sábado, 29 de junio de 2013

L 182

(Miguel Marías)

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Aunque, para mi estupor perenne, no figure en las filmografías, en los libros sobre Bergman o en lo que la pereza ha convertido en mayoritaria obra de referencia y consulta mundial (IMDb), éste (1) es el único título verdadero (en la claqueta (7) se lee, manuscrito con tiza) de la película conocida, según los países, como "En passion", "Pasión" o "The Passion of Anna" y otros "alias" que nunca han gozado de un cartón en los títulos de crédito originales, sino que suelen aparecer, fantasmalmente, como subtítulos de "L 182"... o de la nada, cuando de la copia se han suprimido los fotogramas inmediatamente precedentes al letrero "En film av Ingmar Bergman", "un film de Ingmar Bergman" (como sucede en (2), extraída de mi copia en DVD).
Así es como la vi por vez primera, en el Festival de Valladolid, y la he visto cada vez que he encontrado una copia no mutilada (en algunas, como la inglesa, han sido cortados planos importantes, con la excusa de que mostraban - obviamente, ya que es uno de los temas que aborda - crueldad con animales... que parece importar más a algunos que la sufrida por seres humanos).
Si insisto en este “detalle” no es por manía historiográfica ni por obsesión de precisión filmográfica, aunque también, sino porque pienso que altera la visión de la película y dice algo acerca de Bergman, por un lado, y de los distribuidores y demás mercaderes del cine, por otro. No es lo mismo enfrentarse con algo cuyo título es una mera matrícula, el largometraje 182 de la SvenskFilmindustri (no sé contando a partir de cuándo, y no he visto otra de Bergman ni de la SF que lo indique), variante despersonalizada del aún reciente (seis años) "Otto e mezzo" de Federico Fellini, sobre todo siendo - como es - una película que se presenta abiertamente como tal, y no como un fragmento de realidad, que con una que, en abstracto, indeterminadamente, o determinada y singularizada arbitrariamente (de padecer alguien en la película, ¿por qué no Eva, o Andreas, o sobre todo el secundario Johan, o incluso Elis?), evoca de nuevo la tendencia contenutista y el aprovechamiento ideológico doloso de los que ha sido víctima, desde 1956, el cine de Bergman, convertido en “religioso” (y en España hasta en “católico”, lo que ya tiene bemoles) o, cuando menos, englobado en la línea jesuítica marcada por Paul Schrader en un libro misteriosamente célebre (y que encuentro francamente infumable), en “trascendental” o “trascendente” (en cualquier caso, “serio e importante”).
No es que "L 182" sea una película violentamente – como birriosamente se dice ahora - “deconstructiva”, seguramente no es tan “radical” y “contestataria” como otras y como muchos (¡justo tras Mayo del 68!) hubieran deseado o hasta (los más fatuos) exigido (¿con qué derecho?), pero digamos que continúa y prolonga una tendencia autoreflexiva y distanciadora (aunque no por ello necesariamente “brechtiana”), reciente y progresivamente afianzada en Bergman después de la celebrada “trilogía”, precisamente desde la muy subvalorada "För att inte tala om alla dessa kvinnor (Esas mujeres, 1964)" y hasta ese momento ilustrada, en grados diversos, por "Persona (1966)", "Vargtimmen (La hora del lobo, 1967)" y "Skammen (La vergüenza, 1968)". Es decir, que el Bergman de esos años - en una de esas impresionantes series de obras maestras con las que a veces nos sorprenden los grandes maestros - ha abandonado el clasicismo (austero o barroco, según el caso) de años anteriores y ha dejado de presentarse como un registro transparente y continuado de una parte de la realidad, estructurado en forma de historia o de pieza de teatro. Desde el punto de vista de una supuesta (¿y fijada por quién?) ortodoxia narrativa, Bergman pasa de gran narrador y dramaturgo a deficiente e ineficaz en ambos terrenos. Es como si Bergman hubiera perdido (además de, supuestamente, la fe) la confianza en sí mismo y dudase.
Esta permanente inseguridad, vacilación, interrogación, que puede desconcertar y decepcionar a algunos, a mí me merece todos los respetos, pues veo como evidente que no es una pose “modernista” ni está motivada por el oportunismo (a menudo agresivo para el espectador) tan extendido en aquellas fechas, y además la encuentro tan comprensible (si no ineludible) como interesante. No ha sido Bergman nunca (en sus declaraciones) un “fan” de Godard - más bien al contrario -, mientras que Godard sí era un admirador confeso de Bergman por lo menos desde 1958 (su artículo "Bergmanorama" sigue siendo interesantísimo y hasta profético), pero el caso es que precisamente en estos años los respectivos cines de ambos se acercan, en lo que yo tendería a considerar un proceso de influencia mutua y recíproca, dijera lo que dijera Bergman. Detecto también otras dos influencias básicas en este Bergman se diría que involuntariamente “moderno”, una reconocida, la de Luis Buñuel, y otra tan silenciada como evidente, la de Alfred Hitchcock (veo en "L 182" citas de "Psycho", "The Birds" y "Marnie"). Bueno, y el cierre de la película – aunque con antecedentes muy remotos en la filmografía del propio Bergman – parece evidentemente sugerido por "Wavelength (1966-7)" de Michael Snow (no deja de ser significativo que lo que a ciertos vanguardistas les ocupa toda una película, a Bergman o Antonioni les dé para un plano o una escena como mucho).
Creo que podría organizarse una especie de interesante ciclo retrospectivo con algunas obras de los años 60 de Hitchcock, Buñuel, Bresson, Rossellini, Bergman, Antonioni, Godard y Rivette que permitirían descubrir curiosas afinidades y tal vez ocultas influencias, ciclo que, me temo, resultaría hoy tan revelador como deprimente, ya que la mayor parte de las películas, que entonces se produjeron y estrenaron con normalidad, hoy serían irrealizables y, en todo caso, inestrenables, lo que reafirma la múltiple sensación de caminar hacia atrás, hacia el pasado, en sentido opuesto al que siempre se consideró el curso de la historia, que se observa ya en otros muchos terrenos, más vastos que el cine.
Esa interrogación bergmaniana se detecta ya a los pocos minutos, cuando una voz en off – no casualmente la suya – presenta al personaje en el que parece centrarse la película, Andreas Winkelman, y se hace brusca y brevemente manifiesta cuando el actor (Max Von Sydow) que lo encarna habla de él y de la dificultad que supone representarlo. Este proceso se repite otras tres veces, con los otros personajes fundamentales. Es algo que hoy resulta impensable, pero entonces apenas sorprendía levemente. Bergman consigue, además, mantener la tensión pese a esas rupturas de la homogeneidad dramática, e incluso crear, mediante brutales elipsis, una suerte de suspense adicional, no ya sobre los personajes, sino sobre la película misma.
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12 comentarios:

