El viejo profesor que interrumpe - para acompañar - las imágenes y expone pertinente y socarronamente teorías sobre la vida privada de sus compatriotas, en un momento dado sugiere, aludiendo a un cuadro (que no se ve), el sentido de la obra maestra de Dusan Makavejev.
El equilibrio quebrado y la tragedia sobrevenida porque simplemente no se puede vivir en esas condiciones.
En esa pintura, obra de Đorđe Andrejević-Kun, exhibida poco antes de comenzar la Segunda Guerra Mundial y por tanto treinta años antes de la realización del film, vemos a una pareja practicando el acto sexual en una habitación donde alguien come y unos niños - quizá sus hijos - juegan, sin prestarles atención.
Destaca, dice, no la naturalidad de tal acción sino la particularidad de cuántas cosas tan distintas hacemos en los mismos espacios reducidos, cómo las distintas realidades se superponen.
Trasladada tal apreciación, que no dejaba de ser una anticipación de lo que venía para el futuro en lo doméstico, a una pequeña historia de amor entre una telefonista y un inspector de sanidad vigilante y exterminador de los millones de ratas que pululan en el subsuelo y por los rincones más sucios de Belgrado, "Ljubavni slucaj ili tragedija sluzbenice P.T.T.", inmersa en la Yugoslavia comunista ("aperturista" ya por entonces) de Tito, es una de las grandes pero más olvidadas películas producidas en la Europa del Este.
Otros trataron de copiar su paleta de colores o se inspiraron en su muy personal forma de orquestar el montaje; los hay que pretendieron "revertir" o extraer de los actores y actrices que habitualmente utilizó, el estilo o al menos restituir la frescura y el rigor insolente; alguno emuló sus sobreimpresiones, sus discursos o sus susurros, sus versos y sus alusiones filosóficas, pero muy pocos mejor que Makavejev entendieron realmente - quizá brevemente, pero sin postularse como epígono, como hizo por esos años Bertolucci - a Godard.
No todo Godard por supuesto. Para eso hubiese sido necesario tener su cultura, no sólo cinematográfica - y quizá ni el propio Jean-Luc conociese bien todos sus porqués; también jugarían, como para cualquiera, un lugar importante la suerte, la solución brillante encontrada sin convencimiento - pero sí lo suficiente para saber nutrirse de ese germen comun al cine negro y el neorrealismo del que se aprovechó, el que surge del desconcierto de no encontrar asideros porque han sido soliviantados traumáticamente, algo en lo que un simple individuo poco ha significado.
Cuando se trataba de mirar a quienes se habían inventado una vida para perder de vista la realidad, lo cierto es que la ruptura de la rutina, con inesperadas y desesperadas consecuencias, había dado unos resultados fulgurantes y que algunos preferimos a los arrojados cuando se han presentado desplegados y desacelerados. Y largamente vitoreados por cierto cuando fueron expuestos por ejemplo por Chantal Akerman en su "Jeanne Dielman...".
En el rostro de esta Izabela de "Ljubavni slucaj ili tragedija sluzbenice P.T.T.", como antes en los de (sobre todo) Anna Karina en "Une femme est une femme", "Pierrot le fou" y demás, está súbitamente esculpido el horror y el asqueamiento de tener que pasar por este mundo en trabajos de mierda, vivir en pisos cochambrosos, ver pasar la juventud sin atisbar un buen lugar donde dirigirse... y mientras tanto aferrarse al romance, a la risa, a la música, huir y sentir que se decide, equivocándose cuantas veces sean, tapando de cualquier manera la cara de las circunstancias.
Así, Izabela sube eufórica escaleras arriba cuando ese siniestro novio que tiene pone en un tocadiscos marchas militares de la RDA o le pide ronrroneante que le lave la espalda tras las cortinas de plástico de la ducha que le han instalado de cualquier manera en un rincón.
