miércoles, 13 de julio de 2011

NADA PENDIENTE

Con el paso de los años, las cinco películas filmadas por Robert Bresson tras "Mouchette" - de "La femme douce" a "L'argent" - han ido rejuveneciendo alarmantemente.
Quizá más que ninguna otra "Le diable probablement", que tiene ya casi 35 años, tantos como tienen otros films que invitaban a no perder aún la esperanza tras unos años difíciles, como "Bobby Deerfield" o "Le thèâtre des matières" o como otros que habían sorprendido cuando ya pocos esperaban grandes cosas de sus autores o a pocos se le hubiese ocurrido que llegarían, como "L'homme qui amait les femmes" o "Robin and Marian".
Pero no había muchos más motivos para la euforia.
Ese mismo año 1977 se murieron Rossellini, Hawks, Tourneur y Chaplin y sería a la postre el de la despedida de Buñuel. El año anterior se había ido Visconti y apenas faltaba uno y pico para que fallecieran Jean Renoir y Nicholas Ray.
Curiosamente, el cine de Bresson tiene un recorrido geográficamente inverso al de este último.
Ray - ¿quién puede imaginar un romanticismo tan empecinado en buscar para uno mismo y su pensamiento acomodo en todos y cada uno de los rincones de este mundo? - se fuga de la ciudad y se adentra en desiertos de arena, desiertos de nieve, peligrosos pantanos... y Bresson termina, salvo por "Lancelot du lac", pegado al asfalto.
Está también lleno, como el de Ray (y valdrían como ejemplo igualmente Griffith, Ford, Rossellini, Walsh, Wellman...) el cine de Bresson lleno de rebeldes, pero por la especial mirada de su autor - y a su cine le sucede lo mismo que al de Hitchcock: sólo esas formas externas han podido ser copiadas -, parecen mucho más ensimismados y patentemente piensan, miran a su interior o al suelo antes que al frente; hasta Juana de Arco, que lideró un ejército, en sus manos es difícil entender que pudiese haber sido seguida por alguien.
Y desde luego sus personajes estaban también profundamente en desacuerdo con las circunstancias de su tiempo o con la visión o el concepto que los demás tenían de ellos.
Decía alarmantemente porque las condiciones económicas, políticas, sociales, medioambientales, religiosas, afectivas y en general el estado del mundo y el futuro que esperaba a la juventud o a los que aún no se sentían acomodadados y se hacían preguntas para tratar de hallar algo más que una respuesta prefabricada, apenas se han movido un palmo - para nublarse aún más en todo caso - desde que en "Le diable probablement", antes que la mayoría,  incluso que Marker, Bresson reflexionara sobre el futuro.
Sería importante por consiguiente volver a "Le diable probablement" como si fuese una película nueva.
Porque qué facil es catalogarlos.
Chicos y chicas que viven una vida pacífica, desordenada quizás, que tienen habilidades para abrirse camino y que caen en la desidia, la confrontación con lo que ven y les dicen y hasta se deprimen y se mueren dejando un lamentablemente joven cadáver "por culpa" de la violencia, las drogas, la mala suerte.
Si se organizan y opinan son tendenciosos, están manipulados o alguien debe estar aprovechándose de su confusión. Además no saben nada de la sociedad, cómo funciona, qué hay que hacer para encajar.
Si callan o se dedican a la no-acción, es que les faltan arrestos para gritar, serán unos esclavos y lo tendrán bien merecido.
Bresson toma partido por ellos, les mira con atención y cercanía.
Sin acordarse de Sartre ni de Camus; sólo Montesquieu aparece en sus conversaciones.
Hasta las mesas y las viandas en ellas dispuestas, los lechos, los escritorios, los caminos entre los bosques, los puentes, parecen como muy modernos, del siglo XVIII.
Sobre todo sigue Bresson a Charles, imprevisible, que a veces parece asexuado, un silencioso mesías, una presencia, tanto que la cámara le pierde de vista varias veces y nos tememos lo peor.
Es a pesar de ello un film casi coral, colectivo desde luego, quizá mejorado para rescatar lo rescatable en otra cinta de los alrededores del cambio de década. Hablo obviamente de "Sauve qui peut (la vie)".
Porque si algo hay que falta es precisamente lo que Godard consigue entresacar: la esperanza.
Que Charles, en nombre propio o en el de los demás, qué mas da, sucumba a lo que odia, que no sea capaz de buscarse su sitio, que rechace a una chica que lo quiere por egoísmo, por no saber qué hacer con sus sentimientos, que planifique su derrota como si se tratase de una victoria.
Bresson parece querer decir que nada puede hacer por él filmándolo en su despedida sin elipsis, parsimoniosamente, alargando cada situación todo lo posible, un método que ya había puesto en práctica otras veces y que tanto influirá en el Garrel que pronto llegará con "L'enfant secret".
Cuando llega su amigo aquella noche salido de entre las sombras, encuadra a varios que pasan, duda, albergando la esperanza de que no aparezca.
Cuando suben al metro, les recoge en un sublime plano americano sostenido de cincuenta segundos, esperando que cambie de idea al notar ebrio a su amigo, quizá colgado, y se baje en la próxima parada. Lo hace, sube y toma un cognac, pero no se inmuta.
Cuando pasa al lado de una ventana desde la que suena Monteverdi, lo hace detenerse para ver si la música consigue hacerlo desistir, pero sólo logra que se ralentice unos momentos. No hay nada que hacer.
Llegado el momento, lo deja con la palabra en la boca y no le permite decir nada porque debió hacerlo antes.
Panorámica sin recrearse un instante y contraplano a la nada, que es lo que queda.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Habría que preguntarse ahora, retrospectivamente, por qué tantos cineastas nacidos más o menos en los primeros años del s.XX, que en general habían vivido - de cerca o de lejos - por lo menos dos Guerras Mundiales, y habían "asistido" a algunas catástrofes más, de repente, a principios de los 70, se ponen tan pesimistas con respecto al "estado del mundo" cuando en general se miraba (por los políticos, economistas, futurólogos) esperanzada o confiadamente. Pensemos, además de Bresson, en Buñuel, en Preminger, en Wilder, en Hitchcock, en Visconti, en Tati... sólo Rossellini y el etiquetado de pesimista pero mucho más joven Godard mantenían (por entonces) cierto grado de confianza.
Miguel Marías