Sergio Sánchez dijo...

Muy interesante. Me gustaría llegar a saber de dónde salió "En passion" exactamente. Haciendo puras suposiciones quizás lo impusiera la productora y lo vendiera así ya en Suecia en los carteles, no sé si a disgusto o con la conformidad de un Bergman al que alguna vez he leído preocupado por la recaudación del primer fin de semana (en contra de lo que supondría el imaginario popular).

No recordaba el detalle pero L182 es también la inscripción que hay en unas cajas que salen en la película ¿verdad?

Anónimo dijo...

El nombre de Miguel Marías en la parte superior del comentario qué significa: a) una dedicatoria (aunque creo, que en ese caso, debería ir precedida por la preposición a ; b) que él es el autor del análisis (creo detectar su estilo, además de la confesión de que la vio por vez primera en Valladolid).
En cualquier caso muy interesante el comentario (y excelente aportación iconográfica) lo haya escrito quien lo haya escrito y extraordinaria película, la mejor de su autor según Robin Wood, que escribió un excelente análisis en un libro editado hace siglos por Fundamentos, y una de las mejores para cualquier buen espectador de Bergman. Una lección de intensidad y modernidad de la que podría aprender Haneke.

Jesús Cortés dijo...

Lo ha escrito él, sí, como tardía contribución a los textos que salieron en mayo y como inequívocamente creí reflejaba su nombre tras el título.