Exagera incluso su natural desinhibición cuando se deja seducir por un empleaducho de su oficina, infatigable ligón cejijunto de horario completo, a quien todas rehúyen.
Es en ese punto donde confluyen las dos texturas que en el film corren parejas, la del estudio antropológico, distanciado y en retrospectiva y la afectuosa y expansiva hasta derribar las paredes de las estancias, descrita en la convivencia - que parece prospectiva siendo anterior: privilegios de la lírica -, también escenificada en otros lugares, de los amantes.
Breve, rápido, fugaz casi, el film no se detiene consecuentemente en tal fricción y simplemente baja el nivel de la cámara, oscurece la iluminación y recuerda el drama, en una poza inmunda, un accidente probablemente, producto de la ceguera que trae el odio.
Gran avance respecto a la excelente "Covek nije tica" de 1965 y sin duda guardando un orden que empieza a perderse en la posterior "Nevinost bez zastite", "Ljubavni slucaj ili tragedija sluzbenice P.T.T." es lo más provechoso de su carrera y la antesala del Makavejev anárquico que llega - y hasta hace relativamente poco tiempo continuaba, algún inopinado acierto incluído - con la prohibida "W.R. Misterije organizma" en 1971, territorio ya dominado por lo que aquí cuidadosamente se evita: la confusión de toda clase de mensajes.
Será más conocido entonces, envuelto en un aura escatológica, "anti-todo" como decía Bukowski... y hasta Cynthia Plaster Caster tendrá un lugar en sus fotogramas.
Destaca, dice, no la naturalidad de tal acción sino la particularidad de cuántas cosas tan distintas hacemos en los mismos espacios reducidos, cómo las distintas realidades se superponen.
Trasladada tal apreciación, que no dejaba de ser una anticipación de lo que venía para el futuro en lo doméstico, a una pequeña historia de amor entre una telefonista y un inspector de sanidad vigilante y exterminador de los millones de ratas que pululan en el subsuelo y por los rincones más sucios de Belgrado, "Ljubavni slucaj ili tragedija sluzbenice P.T.T.", inmersa en la Yugoslavia comunista ("aperturista" ya por entonces) de Tito, es una de las grandes pero más olvidadas películas producidas en la Europa del Este.
Otros trataron de copiar su paleta de colores o se inspiraron en su muy personal forma de orquestar el montaje; los hay que pretendieron "revertir" o extraer de los actores y actrices que habitualmente utilizó, el estilo o al menos restituir la frescura y el rigor insolente; alguno emuló sus sobreimpresiones, sus discursos o sus susurros, sus versos y sus alusiones filosóficas, pero muy pocos mejor que Makavejev entendieron realmente - quizá brevemente, pero sin postularse como epígono, como hizo por esos años Bertolucci - a Godard.
No todo Godard por supuesto. Para eso hubiese sido necesario tener su cultura, no sólo cinematográfica - y quizá ni el propio Jean-Luc conociese bien todos sus porqués; también jugarían, como para cualquiera, un lugar importante la suerte, la solución brillante encontrada sin convencimiento - pero sí lo suficiente para saber nutrirse de ese germen comun al cine negro y el neorrealismo del que se aprovechó, el que surge del desconcierto de no encontrar asideros porque han sido soliviantados traumáticamente, algo en lo que un simple individuo poco ha significado.
Cuando se trataba de mirar a quienes se habían inventado una vida para perder de vista la realidad, lo cierto es que la ruptura de la rutina, con inesperadas y desesperadas consecuencias, había dado unos resultados fulgurantes y que algunos preferimos a los arrojados cuando se han presentado desplegados y desacelerados. Y largamente vitoreados por cierto cuando fueron expuestos por ejemplo por Chantal Akerman en su "Jeanne Dielman...".
