de "The crimson kimono", "Run of the arrow", "Verboten" o "Merrill´s marauders" y más aún los de "The Baron of Arizona" o "Park row".
4 comentarios:
Hola, qué tal Jesús,
Qué casualidad, precisamente estaba preparando esta tarde -para el lunes- un texto sobre una secuencia de Fuller. Y lo estaba haciendo porque había empezado a leer una de sus novelas: El Rifle.
Curioso, pero las dos cosas que digo, ya las dices aquí, bueno, además tú dices unas cuantas más. Una de ellas, es la estima en la que tengo la última parte de su filmografía, de la que tal vez sólo haya sido "respetada" -el resto me parece que fue y sigue siendo vapuleada- "White Dog".
Un saludo.
Estas conexiones mentales ... también yo pensaba escribir algo sobre Pagnol cuando apareció tu artículo.
Sí, parece que "White dog" por aquello de que toca el tema del racismo, que perennemente sale a colación al hablar de Fuller, ha contado siempre con bastantes partidarios y eso está bien, siempre que no se desprecien las otras dos.
Dando por supuesto que la "redondez" nunca será un buen criterio para juzgar otra cosa que círculos, y que las películas de Fuller tienen un electrocardiograma y un encefalograma nada planos, hace demasiado tiempo que no veo "Beethovenstrasse" (anunciada en DVD y nunca aparecida, o desaparecida en un relámpago) y "Les Voleurs de la nuit", he de decir que mi recuerdo de esta última es magnífico, y muy superior a todas las posteriores a "The Naked Kiss" (salvo "White Dog"). "The Big Red One", sólo parcialmente reconstruida, comparte con "Beethovenstrasse" el relativo fallo de voltaje de no estar a la altura de lo que prometían las respectivas novelas, completamente locas, una medio en guasa y la otra absolutamente en serio. "Street" tiene cosas magníficas, pero no me acaba de convencer; prefiero la maltrecha, mísera, sucia, inverosímil, anacrónica y apátrida "Arma de doble filo", o como se llamara la versión mexicana que se estrenó aquí de "Shark!", fascinante y mítica como nada desde "Macao".
Miguel Marías
Yo sí he podido ver "Beethovenstrasse" otra vez para escribir esto (y todas las demás desde "The naked kiss").
Pensaba en que la debió ver Wenders y cuánto de ella hay en "Der amerikanische freund", que lo único que tiene para parecer menos inconexa son mejores medios. Bueno, eso y la influencia de Godard.
"Shark!" es todo eso que dices, sí y quizá debieron verla menos fans de "Jaws" y más de "Tiburoneros", si es que queda alguno.
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