Rodrigo Dueñas dijo...

Las dos primeras veces que vi la película me disgustaron las intervenciones distanciadoras de los actores hablando de sus personajes. Me parecía un efecto propio del momento, una moda adoptada sin razón ya que lo que cuentan los intérpretes interrumpiendo el relato (y que está rodado a posteriori -los cortes de pelo lo revelan-, como algo añadido en el último momento), no aporta nada a la narración ni descubre nada nuevo de los personajes. Vuelta a ver, comprendo, justamente, que el sentido de la interrupción es romper la ficción y evidenciar que se está contando una historia, como lo hace, entre otros, el título (que, cierto, al escamotearse, y encima sustituirse por “Pasión”, hace que uno vaya a verla esperándose otra cosa) o primeros planos como los de la cena donde no se sabe si quien responde es el personaje o el actor, o el texto mecanografiado de la carta de ruptura que aparece sin justificación realista tras los momentos en que Anna habla de su ejemplar matrimonio.
Gracias, Miguel, por este texto que me hace volver a pensar en lo que creía tener claro, por dar lugar a que vuelva a ver lo que doy por conocido o, en tantas otras ocasiones, por ponerme sobre la pista de directores para mí desconocidos o poco valorados. Por compartir lo que piensas sobre lo que ha sido, lo que es, lo que puede ser el cine. Ojalá te prodigues más.

Anónimo dijo...

Sorpresa me causan los pocos comentarios que ha deparado esta película que se encuentra entre las más densas y perfectas del cineasta sueco y probablemente sea su obra maestra en esa década prodigiosa para él por encima de la mítica Persona, creo que alrededor de Persona se fue creando un prestigio como consecuencia de los años que estuvo invisible o del artículo de Sontag, por cierto nada amiga del cine del director sueco, mientras que otras películas de esa década se comercializaban en vídeo y L 182 o Pasión era emitida, quien lo diría hoy, por el Canal 9 de Valencia a alta horas de la madrugada, si bien doblada. Recuerdo la impresión que me causaron las escenas de violencia hacia animales o personas, las entrevista o la escena final con esa voz en over también distanciadora. Creo que estos mecanismos a los que aludes, Rodrigo, están mucho mejor integrados en esta obra que los equivalentes en Persona: cortes del proyector, celuloide quemado_que debió hacer las delicias de Monte Hellman_ o los planos de los títulos de crédito; en Persona al margen de la belleza formal de la resolución de estos mecanismos los mismos están peor integrados en la película y resultan casi preciosistas, cosa rara dada la depuración y desnudez alcanzada en la trilogía inicial de la década o en La vergüenza . Adelantan el esteticismo de la irregular y discutible Gritos y susurros, no por casualidad saludada en su momento como la obra cumbre del director y afortunadamente hoy bastante olvidada.

Jesús Cortés dijo...

Dentro de mi muy extrema relación con el cine de Bergman (muy resumidamente: no me gustaba nada, llegó a apasionarme, me bajaron casi todas y revisé al alza la mayoría) ahora encuentro casi todas las películas suyas desde la "trilogía del silencio" hasta dos cumbres como "Efter repetitionen" y "De två saliga" (que ahora alguno relaciona - y no puedo estar más en desacuerdo - con la última de Haneke) de una riqueza casi incomparable. Es cierto que no fue inmune a algunas modas (¿y quién sí?) pero opino que hizo el mejor uso de la mayoría. El caso de la "esteticista" "Viskningar och rop" es bueno porque llega en un momento de "cosecha" de buena parte de lo probado en los 60 y sabe añadir esa textura cromática tan radical, dejando un film casi terminal (no por el tema) de buena parte de sus preocupaciones de puesta en escena, interpretación y desarrollo de obsesiones patentes desde el principio. Extremo, sí, pero sin "modernizar" ni alterar en lo fundamental su entendimiento del mundo como prueba "Saraband", en la que se reflejan alguna de sus bellezas. Es un film que mirado en su contexto, el más convulso y "desordenado" que ha habido, el de "Out 1", "Tout va bien", "La maman et la putain", "Pat Garret & Billy the Kid", "Geschichtsunterricht", "La gueule ouverte", "A woman under the influence", "Behindert", con las que tiene bastantes cosas en común, apenas destaca como más desesperada o siquiera rupturista.
Fue probablemente el último momento en que Bergman fue "con los tiempos", desde entonces, pese a la bula crítica, no ha hecho más que alejarse y quedarse sólo.