En el rostro de esta Izabela de "Ljubavni slucaj ili tragedija sluzbenice P.T.T.", como antes en los de (sobre todo) Anna Karina en "Une femme est une femme", "Pierrot le fou" y demás, está súbitamente esculpido el horror y el asqueamiento de tener que pasar por este mundo en trabajos de mierda, vivir en pisos cochambrosos, ver pasar la juventud sin atisbar un buen lugar donde dirigirse... y mientras tanto aferrarse al romance, a la risa, a la música, huir y sentir que se decide, equivocándose cuantas veces sean, tapando de cualquier manera la cara de las circunstancias.
Así, Izabela sube eufórica escaleras arriba cuando ese siniestro novio que tiene pone en un tocadiscos marchas militares de la RDA o le pide ronrroneante que le lave la espalda tras las cortinas de plástico de la ducha que le han instalado de cualquier manera en un rincón.
Exagera incluso su natural desinhibición cuando se deja seducir por un empleaducho de su oficina, infatigable ligón cejijunto de horario completo, a quien todas rehúyen.
Es en ese punto donde confluyen las dos texturas que en el film corren parejas, la del estudio antropológico, distanciado y en retrospectiva y la afectuosa y expansiva hasta derribar las paredes de las estancias, descrita en la convivencia - que parece prospectiva siendo anterior: privilegios de la lírica -, también escenificada en otros lugares, de los amantes.
Breve, rápido, fugaz casi, el film no se detiene consecuentemente en tal fricción y simplemente baja el nivel de la cámara, oscurece la iluminación y recuerda el drama, en una poza inmunda, un accidente probablemente, producto de la ceguera que trae el odio.
Gran avance respecto a la excelente "Covek nije tica" de 1965 y sin duda guardando un orden que empieza a perderse en la posterior "Nevinost bez zastite", "Ljubavni slucaj ili tragedija sluzbenice P.T.T." es lo más provechoso de su carrera y la antesala del Makavejev anárquico que llega - y hasta hace relativamente poco tiempo continuaba, algún inopinado acierto incluído - con la prohibida "W.R. Misterije organizma" en 1971, territorio ya dominado por lo que aquí cuidadosamente se evita: la confusión de toda clase de mensajes.
Será más conocido entonces, envuelto en un aura escatológica, "anti-todo" como decía Bukowski... y hasta Cynthia Plaster Caster tendrá un lugar en sus fotogramas.
30 comentarios:
Moderneces del este, poca sustancia, mucha filigrana y tal, un cine pasado de moda que ha envejecido fatal, como la ideología política de aquella gente.
Manuel S. J.
Yo acabo de revisar su obra y si bien hay bastantes cosas a partir de "W.R..." coyunturales y anquilosadas (pero no más que en otras famosas y hasta prestigiosas), estas primeras aparte de tan buenas (y esta en particular tan impresionante) como siempre, nunca me habían parecido tan actuales.
Mala cosa porque se ven muchas estrecheces y mucha gente mirando al suelo.
Es, era, un cine muy pobre y "controlado", demasiado para aspirar a ser vanguardia de nada.
Repasando al filmografía de Makavejev veo que sólo hizo dos largos, los que tú citas, antes de "W.R...", que es la única que conozco, que me me parece de lo más irritante, totalmente envejecida y que me desanimó para ver otras suyas.
Probaré con la que recomiendas porque me interesa lo que dices y parece que su registro no tiene nada que ver.
Pasado de moda está cierto Hollywood, formalmente acartonado y narrativamente plano. Decir que los cines del este tienen "poca sustancia" es una muestra de ignorancia casi obscena.
Antonio G. T.
PD: Anoto la película del post, porque no la he visto.
eso de "película envejecida" me ha parecido uno de los tópicos más dañinos de la crítica. Y se reproduce de una manera dolorosa. Basta ya, hombre. Las películas no envejecen. Y eso de "tan actual como el primer día", en serio, es muy pobre. No hay manera de certificar esas cosas. Lo que hay que hacer es tratar de ponerse en la época en la que fue realizada y pensar en por qué el director la hizo así.