Mario Vitale dijo...

Sin ver todavía "Les affaires publiques", considero "Pickpocket" como la última película realmente optimista de Bresson, la culminación de una etapa que podría llamarse "camino de perfección" -donde los encuentros de los personajes, por mucho sufrimiento e incluso muerte que puedan acarrear, son positivos, fundamentales, regeneradores. A partir de "Juana de Arco" ya nada es lo mismo. Para mí empieza su etapa de "camino de perdición", que desemboca en el vacío más total. Está muy bien visto la comparación con Ray, lo asilvestrado de éste frente al asfaltamiento de Bresson. Recordemos el plano de los títulos de crédito de su última película: un frío y acorazado cajero automático.

Jesús Cortés dijo...

"Les affaires publiques" sólo la he podido ver en VO en una copia borrosa, no sé cómo de calidad andará la mejor disponible.
Mi impresión fue que era muy Pagnol, pero lo mismo es un recuerdo distorsionado; ahora leo que algunos la ven totalmente Vigo.
En todo caso, enorme diferencia con "Les dames...", que es una de sus obras máximas.

Anónimo dijo...

Miguel, las palabras "esperanza" y "optimismo" muy raramente (y no sólo a principios de los 70) las asocio a las obras de Buñuel, Visconti o al Bresson (como indica Mario) de su segunda etapa. Y la mirada grave (o escéptica o sardónica) es la predominante en la mayor parte de la carrera de Preminger, Hitchcock o Wilder.
Aunque puede ser que, al final, su mirada se ensombreciera más.
Pero creo que ello se debe a un cambio generalizado en la sociedad: desde hace ya tiempo domina (al menos en el cine) el desencanto, el descreimiento, el malhumor. Si comparamos el presente (y el pasado cercano) con, por ejemplo, los años 30 (una época de mayores privaciones, desigualdades, falta de oportunidades...), vemos que la mayoría de las películas de esa época eran optimistas y esperanzadas, creían en las personas y trataban de comprender y compartir los sentimientos.
En esto, como en tantas otras cosas, el cine ha cambiado. Los "optimistas" hoy son los raros. Kiarostami es uno de ellos.
Rodrigo Dueñas

Jesús Cortés dijo...