Miguel Marías dijo...

Lo omití muy deliberadamente, pero confieso que "L 182" es el Bergman que prefiero... desde la primera vez que lo vi. Y no ha cambiado esa situación, pese a numerosas revisiones de ese y de casi todos los restantes Bergman, y de que son muchísimos los que admiro enormemente. Aunque me sienta en casi todo muy alejado de Bergman (no es un cineasta en el que piense a diario, aunque quizá sí cada mes), es, en el fondo, uno de mis cineasta preferidos.
Con respecto a las "rupturas modernistas", no creo que en Bergman correspondieran a ningún afán de "modernidad", en la que ya estaba: puede que fueran recientes irrupciones en el cine (aunque algunas hay, en el mudo y en el sonoro, por ejemplo en Guitry, Lubitsch, Welles, equivalentes), y que durante unos años se pudiera creer el summum de lo moderno y progresista "denunciar" el "aparato cinematográfico" y sus "dispositivos", pero en el teatro (de donde procede Bergman y del que nunca se apartó) los "apartes" son una convención establecida, si no recuerdo mal, desde la tragedia griega, permanente en todos los siglos intermedios. Y, en pequeño, ya los practicaba gloriosamente Bergman con la mirada a cámara de Harriet Andersson en "Sommaren med Monika"(1952).

Luis S. dijo...

Tras leer este interesante artículo sobre Bergman (no he visto "En passion" pero la veré), sólo quisiera animar a M. Marías a terminar su libro sobre Buñuel (si es que a él le compensa hacerlo, claro). A muchos, estoy seguro, nos encantaría leerlo.

Anónimo dijo...

Jesús qué opinas de las películas dirigidas por Ullmann hace unos años: Encuentros privados e Infiel. Fueron muy alabadas en su momento y parecían anunciar la aparición de una directora interesante, además en un corto espacio de tiempo, un par de años, pero de repente el silencio bergmaniano, nunca más se supo de ella como directora. En mi opinión eran bastante buenas pero el estreno de Saraband sirvió para recordar que Bergman estaban unos cuantos escalones por encima pero tampoco era necesario que Ullmann llegara al nivel de Bergman, bastaba con que hubiese sido lo que prometía una buena directora.
Clara

Jesús Cortés dijo...

Sólo conozco esas dos y no me entusiasmaron, pero no las he revisado. Buen envoltorio, todo correcto y muy poca emoción es mi recuerdo, tal vez equivocado.
Ahora parece que hace una versión de "Froken Julie" con actores famosos americanos, ¿no?.
Prácticamente nada se supo o se dijo de la excelente "Bildmakarna" (2000), que como "Saraband" y como tantas suyas desde los 80 era para TV. "Saraband" que yo recuerde no se estrenó comercialmente hasta 2005 (o 2006 incluso), con lo que muy poco o nada afectó la sombra del Bergman director a "Trölosa", de la que se habló bastante.

Sergio Sánchez dijo...

A mi me gustaron mucho esas películas de Liv Ullmann, pero no me pareció que pudiese llegar muy lejos como directora. Textos espléndidos y actores en la línea habitual. Tengo predilección por "Infiel" y me fascina ese despacho y ese quicio de la ventana en el que se sientan Bergman y su fantasma, me fascina como pocos escenarios en el cine. Ullmann es una medium genial, como lo fue también Bille August, que como director me dice poco o nada pero me parecieron conmocionantes "Las mejores intenciones". Esas obras cedidas a otros me fascinan tanto o más que sus telefilms de la última época, que son muy buenos, incluida esa "Bildmakarna" que dice Jesús.

Jesús Cortés dijo...

Mediums de un vivo.
Hubiera estado bien ver qué hubiesen hecho con esos argumentos cineastas superiores como Malmros o Guiguet.