Yo creo que más bien hay espectadores envejecidos. Ellos sí son objetos vivos y sí se pueden marchitar.
Hola, Miguel. Sin entrar en el caso concreto de la película de Makavejev (ya que la vi solamente una vez y hace más de treinta años, así que mis recuerdos no son muy nítidos precisamente) pienso que las películas envejecen, y que lo hacen la mayoría. Y algunas mucho más que otras; sobre todo aquellas que pretendieron –pero no consiguieron- en su momento ser modernas o, peor aún, las que, en vez de intentar hacer algo nuevo, se limitaron a copiar lo más llamativo de lo que en su momento se consideraba –con razón o sin ella- moderno. ¿No están envejecidas las películas de Lester?
La mayoría de las películas (las muy buenas y las geniales son, proporcionalmente, excepcionales) son o bien medianas, o bien mediocres, y quedan ancladas en su tiempo. El principal interés que pueden suscitar es el histórico (en qué grado son características de la época, cómo retratan ese momento histórico, de qué recursos (materiales, estilísticos) disponían entonces, cómo se adhieren al género al que pertenecen y en qué grado estaba desarrollado éste en ese instante, etc.); interés histórico pero no artístico (que es el que como cinéfilos nos mueve).
Las películas que trascienden son pocas (pocas, lo digo de nuevo, en proporción a las que se hacen y se han hecho: para nuestro goce, hay centenares de obras extraordinarias); son las películas que hoy siguen tan modernas, tan vivas como cuando se estrenaron hace cincuenta o noventa años. Y para verlas (para apreciarlas, para disfrutarlas) no es preciso ponerse en la época en que fue realizada, ni siquiera es imprescindible pensar por qué el director la hizo así: no es necesario saber cuáles fueron sus intenciones, basta con el resultado, la obra en sí.
En lo que sí te doy la razón, Miguel, es en que hay espectadores envejecidos. Y que, en otro sentido, todos los espectadores, con el tiempo, envejecemos. Pero eso es ya otro asunto que habría que desarrollar.
El cine americano es el que peor ha envejecido de todos. Con diferencia.
Lo siento, pero la gran mayoría de las películas se realizan siguiendo las modas de su tiempo. ¿Por qué? Porque ademas de los directores, influyen mucho los técnicos de cámara, los fotógrafos, los guionistas... y ellos se guían por modas y por el estilo de cada época. El estilo clásico de Hollywood existe gracias a una forma de actuar de los actores, de mover la cámara de los técnicos... si John Ford hubiera vivido hasta los 100 años como Oliveira, seguramente habría realizado películas en los 80 con muchos tics comerciales de aquella época, porque salvo que seas un director que no arriesga ningún capital o lo tiene totalmente asegurado (como Oliveira), tienes que hacer ciertas concesiones.
Todas las películas responden a las modas de su tiempo. Otra cosa es que nosotros seamos más afines a una estética que a otra, y pretendamos justificarlo con lo de "las películas envejecen", algo que sirve para criticar a Makavejev, a Wajda o a Jancsó en algunos casos, pero también a Ford, a Hawks o a Walsh en otros casos. Y tu le preguntas a muchos cinéfilos que odian a estos tres últimos (de todo hay en el mundo) y te soltarán un montón de cosas: que los actores exageran demasiado, que si los colores eran demasiado intenso o que si las escenas de acción están mal hechas...
Ridículo, pues, decirlo tanto de Makavejev como de Walsh como de Godard. Son prejuicios, incapacidad del cinéfilo de ponerse en el lugar de la obra, de creerse mejor que el director. Si tú no te pones en la época en la que fue realizada The Searchers o Río Bravo, pues no sé, no entenderás muchas cosas. U Ordet, o cualquier otra
Jesús, já viu La vie à l'envers, do Alain Jessua? Que filme bizarro...
