martes, 19 de mayo de 2009

REBEL, REBEL


Los pájaros de Baden-Baden” empieza de la peor forma posible. No se sabe si lo que viene es un típico producto del cine desarrollista español de los 70, una de esas coproducciones subidas de tono o incluso un giallo castizo. A poco que se pone en marcha no obstante, también queda claro que aquello va en serio.
Mario Camus había llevado al cine ya otros dos relatos del escritor vasco Ignacio Aldecoa, “Young Sánchez” en 1964 y “Con el viento solano” dos años después. En 1974 y para “Los pájaros…”, habiendo fallecido Aldecoa, contó con Manolo Marinero en el guión; la mejor elección posible. En otras ocasiones serán Juan Cobos, Antonio Drove, Joaquim Jordá o Manolo Matji quienes le ayuden.
Los pájaros de Baden-Baden” es una película atenuada, de esas que nadie defiende porque “el libro era mejor”. La crudeza del relato original de Aldecoa, desesperada crónica sobre las consecuencias de vivir de espaldas al mundo, queda ya tamizada por el (excelente) guión, que añade un elemento aventurero y mítico al personaje de Pablo (no es una película “marina” pero sí “marinera” aunque no salga el mar y en homenaje a Manolo) y desemboca con un tratamiento a medio camino entre la fidelidad al texto y al productor que quiere recuperar su inversión por parte de Camus, que sin embargo demostró más adelante que podía (con la ayuda de Miguel Rubio) construir otro gran guión sin recurrir a novelas de otros (“El color de las nubes”, rodada en 1997).
Así, el personaje de Elisa (Catherine Spaak en la plenitud de su belleza) pierde - cinematográficamente - toda la atención que Aldecoa y su alter ego Pablo le dispensan (ella es el detonante de todo) y acaba siendo esquemático y poco fiable, por mucha crisis de identidad que la atormente. Cuesta entender la historia desde su punto de vista sin caer en la superficialidad de la chica rica que se da un capricho de verano que la saca de su aburrimiento acomodado y le aporta esa autenticidad que nadie de su entorno conoce, ni entiende, ni quiere, ni respeta.
Es desde el lado de Pablo que la película cobra todo su sentido y por lo que vale la pena hablar de ella. Dan ganas de leer (o volver a hacerlo o caer en la cuenta de que ya se debía haber hecho antes) a Baroja y Miguel Hernández, volver a la infancia viendo una vez más “El demonio del mar” de Hathaway, pronunciar esa respuesta que da Pablo cuando le preguntan a qué se dedica y dice “en estos momentos intento meter un barco en una botella”, bañarse en pozas de río o cenar en restaurantes como si se visitase un puerto distinto cada noche.
Su “angst” existencial no está en el plano, sino en off. Nada de lamentos ni de hacerse la víctima. Sonríe aunque se consuma de odio y repulsión a lo que le rodea y hasta se lo toma con sentido del humor. No trata de arrastrar a su mundo a nadie y sólo el amor - que no puede impedir de ninguna manera sentir - por Elisa le hace dar los pasos al frente que otras circunstancias no le incitarían a dar, a pesar de saber que la historia no puede tener futuro.
Frédéric de Pasquale le da a este personaje extraordinario el físico y el tono justo, hasta su rostro parece marcado por ese mar en el que estaba destinado a vivir desde pequeño y que nunca fue su medio (sabedor de ello le repite a su hijo, “no somos gran cosa en tierra”).
La intensa emoción que desprenden los momentos más delicados (en el doble sentido, humano y cinematográfico) de la historia, están recogidos de forma limpia y haciendo un uso perfecto de los silencios. Resulta molesto en determinadas películas oír diálogos tan inteligentes en boca de personajes que se encuentran en esta y en otras tesituras donde hay un elemento de presión o incertidumbre; en realidad poca gente es brillante y mantiene la lucidez cuando reconoce en quien tiene enfrente a alguien a quien de repente se da cuenta que quiere o a quien va a querer a partir de ese momento. Se suele valorar mucho más (un guionista, un actor y una película) que es capaz de expresarlo con bonitas palabras, pero la realidad es muy distinta.
Quiero decir que por ejemplo me parece extraordinario el muy famoso diálogo de “Johnny Guitar” entre Vienna y Johnny, pero aún encuentro mucho más emocionante el plano siguiente cuando por la mañana Vienna, tomada por Ray en un sencillo plano medio sigue con la mirada a Johnny (en off) mientras rodea el carro que les conducirá al pueblo para subirse por el otro lado, sin que medie ni una palabra entre ellos. Y uno de las los mejores guiones de la historia del cine, que no tiene una sola línea de diálogo recordada por las enciclopedias y que se dijo en su día que era ¡flojo!, es para mi gusto el de"My man and I" de William A. Wellman.
Aquí, hay un momento en que Elisa simplemente asiente con la cabeza a una pregunta que Pablo le hace y me parece de una intensidad conmovedora.
Y la reacción de ésta al levantarse en la escena de la reunión de amigas que comentan sus respectivos veranos, como si de repente el tono frívolo de la conversación que había oído mil veces le molestase por primera vez, me recuerda al final de “Brigadoon” de Minnelli, director con el que la historia que cuenta este film tiene una gran afinidad.
Por otra parte, si “Los pájaros de Baden-Baden” hubiese sido una película italiana sería, qué duda cabe, de Mauro Bolognini.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me alegra que hables de esta película en los términos que los haces.Hay que descubrirla por varias razones; primero por no parecerse en lo sustancial a lo que se hacía en esos años en España, segundo por las " formas cinematográficas que encierra" y tercero por su guión (creo que lo mejor del film).Esta obra tiene cosas que con el paso del tiempo la envejecen (la música), pautas ce comportamientos sociales, etc.
Lo que más destaco y lo que me lleva a considerarla como una buena película es que es un trabajo serio; en una España que finalizaba un régimen político y se abrían nuevos caminos de transición para la democracia, el terreno estaba abonado para excesos.Hay que valorar el tono contenido por el que transcurre.
El gran Mauro B. la hubiera hecho en Italia, en USA Howard Hawks , en Francia varios y en España creo que Erice, Camus o tal vez el mejor Saura.
B.