La segunda película en color de Raffaello Matarazzo ha permanecido largo tiempo invisible, usurpado su lugar por copias desvahídas, sin sus atributos.
No es que "La nave delle donne maledette" sea estrictamente imprescindible para llegar a conocer lo mejor de su cine, ni supone un hito inalcanzable y "distinto" de sus grandes cumbres de los 40 y primeros 50, pero sí sirve para completar el puzzle de una obra apasionante, quizá más apropiadamente que sus otras escasas incursiones en aquellos sistemas de positivado (Gevacolor, Ferraniacolor... "La risaia" en su siempre radiante Eastmancolor es "otra cosa") que han impedido la correcta conservación o recuperación de las copias de aquellos films.
Hacia ese año 1953, Matarazzo estaba en la cumbre de su carrera.
En los últimos cuatro años habían llegado sus obras maestras "Catene", "Tormento", "I figli di nessuno" o "Chi è senza peccato..." y en el siguiente lustro filmaría nada menos que "L'angelo bianco", "Torna!", "La schiava del peccato", "Vortice", "Guai ai vinti", "L'intrusa" o "L'ultima vilolenza", auténticas perlas del melodrama, variante concentrada y exacerbada del admirado neorrealismo.
Habitualmente contemporáneas y populares, eran historias sin meandros ni rellanos para descansar, febriles, rebosantes de tragedias a menudo causadas por malentendidos, sacrificios e injusticias que mantenían en vilo y efímeros momentos de felicidad, films aciagos - si acaso in extremis serenos - pero disfrutables y comprensibles por cualquiera, siempre narrados con rigor y tranquilidad (amenazada) condujesen donde condujesen los acontecimientos.
Habitualmente contemporáneas y populares, eran historias sin meandros ni rellanos para descansar, febriles, rebosantes de tragedias a menudo causadas por malentendidos, sacrificios e injusticias que mantenían en vilo y efímeros momentos de felicidad, films aciagos - si acaso in extremis serenos - pero disfrutables y comprensibles por cualquiera, siempre narrados con rigor y tranquilidad (amenazada) condujesen donde condujesen los acontecimientos.
"La nave..." en realidad no explora ninguna faceta menos conocida del cine de Matarazzo y las novedades no lo son en realidad puesto que tanto ese aludido cromatismo como que se remonte décadas al pasado entrando de lleno en los dominios que fueron del caligrafismo adjudicado a Soldati o el primer Castellani habían sido condiciones que ya cumplía justo el film que le antecede en su filmografía, "Giuseppe Verdi".
Son en cambio su gozosa e imprevisible variedad, sus tajantes - y especialmente inteligentes, sin que nunca se pierda información ni el rumbo - elipsis, que le confieren un ritmo más episódico y abrupto de lo esperado, y su inesperado erotismo los elementos que sospecho confirmaron a sus pocos admiradores e hicieron caer en la cuenta a descreídos y desdeñadores, de la conexión que el arte de Matarazzo tenía con el surrealismo y el barroquismo.
La resultante de esa especial textura y de la mencionada invisibilidad por largo tiempo del film es tristemente que el que debería ser un buen asidero para defender integralmente a Matarazzo, para apreciar mejor la sobriedad, tan fulgurante y carnal de sus otras obras maestras, se convierte en una "prueba" inequívoca, algo parecido a la excepción que confirma la regla, de la rebaja de valor otorgada siempre a su cine.
Sin el componente jovial, ameno de varios Freda de los 40 prendados del gran cine silente de aventuras románticas y con total ausencia de asideros míticos o exóticos de los Cottafavi, Francisci y compañía que inundarían los cines al final de esa década de los 50, "La nave delle donne maledette" está, como siempre y pese a su llamativo envoltorio, totalmente confiada a la maestría de su autor en la disposición y diálogo de puntos de vista dentro de un mismo bloque o cómo se relaciona con los que le preceden y suceden.
Cualquier momento del film ejemplifica su admirable construcción, pero echemos un vistazo a la escena clave del proceso, central tras el arranque en palacios y antes que aparezca el mar y el film entre en una tercera dimensión.