Jessua me interesa sobre todo a nivel teórico, después cada película suele defraudar lo propuesto. Me gustan sobre todo esa "La vie a l'envers" y "Paradis pour tous", dos películas efectivamente extrañas, distintas a las de cualquiera, ideas a menudo impracticables o inverosímiles. A veces, gran talento visual.
A ver Nick, en la misma época que se hacía The seachers se rodaban cosas que no han envejecido ni un ápice, casi todas en Europa por cierto. Las pelis responden a su época pero algunas criaron polillas, como casi todo Hollywood. El cine negro no precisamente porque esa gente pasaba de modas y de agradar a los académicos y a otras malas yerbas.
Yo en Hollywood distingo entre los productos artesanales y de ciertos autores "clásicos" y los outsiders. Estos últimos están tan frescos como siempre, y en los outsiders que conste que meto a los artesanos del cine negro. Creo que hay dos Hollywoods. Y me quedo con Nick Ray, Chaplin, Elia Kazan y otros parecidos entre los "clásicos" y con todo el cine negro y los outsiders como Sam Peckinpah y correligionarios frente al Hollywood más aclamado de los Hawks, Ford y compañía. Pero para gustos, colores.
Antonio G. T.
Repito, moderneces. Modernces con que se trataba de ocultar la falta de ideas y de interés argumental. Como se ocultaba con altisonante retórica la pobreza de ideas políticas. No he visto una sola película yugoslava o rusa buena o que se pueda comparar con una buena película americana. Ni una. Pero suena chachi, intelectual, alabar los subproductos de la superada Europa socialista.
Manuel
Has visto poco cine, Manuel, si dices lo que dices en serio.
Antonio G. T.
Qué peligrosos son los dogmatismos. Tanto en un sentido como en el otro. Creo que el cine como todo el arte en general gana cuando se conoce mejor el contexto que lo vio nacer y que en ocasiones es esencial para entender el significado de la película, por otra parte el cine experimental y de vanguardia cuando no atrae a un espectador siempre sale a colación el famosa envejecimiento de una obra, no será más bien consecuencia del desconocimiento del ideario y de los intereses del autor de la obra por parte del espectador (y de la falta de interés de molestarse en conocerlos). Por otra parte a veces el envejecimiento aporta un valor suplementario a la película, hace poco viendo More de Schroeder me percataba que muchos de los valores de esta película son consecuencia de su supuesto envejecimiento que la convierte involuntariamente en una crónica perfecta de su época cosa en con Petulia de Lester no me pasa.
Puede que el cine estadounidense tienda estandarizar los gustos de el espectador medio y como consecuencia a que éste acabe rechazando el cine de otras latitudes pero de ahí a acusar al cine norteamericano de los años 50 en bloque de envejecimiento, cuando es el que ha aportado más obras maestras a la historia del cine (realizadas a veces por europeos exiliados como Lang, Hitchcock, Premiger, Wilder...), me parece una barbaridad digna de figurar en una antología de disparates aunque cada uno sea libro y mayorcito para decir lo que quiera. Puede que al final volvamos a las épocas del nos repugna John Ford de Anton Eceiza.
Roberto
Hola, Roberto. Es un placer encontrarse con alguien que razona sus ideas y sus gustos. No sé bien qué decir ante comentarios como el de que el cine americano ha envejecido mal, o el de que el cine del Este es un subproducto, o el de que todo el cine negro (así, en bloque) se conserva muy bien, o el de elegir como algo fresco precisamente el cine de Kazan, contraponiéndolo encima al de Ford. No sé bien qué decir porque si estos comentarios no se desarrollan (de forma que puedan discutirse) no se quedan en ideas sino en gustos, tal y como concluye Antonio: “para gustos, colores”. Si el criterio definitivo es el gusto entonces se acaba el razonamiento, y la discusión. Lo bueno que tiene este coloquio es el intercambio de ideas, de forma que, mediante razones, uno vea cosas nuevas o incluso cambie su forma de ver o de pensar (por cierto, ¿no es todo esto la finalidad del arte?). Yo prefiero, frente a alguien que me diga sin más que John Ford es el más grande, a quien lo critique razonando detalladamente sus opiniones ya que esas razones me obligarán a pensarlas para refutarlas o para ver si en ellas hay alguna parte de verdad.