No sé si optimistas, pero sí poco tendentes al derrotismo y la depresión parecen aún Desplechin, Aparna Sen, Guédiguian y los viejitos como Oliveira, a veces Woody Allen como en su magnífica "Midnight in Paris", Resnais, quizá Eastwood y hasta Questi en su ironía.

Mario Vitale dijo...

En alguna entrevista Bresson no escondía su malestar cuando se le recordaba el pesimismo de sus películas, que él no aceptaba. Creo que prefería el término de realismo. Recuerdo leer que para él los Campos Elíseos no constituían más que un enjambre de zapatos cruzándose. Cinematográficamente su tratamiento puede ser fascinante, y ahí él seguramente era un monarca absoluto y casi en solitario, pero como visión de la vida no deja de ser más bien triste. Las "Notas sobre el cinematógrafo" constituyen una estimulante obra literaria, teórica o poética, según los casos, según los lectores. El problema es cuando se toman como un catecismo al que rendir culto palabra por palabra, sin percatarse que el genuino oficiante no es otro que el sin par Bresson, del que a mí no me cabe duda es uno de los grandes del cine, o del cinematógrafo.

Coincido contigo, Rodrigo, en tus apreciaciones a la interesante pregunta que Miguel lanza en el primer comentario. Y no sólo llevo pensándola toda la tarde, si no que creo que enlaza bastante bien con el lúcido artículo que el propio Miguel ha publicado en "Transit", y que animo a leer a quien todavía no lo haya descubierto. Miguel habla del cine y de su consideración crítica, su evaluación retrospetiva, alertando sobre las posibles cegueras nostálgicas, animando a descubrir, investigar y huír del lugar común y oficial. Tras su lectura no he podido dejar de pensar en una película que me apasionó desde que la he visto: "Melancholia" de Lav Diaz. ¿Pensaría Lav en "Vertigo"?

Roberto Amaba dijo...

Hola,

Venía a decir algo que más o menos acaba de decir M. Vitale. El pesimismo de Bresson es puro realismo. Siempre hablamos de humanismo en un sentido positivo y que solo es tal si creemos en la gente y en la bondad. Y no, si se quiere hacer alguna definición seria, primero hay que aceptar las cuestiones "negativas" de la naturaleza humana, más que nada porque, además, pueden ser dominantes, por pura biología. En este punto y de manera personal lo enlazo con Ray y con algunas cosas de Buñuel.

Un saludo a todos.

Anónimo dijo...

Hola, Roberto.
Yo pienso que la realidad no es ni buena ni mala: es lo que es, o lo que hay. Optimista o pesimista será la disposición con que nos enfrentemos a ella (o con la que la represente el arte).
Por supuesto que la naturaleza humana tiene aspectos negativos, pero difiero en que dichos aspectos sean más esenciales que los positivos. Lo que podría llamarse la dominante biológica (la ley del más fuerte, el egoísmo, el dedicar la mayor parte del tiempo a satisfacer las necesidades primarias...) es exclusiva de los animales. Sólo el hombre la trasciende.
Mario, cuentas que Bresson se definía como realista y no como pesimista. Pues yo creo (y sobre todo en sus últimas películas) que era un absoluto pesimista: en la vida hay momentos y sucesos buenos y malos, pero él escogió representar los segundos. Es una elección, y a un artista lo que hay que exigirle es que lo que haga (y no lo que opte por no hacer), lo haga bien. Y lo que hizo Bresson lo hizo a la perfección. Anoche volví a ver "L'argent" y su representación del mundo como un lugar injusto, desolador y absurdo no puede ser más determinante.
No quiero criticar a Bresson porque me parece un director genial, pero no puedo considerarlo el colmo del realismo (como tampoco lo consideraría a Buñuel, que me gusta aún más). Antes están aquellos como Ford, Dreyer, Ozu o Chaplin, que muestran lo bueno y lo malo, la totalidad de los hombres y de la vida.
Rodrigo Dueñas