El abogado Da Silva (Ettore Manni), de mala reputación, es comprado para defender "sin esforzarse demasiado" - a ser posible permaneciendo en silencio: la antítesis misma de su oficio - a Consuelo (May Britt), la víctima consciente pero engañada con falsas promesas, de un plan para exculpar a Isabella (Tania Weber), casada con un viejo rico, fría asesina de su propio bebé ilegítimo. La escena arranca a oscuras, abriendo él una ventana. Se ve que malvive de lo que hace.
Corte al día del juicio. Gama de grises y azules, ambiente gélido, monacal, con una gran cruz negra sobre la pared.
Da Silva se presenta tarde, entrando raudo sin haber siquiera visto a su cliente - tampoco el espectador, que sólo la intuye en un lateral -, exculpándose del retraso porque dice haber pasado la noche en vela estudiando el caso. Al sentarse caen de entre sus papeles unas cartas de la baraja. Risas y gesto irónico de uno de los magistrados.
Mientras le llega su turno para hacer uso de la palabra, Matarazzo recoge en tres reencuadres cómo repara en ella, bellísima, con la mirada perdida. El fiscal expone su retahíla legal, condenándola además moralmente mientras se aproxima cada vez más su rostro, la imagen misma de la pureza.
Da Silva queda tan sobrecogido y al mismo tiempo confundido por la estupefacción ante la labor que debe desempeñar, que cuando el juez le interpela queda efectivamente mudo.
Hasta ese momento los tamaños de plano han sido siempre desequilibrados, cerrados para ella, generales para la sala, el banquillo de letrados y el mismo abogado. En ese momento, Matarazzo le "iguala" con ella, que le mira. Si se levanta y baja el eje de la cámara, sólo cabe acercarla a ella, ya en un primer plano.
Pide clemencia, el único recurso para un delito confeso. Se refiere a su cara, su mirada, su juventud y eleva el tono ante el desagrado del emisario que le pagó.
Matarazzo entonces los "empareja" encuadrándolos por primera vez juntos, en un plano lateral con ella al fondo y él gesticulando en su ardiente defensa, eliminando por la derecha la mesa del juez, que queda en off. Están solos.
Su parlamento no tiene ningún efecto y cuando se levanta la sesión, Matarazzo en vez de usar el típico plano general o subjetivo desde detrás de los jueces que de alguna manera encomienda y confía el veredicto objetivando el punto de vista, el plano recoge sostenidamente a los magistrados marchándose por una puerta al fondo y el público murmurando en primer término, realzando el elemento de satisfacción pública del caso, que está por encima de la justicia misma.
Ellos han desaparecido por la izquierda ya del encuadre: están además condenados.
En la siguiente escena, la verdadera culpable tiene remordimientos de conciencia. La estancia se ilumina y encuadra exacta pero especularmente en la misma forma en que era recogida la paupérrima habitación del abogado corrompido.
Matarazzo no hace contrastar a Isabella exponiendo sus lujos y a salvo por fin del entuerto, con Consuelo y la pantomima de juicio a que ha sido sometida, sino que le reprocha estéticamente su vileza.
Son en cambio su gozosa e imprevisible variedad, sus tajantes - y especialmente inteligentes, sin que nunca se pierda información ni el rumbo - elipsis, que le confieren un ritmo más episódico y abrupto de lo esperado, y su inesperado erotismo los elementos que sospecho confirmaron a sus pocos admiradores e hicieron caer en la cuenta a descreídos y desdeñadores, de la conexión que el arte de Matarazzo tenía con el surrealismo y el barroquismo.
La resultante de esa especial textura y de la mencionada invisibilidad por largo tiempo del film es tristemente que el que debería ser un buen asidero para defender integralmente a Matarazzo, para apreciar mejor la sobriedad, tan fulgurante y carnal de sus otras obras maestras, se convierte en una "prueba" inequívoca, algo parecido a la excepción que confirma la regla, de la rebaja de valor otorgada siempre a su cine.