Hago, Roberto, un comentario a tu entrada.
Creo que es bueno conocer el contexto en que surge una obra y también lo es conocer las opiniones de su autor ya que siempre ayudan a que profundicemos en ella y a que nos aporten nuevas vías para comprenderla y disfrutarla (o para comprenderla y disfrutarla mejor).
Es bueno pero, si la obra es grande, no es imprescindible. Las grandes obras no necesitan de ayudas externas para acceder a lo que tienen de esencial.
Si para comprender una obra es preciso conocer el contexto histórico o el contexto cultural o el ideario del artista o sus declaraciones o su biografía o saber en qué condiciones concretas se realizó… en ese caso sucede que la obra no se sostiene por sí misma: podrá tener cualidades, pero no es perfecta. Es lo que pasa a muchas películas que envejecen: tenemos que tener en cuenta a aspectos que no están en la obra para que nos la podamos explicar, o bien lo que las hace caducas son los elementos que cargan y que son propios de las circunstancias y que por ello sobran. A las grandes obras ni les falta ni les sobra nada o, para no ser dogmático, si les falta o les sobra algo, es algo secundario que no afecta a lo esencial.
Muchas gracias Rodrigo, completamente de acuerdo en lo que comentas sobre lo enriquecedor que resulta en algunas ocasiones leer textos que no necesariamente se ajusten a la opinión que uno tiene sobre un determinado directo o película, a mí me cabrea una barbaridad los 50 años de cine americano de Tavernier y Coursadon y sin embargo mi edición se cae a pedazos de las veces que la he consultado, otros como N. Burch en su Praxis del cine y Susan
Sontag he de reconocer que con el paso de los años se me atragantan un poco a pesar de que la primera vez que leí sus textos lo hice interés y a veces con admiración pero es que eso de que toda la obra de Von Sternberg con Marlene sea camp salvo El ángel azul por eso de ser alemana (Sontag) o que Lang después de 1933 no realizases nada con un mínimo de interés (Burch) o la probada ineptitud de Walsh (Burch)... me pone de los nervios aunque también el diccionario de T y C abunda en insensateces pero al menos no es tan snob. Por el contrario los análisis de Robin Wood sobre la trilogía inicial de Romero (y sobre la 5ª entrega) me parecen modélico aunque no sea fan de Romero precisamente.
Roberto.
Es triste que la ideología ciegue a la crítica. Desgracidamente el socialismo está infiltrado hasta en los que se ceen liberales. Tanto el dogma socialista (eso es dogmatismo, no mi postura) como el mal gusto y la tendencia al caos, propia de todos los ismos, que son la coronación de la chabacanería. Y en eso Europa y sobre todo la Europa del este, socialista, se destacan más que nadie. El cine yugoslavo es todo él un monumento al mal gusto, a la frivolidad, a la inmoralidad y al dogma socializante.
Manuel
Si alguien encuentra en mi mensaje algo que diga que el cine americano de los años 50 ha envejecido fatal, que me lo diga. Para mi ningún cine envejece, porque los cines son testimonios de su época, de lo que pensaban las personas en ese momento. Y lo es para Ford como para Makavejev, aunque claro, yo creo que Ford tenía mucho más talento. Pero que Ford o que muchos directores clásicos de los 30-40-50 sean varios de los mejores directores de la historia del cine no hacen envejecer al resto. Simplemente son diferentes, quizás peores, pero agradables, interesantes si se miran con atención y no desde los prejuicios.
