miércoles, 14 de octubre de 2009

JUNTO AL MAR MÁS AZUL

En Tarifa, si se mira al sur desde un promontorio, hoy convertido en reclamo turístico, se ve claramente cómo cambia el color del agua del mar cuando se termina el Atlántico, más verdoso, y comienza el Mediterráneo, más azulado; como si hubiese distintas profundidades. Es un espectáculo que queda deslucido los días de bruma, cuando todo se vuelve gris.
Méditerranée” de Jean-Daniel Pollet y Volker Schlöndorf, rodada en 1963 es una invitación y un misterio. Y un film de equiparable importancia para el ensayo fílmico a la que tuvieron o debieron tener para los films históricos “La prise de pouvoir par Louis XIV” de Rossellini o para los musicales, “Chronik der Anna Magdalena Bach” de Huillet/Straub.
En pocas películas se hace más presente la muerte como parte inseparable de la vida (su fin y quizá su comienzo si uno cree en fantasmas) que en esta, transfigurada en la más sencilla metáfora: la incapacidad para la palabra, que es lo que separa a los muertos de los vivos. La cámara busca, pero no encuentra, palabras que hablen al y del Mediterráneo - ingenuamente se dirá - en estatuas (sus bocas), una chica arreglándose frente al espejo, una momia egipcia, palacios abandonados (impresionante travelling sobre las balaustradas enmarañadas de jazmines silvestres, con el sonido de los insectos de fondo, en un efecto casi a lo Riccardo Freda), un viejo pescador en su barca, ruinas griegas, un rito ancestral como una corrida de toros (cuidadosamente “desordenada”, con las suertes cambiadas, jugando con las repeticiones y respetando ese espíritu “marienbadiano” que recorre el film) y asume en última instancia un riesgo importante para una película de tan exiguo metraje: otorgar el protagonismo a lo que parece ser el cadáver de una chica.
Vemos la camilla del quirófano donde quizá la operaron o donde aún puede que salve su vida, la vemos a ella, muy joven aún, cómo la traen y la llevan de una estancia a otra, pasan enfermeras y no ocurre nada, sólo su rostro inmóvil, sin señales de sufrimiento, puro, con la aparente quietud y el dolor disimulado que nos dice Pollet que esconde el mar si se mira una vez más.
Se trata de encontrar las huellas - de lo que alguna vez fue y de lo que nace o vive ante nuestros ojos - y sentir a través de ellas el paso del tiempo, sin arqueologías, ni exhumaciones, porque la búsqueda es intrusiva y supondría quebrantar ese perfecto sueño de lo no tocado por el hombre. Así, Pollet monta en continuidad unos restos de columnas griegas que se derriten al sol y una pieza incandescente de metal salida de un alto horno, lo que ya cumplió su cometido "útil" y lo que aún no lo ha comenzado; se acerca a verjas y no las cruza, filma las olas desde detrás de unas alambradas de izquierda a derecha y en sentido opuesto sin abrirse paso entre ellas, incluso las imágenes de una boda son captadas tímidamente, sin abrir el objetivo.
En un bonito y perturbador efecto hacia el final del film, muchas de las imágenes que vimos en movimiento quedan inmortalizadas - inmovilizadas - en fotografías de color sepia: el pescador, la chica abotonándose la camisa… y el mar.
La partitura de Antoine Duhamel, al que un par de años después llamó Godard para “Pierrot le fou” (y no queda ahí la conexión godardiana, porque “Méditerranée” pareciera evocar en algún momento el film que rueda Fritz Lang en “Le mépris”, rodada también ese mismo año, esa versión de la "Odisea" que tanto nos hubiera gustado contemplar), es tan importante como el texto y el montaje, armoniosamente dispuestos para más que ilustrar, acompañar a esta meditación en la que todo parece querer rebelarse contra su destino natural, si es mirado de nuevo, y no morir. No sé si por casualidad comienza con un estruendo de cuerda como en “Tabu”.

3 comentarios:

Roberto Amaba dijo...

Hola, qué tal Jesús,

Sobrevuela esa sombra del Resnais documentalista de los 50, sí. La vi sólo en francés y apenas puedo pillar cosas sueltas de la narración off.

Me interesaron algunas asociaciones de ideas a través de las imágenes. Dentro de la variedad que utiliza y de otras tantas -el uso de repeticiones es sugerente, pero no me termina de cuadrar- que no aparecen, es brillante una dada en tres planos consecutivos: naranja (madura, a punto de caer o de pudrirse)- piedra (rota por fuera, el edificio en pie, las pirámides)- momia (contraste con las mujeres que van apareciendo).

Sólo a partir de ese enganche fugaz que hace, se podrían debatir muchas cosas, empezando por ese concepto general del dentro-fuera ilustrado por las diferentes "pieles" vegetales, minerales y animales.

Un saludo.

Jesús Cortés dijo...

Se pueden encontrar subtítulos en italiano y yo me hice mi propia traducción en srt que queda comprensible. Las repeticiones creo que vienen vinculadas obviamente al propio movimiento cíclico del mar y si "cuadran" en algún sitio es aquí.
Me parece que tiene un valor extraordinario esta película, no por la emoción (un tanto fúnebre) que desprende sino por la disposición de los elementos que la componen. No es lo mismo ser que parecer omnicomprensivo y a Pollet le hubiese resultado más cómodo sugerir y adornar con bonitas palabras pero va más allá y se propone hacer del método de aproximación el mismo fin del proyecto, como decía Godard de los westerns de Anthony Mann

Roberto Amaba dijo...

Los subtítulos ni me había molestado en buscarlos, madre mía, estoy vago total.

Ahora los acabo de pillar en inglés y español. Volveré a ver la peli, es hermosa, y se le hace hueco fácil con lo poco que dura.

Un saludo.