Sin el componente jovial, ameno de varios Freda de los 40 prendados del gran cine silente de aventuras románticas y con total ausencia de asideros míticos o exóticos de los Cottafavi, Francisci y compañía que inundarían los cines al final de esa década de los 50, "La nave delle donne maledette" está, como siempre y pese a su llamativo envoltorio, totalmente confiada a la maestría de su autor en la disposición y diálogo de puntos de vista dentro de un mismo bloque o cómo se relaciona con los que le preceden y suceden.
Cualquier momento del film ejemplifica su admirable construcción, pero echemos un vistazo a la escena clave del proceso, central tras el arranque en palacios y antes que aparezca el mar y el film entre en una tercera dimensión.
El abogado Da Silva (Ettore Manni), de mala reputación, es comprado para defender "sin esforzarse demasiado" - a ser posible permaneciendo en silencio: la antítesis misma de su oficio - a Consuelo (May Britt), la víctima consciente pero engañada con falsas promesas, de un plan para exculpar a Isabella (Tania Weber), casada con un viejo rico, fría asesina de su propio bebé ilegítimo. La escena arranca a oscuras, abriendo él una ventana. Se ve que malvive de lo que hace.
Corte al día del juicio. Gama de grises y azules, ambiente gélido, monacal, con una gran cruz negra sobre la pared.
Da Silva se presenta tarde, entrando raudo sin haber siquiera visto a su cliente - tampoco el espectador, que sólo la intuye en un lateral -, exculpándose del retraso porque dice haber pasado la noche en vela estudiando el caso. Al sentarse caen de entre sus papeles unas cartas de la baraja. Risas y gesto irónico de uno de los magistrados.
Mientras le llega su turno para hacer uso de la palabra, Matarazzo recoge en tres reencuadres cómo repara en ella, bellísima, con la mirada perdida. El fiscal expone su retahíla legal, condenándola además moralmente mientras se aproxima cada vez más su rostro, la imagen misma de la pureza.
Da Silva queda tan sobrecogido y al mismo tiempo confundido por la estupefacción ante la labor que debe desempeñar, que cuando el juez le interpela queda efectivamente mudo.
Hasta ese momento los tamaños de plano han sido siempre desequilibrados, cerrados para ella, generales para la sala, el banquillo de letrados y el mismo abogado. En ese momento, Matarazzo le "iguala" con ella, que le mira. Si se levanta y baja el eje de la cámara, sólo cabe acercarla a ella, ya en un primer plano.
Pide clemencia, el único recurso para un delito confeso. Se refiere a su cara, su mirada, su juventud y eleva el tono ante el desagrado del emisario que le pagó.
Matarazzo entonces los "empareja" encuadrándolos por primera vez juntos, en un plano lateral con ella al fondo y él gesticulando en su ardiente defensa, eliminando por la derecha la mesa del juez, que queda en off. Están solos.
Su parlamento no tiene ningún efecto y cuando se levanta la sesión, Matarazzo en vez de usar el típico plano general o subjetivo desde detrás de los jueces que de alguna manera encomienda y confía el veredicto objetivando el punto de vista, el plano recoge sostenidamente a los magistrados marchándose por una puerta al fondo y el público murmurando en primer término, realzando el elemento de satisfacción pública del caso, que está por encima de la justicia misma.
Ellos han desaparecido por la izquierda ya del encuadre: están además condenados.
En la siguiente escena, la verdadera culpable tiene remordimientos de conciencia. La estancia se ilumina y encuadra exacta pero especularmente en la misma forma en que era recogida la paupérrima habitación del abogado corrompido.
Matarazzo no hace contrastar a Isabella exponiendo sus lujos y a salvo por fin del entuerto, con Consuelo y la pantomima de juicio a que ha sido sometida, sino que le reprocha estéticamente su vileza.
21 comentarios:
Hola Jesús ¿has encontrado subtítulos en castellana para esta película?
Cierto Matarazzo es un, por la media docena de obras suyas que he visto, un gran cineasta del que lamentablemente casi nadie se acuerda, al menos en España.