Lo del envejecimiento es cuestión de gustos, por eso dije que seguramente hay personas a las que les parecerán envejecidas las películas de los 50. Y se equivocan. Las películas no envejecen.
Sobre la ideología, todas las películas tienen alguna. Hasta las que dicen no tenerla, también la tienen, porque siempre hay condiciones de producción y mercado que las determinan. De hecho, prefiero una película donde la ideología está clara a una que sea ambigua y te intente engañar, como por ejemplo Fernando León de Aranoa, que es un director de temas sociales más bien "progresistas", pero luego su manera de desarrollarlos en la pantalla es profundamente conservadora. No hay que tener problema en analizar las películas más allá de eso. Pero si tomamos a Eisenstein, al Godard de los 70, a Straub, a Glauber Rocha y a muchos otros como simples "socialistas" trasnochados, hijos de su tiempo, pues nos estamos equivocando bastante...
Los socialistas tenéis complejo, no reconocéis lo que sois y tenéis que defender con la boca pequeña a vuestros "compañeros". Es todo lo que puedo decir tras leer ese sacrilegio que relativiza a Ford comparándolo con los propagandistas yugoslavos.
Manuel
Hombre Manuel Makavejev no es sospechoso precisamente de condescendencia con el régimen yugoslavo con el que precisamente tuvo sus choques, así que acusarlo de algo que sufrió en sus carnes, como Chytilova en Checoslovaquia, o Paradjanov en la URSS, me parece injusto; por lo tanto es todo lo contrario el simbolismo y el uso de estructuras de la novela modernista les sirvió para denunciar las lacras de esos regímenes, por cierto algo parecido a lo que a veces hacía Saura en España con el régimen franquista, no siempre con éxito.
Roberto
A Saura el éxito artístico le huyó porque lo que trataba de denunciar no era ni por asomo comparable a las atrocidades del socialismo.
Manuel
O sea que lo que Saura trataba de denunciar aquí no era tan grave...si ya se te veía la patita...
Hola Jesús, destacarías algo de los "cineastas del este" como el también Yugoslavo Emir Kusturica, el rumano Lucian Pintilie, el húngaro Miklos Jancso o el polaco Skolimowski
Kusturica nunca me gustó nada.
Pintilie no ha rodado nada que me saque de la indiferencia.
Jancso y Skolimowski tienen un puñado de muy buenas películas.
Acabo de comprobar que Pintilie murió, no lo sabía.
Si al parecer tras más de una década inactivo y sin que su nombre fuese muy nombrado (al menos en España).
Por cierto, supongo que dentro del "puñado" del que hablas de Jancso y Skolimowski meterás "Csillagosok, katonák" y "Deep end" y "Walkover", para mí de las mejores (a ver qué tal la última Skolimowski, la del burro)
Y una última puntualización sobre Kusturica, tengo como buena su "Otac na sluzbenom putu" (Papa está de viaje...) que pusieron en el programa Que grande es el cine y de alguna más de la primera etapa también tengo buen recuerdo ("Sjecas li se Dolly Bell").
Las de después ("Crna macka, beli macor"y "Underground" sobretodo) hechan efectivamente hacia atrás. Que lastima que haya sido tan alabado por los festivales y público de Filmotecas , como un original mientras que otros (como Otar Ioseliani) hayan estado más olvidados.
Por cierto, se me olvidaba (y ya no te doy más la turra) encuentro que "Reconstituirea" de Pintilie es bastante notable.
Sí, esas que nombras de Jancsó y Skolimowski están entre sus mejores.
De Kusturica ni esa, la más comestible, me gusta. Su presencia repetida en palmarés de festivales me resultaba incomprensible entonces, cuando era una especie de "Fellini del este" y gustaba a tirios y troyanos. Ahora ni me acercaría a remirar nada de harto que acabé.
Con el pobre Pintilie en cambio probé repetidamente, pero supongo que debería dar otra oportunudad a la que mencionas.
Publicar un comentario