Brian Azzarello
No, ni en inglés tampoco aunque no tardarán mucho en salir. De momento, como mucho puede verse subtitulada en su idioma, italiano.
Muchas Gracias por tu respuesta.
Matarazzo, sin duda uno de mis grandes descubrimientos tardíos. Como también lo ha sido el Dino Risi de los 50. Hasta hace poco daba por sentado que su primera película importante era Una Vita Difficile, tal era el desdeño con que se despachaba su obra anterior, para mi llena de notables logros, especialmente Un Amore a Roma, que me ha parecido conmovedora.
José Antonio.
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Casi más que la dificultad para encontrar copias en color(y completas) de la única película de Matarazzo que los anti-Matarazzianos y los desdeñosos aprecian, y que no es una de sus obras más características (ni, para mí, de las mejores), un caso algo paralelo al de Stahl, que sólo es apreciado por "Leave Her to Heaven"(que no es nada típica), me parece lamentable que sea casi imposible encontrar, incluso ahora que se han recuperado bastantes de los años 30, algunas de las últimas, como, por ejemplo, "Amore mio". Queda aparte el misterio de sus dos películas españolas, de las que ni aquí ni en Italia queda el menor rastro.
Desdeñoso dijo...
Matarazzo empieza a poder verse en webs P2P y de DD.
Gracias por la recomendación, primera noticia que tengo de este director. Me moriré sin ver ni una décima parte de las películas que merecen la pena verse.
Y ahora, dos "off-topics", con la venia:
Por un lado, se anuncia la llegada a la cartelera española de dos pesos pesados de la crítica reciente, Holy Motors de Carax y Amour de Haneke.
Jesús, alguna entrada sobre éstas u otras obras valiosas (o no) de la cartelera actual sería agradecida por algunos (aunque, por supuesto, no sea el objetivo prioritario de este blog, lo entiendo).
Por otro lado, leo en una entrada de A. Espada en su blog donde recomienda la película española "La piel quemada" (Josep María Forn), film de los años sesenta sobre la emigración dentro de España. ¿Alguien conoce esta obra y la recomienda también? Se puede ver en filmin.es, por ejemplo.
Saludos.
De esas dos películas de Carax y Haneke (aún no vistas; Carax espero que hoy, Haneke ya veremos si quedan butacas) y de otras veintitantas (Oliveira, Lafosse, Joreige & Hadjithomas, Garrone, Marra, Llorca, Bonitzer, Cohen, JP Rodrigues, Taviani, Seidl, Vinterberg... no todos platos de mi gusto) estoy escribiendo o debo escribir en estos días porque las están proyectando en el Festival de Cine de Sevilla, que este año cubro para la Revista Détour.
Lo que no sé es cuándo se publicará.
Sólo sale a diario, en el twitter del blog de la revista desde el pasado viernes, un "telegrama" que les adjunto a los textos de cada día porque yo no estoy en la red esa ni en ninguna otra.
Y respecto a ese Forn, no sé nada.
Yo sí he visto, y más de una vez, la voluntariosa y esforzada película de Forn, que los catalanes en general reivindican mucho desde siempre, más aún que cuando se hizo cuando Forn era alto cargo cinematográfico de la Generalitat. Siento decir que prefiero hasta Gillo Pontecorvo o Elio Petri en sus peores momentos; nació vieja (y, sin duda, abortada por la censura) y hoy es antediluviana. No me sentiría animado a verla una vez más.
Ah, pedirle a una persona particular y que vive en Sevilla que hable de películas aún no estrenadas no siempre es lógico; haría falta que le interesaran y le apeteciera escribir sobre ellas. Yo sí he visto la de Carax y (como todas las anteriores suyas) la encuentro excelente... aunque quizá la menos emocionante y la más fría.
De acuerdo más o menos con lo que dice Miguel sobre "Holy motors" que sí ví por fin ayer (la de Haneke parece que será imposible y tampoco me quita el sueño). A mí me parece la menos buena suya, pero aún así es estupenda.
Pues gracias, M. Marías, mejor me olvido de la citada película de Forn. Supongo que tendría su componente coyuntural y poco más.
Por otro lado, el festival de Sevilla tiene muy buena pinta, he visto que está allí ahora el que organizaba antes el de Gijón, se asume que eso es garantía de calidad y variedad.
No sabía lo de la página esa de Détour, gracias.
No es que yo me muera, ni mucho menos, pero estar actualizado en lo último que se estrena (de hecho, me da bastante igual), pero en el caso de Haneke y Carax, pues reconozco que sí (bueno, y tras "Gomorra" e "Import/Export", Garrone y Seidl también me importan, sí; también Balabanov me atrae, por decir otro).
Miguel yo también vi hace tiempo la película de Forn, no se la recomendaría ni a mi mayor enemigo pero la pero película de Gillo Pontecorvo o Elio Petri, te has pasado, esto señores rodaron, junto algún trabajo interesante, algunas de las mayores pesadillas que uno recuerda haber vivido en una sala oscura en los 70: Queimada, La clase obrera va al Paraíso, incluso las infames y repulsivas Operación Ogro e Investigación de un ciudadano libre de sospecha. Qué horrores se rodaron en Italia en los 70 en nombre del (falso) progresismo, mal entendido y peor asimilado, un ejemplo perfecto sería la media hora final de Novecento y Z, que era un tercio de griega, otro de francesa y otro de argelina.
Blas
Hace días recomendabais Tabú de Gomes. Está programada únicamente para el día 14 de este mes en la Filmoteca de Barcelona. ¿Alguien sabe qué sucede cuando por Vaga General se cancelan todas las sesiones del día? ¿Se suele buscar un hueco cada día intercalando las 4 o 5 o las que fueren, sesiones canceladas en días dispares, o se intentará buscar un día para proyectar todas esas sesiones conjuntamente en el mismo día cuando se pueda? Saludos.
Fernando
En mi opinión, las únicas grandes películas del Festival de Sevilla fueron: "Holy Motors" (Carax), "Gebo et l'ombre" (Oliveira), "Tabú" (Gomes), "Museum Hours" (Cohen), "Recoletos" (Llorca), "A última vez que vi Macau" (Rodrigues & Guerra Mata) y por supuesto "Vivir en Sevilla" (Gonzalo García Pelayo), el resto (incluidos los pornógrafos Seidl, Haneke o Vintenberg) para echárselo a los perros y que ni ellos lo quieran. Excelentes críticas (como siempre) aquí http://www.diariodesevilla.es/article/festivaldecine2012/1391526/otras/criticas.html?
Pues no son pocas películas, precisamente. Lo de Haneke no sé qué es más irritante si el tono de homilía (laica, si se me permite el oxímoron) de algunas de sus películas o el sentimiento de odio y rechazo que provocan todas sus películas. He de reconocer que no participo del mismo ya que las encuentro casi todas interesantes (salvo la pretenciosa El tiempo del lobo y el innecesario remake de Fanny Games) pero tampoco encuentro ninguna gran película en su obra, todas adolecen de defectos más o menos acusados (frialdad, gratuidad, prolijidad, exceso de ambiciones, efectismo) aunque en casi ninguna aparecen todos (o casi todos) a la vez, afortunadamente salvo en el susodicho Tiempo del lobo. Ojalá el éxito que está teniendo Carax sirva para que no tarde tanto en rodar otras películas.
Cambiando de tercio agradezco a Miguel Marías su respuesta en la anterior entrada, coincido con él en cuáles son las obras (de las que conozco) más interesantes de Tarr (y en las menos aun a riesgo de ser mordido por el perro de J R) e intentaré darle otra oportunidad a El Arca Rusa de Sokurov, no siempre tiene uno el cuerpo para ciertas películas y en esos caso conviene volver a verlas antes de dar un juicio taxativo.
Roberto
Matarazzo es demasiado sensiblero, pero merece ser revisado.
Eso es precisamente lo que no es, pero, sí, merece la pena ver cualquiera que se encuentre.
Pues a mí sí me parece sensiblero. Demasiado sentimental, pero muy interesante de todas formas.
Oski (soy el del comentario 19).
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